13 posts de septiembre 2008

Más palabras...

Ya está en marcha la semana. Una más. La vida sigue, pasa, traspasa. Aún no he despertado desde el domingo. Me apetece hacerlo, escribir, y puedo elegir qué dejar aquí. Suelto al viento blanco de este blog una humilde pieza recién salida del horno. ¡Cuidado que aún quema! Hoy digo poco y lo poco que digo suena así, como una bellísima canción de Tom Waits, Blow win blow, que también os ofrezco. Os dejo otra versión, muy apropiada para escuchar mientras se lee lo que viene. Tenéis tres minutos y veintiocho segundos para hacerlo... ¡Venga! Espero sea también de vuestro agrado. La próxima prometo hablar de televisión, de información, de los Telediarios, de algo más concreto y terrenal. Hoy no puedo...

Un golpe de viento

Pisó los primeros restos del otoño y el crujir de las hojas bajo sus pies le pareció el de su propio corazón. Ese fue el único sonido que rompió el silencio aquella tarde. Se detuvo y miró alrededor. Le pareció haber oído unos pasos leves tras de él. Se equivocaba. La arboleda estaba desierta, absolutamente desierta. Estaba solo, seguía solo, más solo que siempre, que nunca.

Había conseguido evitar esa idea desde hacía ya unas horas, la de la soledad infinita que le oprimía. Ella ya no está. Se ha marchado. No volverá. Cada vez que esos pensamientos regresaban, todo a su alrededor lo sentía ajeno, absurdo, insoportable. Y quería morir, o tal vez saber o poder vivir de otra manera. La inquisidora nostalgia lo tenía preso, torturado, separado del mundo y de su cuerpo. Éste vagaba por ahí ocupado en los asuntos cotidianos sin ánimo, sin fuerza y sin sentido. Una canción de Tom Waits resonó dentro de su cabeza, Blow wind blow.

Repicaron campanillas en la bóveda hueca de su mente perdida. Necesitaba que bajo el pecho algo volviera a latir, que sus costillas se abrieran, se expandieran en un inmenso y reparador suspiro, que de su boca saliera de nuevo algún aliento y las palabras que necesitaba oír, las que nadie excepto él se diría, se mentiría. Fue incapaz de hablar, de decir nada, de intentar volver a engañarse. Ya no podía resistir ese silencio, esa distancia, ese final. Ya no era una inminencia, era un hecho, algo ya pasado. Ya había sucedido. Tras el último beso, dio media vuelta y se alejó. Salió de la estación y caminó hasta el parque, hasta la pradera donde habían almorzado unas horas antes, alrededor del árbol bajo el que tantas veces habían tomado besos de postre. ¿Te arrepientes?, esas fueron las últimas palabras que escuchó salir de su boca. No, no puedo arrepentirme de nada, de uno solo de los segundos que he pasado a tu lado. Eso le respondió él. Después se besaron por última vez, se saborearon y se olieron por última vez, se acariciaron las manos por última vez, se miraron por última vez. Todo pasó y se convirtió en una maldita última vez.

Miró al cielo, allá donde se perdían las ramas más altas de ese árbol amado e imponente, el único verdadero testigo de su amor. Una lluvia incesante de hojas secas caía ocre y pausada alrededor y sobre su cabeza. Quiso ser una de ellas, caer sin romperse, luego deshacerse, perderse, desaparecer convertido en briznas amarillas. Se tumbó en el suelo y quedó inmóvil mirando al cielo. Así estuvo durante muchas horas, hasta que las hojas cubrieron por completo su cuerpo. Cuando la luz dejó de atravesar el manto de pétalos secos, cuando intuyó que ya había anochecido, dejó de respirar. Nada más. Tras una leve angustia entró en un sueño plácido y luego murió serena y lentamente. Nadie llegó jamás a encontrar su cuerpo. Éste, como deseó, se deshizo poco a poco mezclándose con los fragmentos otoñales que fueron su eterna morada. Más tarde un golpe de viento se los llevó. Y un tiempo después, lo que quedó de él mezclado con la tierra, su verdadera esencia, ascendió despacio por las venas del castaño convertido en savia, en un raro néctar de amor desperdiciado… Y vivió en él otorgando sueños, belleza y esperanza a todos los amantes que, desde entonces, se acercaron a tumbarse y besarse sobre la hierba, alrededor de aquel tronco magnífico...


TVE, INTERNET Y LAS ELECCIONES USA

Este año tiene más sentido que nunca decir que empieza el curso porque ha sido de manual: 1 de septiembre, lunes. Y ya tenemos delante el primer reto: las elecciones para decidir quién será el próximo presidente de los Estados Unidos.

Además de contar lo que pasa cada día, en TVE vamos a hacer un seguimiento especial de la campaña de los dos candidatos.Nunca antes se había seguido este proceso con tanto interés fuera de Estados Unidos, y allí quizás habría que remontarse al famoso duelo Kennedy-Nixon en 1960, en el siglo pasado.

Hay muchos datos que reflejan la excepcionalidad de estas elecciones. Por ejemplo, Barak Obama es el primer negro que se convierte en candidato a ocupar la Casa Blanca; John McCainn es el más veterano… Creo que será muy interesante ver en unos días en TVE el primer debate entre los dos.

Pero, además, hay algo que diferencia estas elecciones de las anteriores y es precisamente lo que nos une en este blog: internet. Todos los analistas coinciden en que va a tener un peso decisivo en el resultado. En los cuatro años que han pasado desde que George Bush fue elegido presidente, el número de internautas estadounidenses se ha duplicado, son ya más de 200 millones. Teniendo en cuenta este último factor…¿alguien se atreve a hacer apuestas?

Amar las palabras

Encuentro muchos comentarios animándome a seguir escribiendo en este blog. No imagináis cuanto aliento supone para alguien que adora acariciar las palabras con más o menos acierto, trabajar con ellas como si de una extraña arcilla se tratara, y moldearlas y respetarlas y asistir al prodigio de verlas cobrar forma en forma de texto. Aunque solo fuera una persona la que lo deseara, ya sería algo magnífico sentir y atender a esa llamada, dejarse llevar por esa preciosa incitación.

Esta es mi primera experiencia en este terreno de los blogs y, la verdad, está resultando estimulante, muy interesante. Éste, al fin y al cabo, es un bello juguete hecho por y para palabras. Es extraordinario ver como este juego silencioso de las voces juega su papel de forma recíproca, como recibir o transmitir pensamientos, sentimientos, tal vez belleza, puede convertirse en un gesto de afecto, de comprensión, muy posiblemente de consuelo.

Adoro jugar con ellas, rendirme a sus significados, dejarme llevar y dejar que me alivien la ignorancia o el alma dolorida. Siempre han sido eso para mí, un buen remedio, un bálsamo prodigioso que apacigua la tristeza o la indignación o la incomprensión, la rabia, gran parte de la melancolía. Las palabras como una masilla oscura con la que tapar las grietas que se abren en el corazón. Bien empleadas pueden llevarnos al borde de lo inalcanzable, a parajes imaginarios de una insólita belleza. Nos permiten asomarnos un instante al abismo infinito de todo aquello que no somos capaces de entender y aun menos expresar. Y eso es algo inmenso, y nada es más satisfactorio que compartirlas, amarlas, amar a través de ellas.

Recuerdo el bochorno que sentí la primera vez que publiqué las mías, y el que sentí la segunda, y la tercera, y cada vez que lo hago aquí, y puedo intuir cuan grande será el retraimiento que sentiré la próxima vez, cuando salga un nuevo libro, ese montón de palabras misteriosas que parecen dar forma a una historia. Pero también sé que en este asunto de escribir y ser leído y estimular a sentir, en esto de leer lo que otros y otras escriben y sentir, hay algo colosal y ajeno por completo a lo tangible. Las palabras son una materia completamente intangible y asombrosa, un rarísimo milagro, un mecanismo visible e invisible que nos permite trazar frases en el aire, en el centro mismo de las almas, colarnos en el pensamiento o el sentimiento de otros seres, y gozar en ello o sufrir y compartirlo de la mejor forma posible, recogidos y en silencio, mientras suena la música apropiada.

No sé porqué escribo ahora todo esto, o sí lo sé y no soy capaz de reconocérmelo. Bastantes blogeros me han pedido que deje aquí otro cuento. El anterior lo colgué como algo excepcional, como un experimento, con gran pudor y muchas dudas, pensando que tal vez fuera un exceso emplear este espacio destinado a otros asuntos más concretos en algo tan abstracto. Pero justo antes de regresar a la normalidad, a los Telediarios del fin de semana, que ya toca, os voy a dejar otro que nunca llegó a publicarse y que me parece hermoso y similar al anterior, en la misma línea de luces y sombras. Se titula “Cuando duermo…”

Espero que os guste y sepáis disculpar el atrevimiento de colgarlo. Soy un presentador de noticias pero también lo que dejo aquí, lo que comparto con vosotros sin saber bien porque lo hago.

Nos vemos en el Telediario. Será un placer.

Ahí va ese otro texto breve que me gusta considerar un “cuentecillo”… Ahora también es vuestro.



Cuando duermo...


“No, tú no puedes seguir haciéndome esto, dice ella sonriéndole dulce y pesarosa, acariciando su mano muy despacio, con ternura. No puedes seguir apareciendo así en mi vida, ser siempre tan tierno y seductor. Tan amoroso. No puedes encantarme de este modo atroz. Cada vez más. Enamorarme tanto para tan poco. No es un reproche, de verdad que no. Pero intuyo que nunca llegaré a tenerte, lo sé, a tenerte de verdad, como yo quisiera. No dudo de ti, tampoco de mí, es la vida la que impide, la que miente tanto y tan mal que me indigna. Creo que ya te amo y que tú me amas ya. Aunque ni por asomo nos atrevamos a mencionarlo. ¿No te habías dado cuenta? Sí, lo sabes tan bien como yo. Estoy convencida de que es así. Y si aun no lo es, muy pronto lo será. Créeme.

Ten cuidado por favor. Es ya casi inevitable llegar a amarte, que lleguemos a amarnos de una forma inconcebible. ¿No te das cuenta? Es verdad, tenías razón, estábamos destinados a encontrarnos, en algún lugar estaba escrito que llegaríamos a esto. Pero ¿qué es esto? Lo escrito estaba escrito en papel y en tiempo equivocados. ¡Qué pena! ¡Qué tristeza! Todo eso da igual. Todo da igual. El caso es que no quiero enamorarme de ti ¿lo entiendes? Ni un segundo más, ni un milímetro más. No quiero hundirme más en esta profundidad de días, noches y besos improbables, anegar más en ti, ni que tú te inundes más de mí. No quiero que nos ahoguemos de ese modo.

Así que no sigas haciéndome esto. No me dejes seguir a mí. No me escribas ni me digas palabras deliciosas, no me regales melodías que conmueven y alientan el amor. No me tientes de nuevo con tu voz de almendro, con tus pasmosas sonrisas, ni con el vuelo lento de tus manos, con tus ojos tramperos y anhelantes. No me mires así, cambia esa maravillosa mirada por una que yo pueda desechar, incluso despreciar. ¿Sabes de qué hablo? No sigas, no me enamores más por que no podrás amarme. Ni podrás permitirte que yo te ame.

Cuando duermo lo veo tan claro, mi amor. Mucho más que ahora que no puedo dejar de mirarte, de desearte, de esperar que tu mano acaricie mi mejilla o mi cintura, que tus labios se atrevan y se aproximen a los míos. Una vez, al menos una. Guardemos eso al menos. Siquiera nos hemos besado y ¡fíjate!, ¡qué dulcísima tortura! Por eso no debes avivar más el sueño de lo que nunca será.

Tienes que dejarlo, ¿sabrás hacerlo? Deja de ser tan deliciosamente testarudo. Y no me preguntes ahora que haré yo al respecto. Yo ya no tengo voluntad para impedirlo. Ya me he rendido a tú osadía y no conozco otros impedimentos para amarte que no sean los tuyos. Que maldita sensación la de pasar y no pasar por ti, la de tenerte tan cerca y no tenerte, la de querer acariciarte y poder apenas rozarte, la de tener ahora que sentir y escribir todo esto.

Déjalo, déjame así, deja que pueda coleccionarte como un raro recuerdo, como un bellísimo sueño. Imaginaré que escuché o lo leí esta extraña historia en algún sitio. Me convenceré de que nunca sucedió e intentaré olvidarte...”

Los presentadores del TD


Son los rostros del Telediario, lo primero que ves al encender la TV.
Ver perfil »

Síguenos en...

Últimos comentarios