Como duele lo que quieres...

Hace tiempo que no escribía nada en este blog: este rincón en el que compartimos algo más que unas letras, unas canciones, o algunas reflexiones con la voz entre cortada, a veces rota... Llevaba tiempo sin pasar por aquí. Hoy tenía necesidad de aparecer, y cuando termine volveré a desaparecer. No quiero preguntas.

Hace tiempo que su gente llora su adiós y yo hace un tiempo que he descubierto al maestro. Se llama Francisco Casavella (odio hablar de los amigos en pasado)... y hace unos cuantos años escribió este artículo...

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL PRESENTADOR

"Uno ve la tele. La ve bastante. La ve mucho más de lo que quisiera y siempre lo hace para arrepentirse después con la desazón y la mala conciencia del que ha pecado sin goce. De ese trastorno sólo me libra la reflexión. Cuando veo la tele y no me dejo llevar por la dinámica del programa, sino que me entrego a la metatelevisión. El otro día vi a un presentador y pensé en los presentadores como especie. El presentador de concursos, de magazines, de late shows... Y me pregunté: «¿Hay alguien en el universo mundo que de pequeño diga “quiero ser presentador” y no infunda en sus padres un pánico del tipo El exorcista o La Profecía?» Más. «¿Hay alguien que en los corros adolescentes llegue a comunicar ese afán por conducir un programa?»

Mi reflexión siguió y caí en que muchos de esos presentadores eran periodistas. De que una tarde muy lejana pensaron en ganar un premio Pulitzer o así. Pues ahí lo tienes, el Pulitzer... Enseguida imaginé a un joven estudiante de periodismo que en una tarde de expansión con los amigos se entrega a una de las tareas propias de la edad: explicar con locuacidad lo mucho que hará en la vida, que con él no podrán, que ya veréis... Y fantaseé con la idea de que un mago que pasara por allí le empujara hasta una televisión y le dijera: «Mira bien esa pantalla, porque vas a aparecer dentro de 15 años». Y el muchacho se ve de mayor y percibe que de su proyecto de vida, de sus dotes, sólo ha mantenido la locuacidad. Hablar, habla tela. Que si Carmina Ordóñez, que si esta noche tenemos un elenco internacional de estrellas, que si Gran Hermano, que si «¡Viva el pimpampún!» que yo me llevo los billetes muerto... Y seguí. Y me di cuenta de que la sonrisa de un presentador es la evidencia, no de un fracaso, sino de una insatisfacción aguda, de alguien que se asienta sobre la cabeza de una aguja, porque en el monitor ve que se ha convertido de verdad en quien era y que ha hecho «lo necesario» y que ya no le queda sitio. ¿Y qué era y es el presentador? Pues sólo un saco de vanidad.

Cuando llegué a esta conclusión me sentí todo un campeón. Después cambié de canal, vi a un nuevo presentador y me di cuenta de que era el más insignificante de los ingenuos (yo, no el presentador) y que hacía frío."

Me gusta esta foto suya (por Daniel Mordzinski)... y así le recuerdo... Me han quedado tantas conversaciones pendientes contigo Francisco... Sigo conociéndote a través de tus palabras y tu gente. Comparto contigo el mejor Amigo y seguimos hablando de ti... y de tu "arte" a la hora de poner las comas... se te echa de menos.

Un abrazo amigo... te sigo leyendo...

Stand-by

"Soy padre, dicen ellos"

“Amar, que palabra tan sencilla trazamos para pretender describir emociones tan complejas. ¿Nunca se han parado a pensarlo? Los seres humanos sentimos e inspiramos amor, por inexplicable que esto pueda parecer si se reflexiona un poco al respecto. ¡Qué insólitas bestias somos! Experimentar tales sentimientos es algo en verdad inconmensurable. Algo innato, eso parece. Algo inevitable, algo realmente grandioso que pervierten las obsesiones, el insano afán de la posesión, la perversa idolatría, el egoísmo… Justo al otro lado de éste, del amor, y del odio, en la oculta orilla de lo más insondable, allí se encuentra el mejor Amor, el más noble y magnánimo. Quizá lo hayan sentido ya. De entre todos los posibles destinos del amor, entre todas las posibles formas de amar, hay uno que eclipsa cualquier otra perspectiva: el Amor por nuestros hijos…”.

Estas palabras son solo parte de un texto que he escrito para un libro que hoy recomiendo desde aquí: "Soy padre, dicen ellos - La paternidad sin complejos" de Sara Fontacaba y Beatriz Galán, (Plataforma Editorial).

Una generosa experiencia editorial anterior, "Cinco madres, cinco historias" firmada también por Sara y Beatriz, las autoras de "Soy padre..." , junto a Rosa Hernández, Daniela Kähler y Montse Vilà, ya fue todo un éxito , que todos los que hemos participado en esta nueva aventura solidaria esperamos se repita.

"Soy padre, dicen ellos", recoge el testimonio de 36 papás solidarios y enamorados de sus hijos, que tal vez sean el reflejo del nuevo papel que el hombre debería tener en la sociedad. Los beneficios de esta obra irán destinados, de forma íntegra, a una buenísima causa solidaria, a un hogar de niños y niñas abandonados: Amantaní. Una asociación que trabaja desde 1997 en Cusco, Perú , en defensa de los derechos e intereses de algunos de los pequeños más necesitados y desprotegidos de ese país.

El libro se presentará el martes 16 de marzo en Barcelona. Una página web, www.soypadre.net estará operativa en unos días y hay también un grupo en Facebook que ya funciona

"¿Qué tienen en común Jordi Cadena, David Cantero, Xavi Díaz, Josep Antoni Duran i Lleida, Jorge Fernández, Xavier Graset, Albert Llovera, Lluís Marco, Óscar Martínez, Gabriel Masfurroll, Quim Morales, Fernando Morientes, Ramon Pellicer, Màrius Serra, Carlos Sobera… y hasta veinte nombres más? Las páginas de este libro revelan la respuesta…"

Y aquí dejo un curioso enlace, para echar unas risas que nunca vienen mal... "La fin del mundo", un sketch de la genial tropa de "Muchachada Nui", con el "cameo" más surrealista que se pueda imaginar.

Emulando a Tootsie

Imagino que muchos lo saben, que muchos lo habrán visto. Recientemente he aparecido en la portada de un prestigioso suplemento dominical vestido de mujer, de "mujer policía" para más señas. ¡Menudo revuelo!, ¡qué vergüenza he pasado! Pero, intento consolar mi maltrecho pudor, el fondo del asunto encerraba una buena causa.

Me ha sorprendido hasta que punto puede llegar a impactar que, de forma absolutamente excepcional, un hombre se travista. Aunque sea por carnaval y con el pretexto de denunciar las injusticias y desigualdades que aun sufren tantas mujeres.

Lo sé, soy muy poco agraciada como fémina. No soy lo que se dice una "chica de portada" al uso. Imaginaba que la fotografía daría que hablar, que arrancaría más de una sonrisa, incluso alguna carcajada. Pero también supuse que cualquier persona, más o menos sensible e inteligente, se daría cuenta de inmediato de que se trataba de un guiño cómico, de una pose patosa y bromista, que solo pretendía llamar la atención sobre el contenido del artículo que ilustraba y de las entrevistas que contenía.

Tanto yo como mis compañeros de "mascarada" ante el objetivo del gran fotógrafo Chema Conesa, dejamos muy clara en esas páginas nuestra postura respecto a la mujer y acerca de lo que pensamos impulsa a los hombres, de tanto en tanto, a disfrazarse de féminas. De eso se trataba.

El asunto, creo, no tiene más trascendencia, o no debería tenerla. Ni por asomo he pensado que mi credibilidad como comunicador o mi rigurosidad a la hora de informar, pudieran verse cuestionadas en lo más mínimo. Creo que esas cualidades, que para muchos poseo, no deberían quedar en tela de juicio. Eso espero...

Soy una persona extremadamente seria, comedida, discreta y bastante tímida, lo saben bien los que me conocen, mis amistades y compañeros. También deben suponerlo o intuirlo los millones de personas que, desde hace ya muchos años, me ven y me siguen en los Telediarios. Tengo además, bien lo saben los que tratan conmigo, un exacerbado sentido del ridículo.

Estos dos extremos, mi seriedad y mi facilidad para azorarme, creo otorgan cierto valor a este bienintencionado gesto de travestismo, a esta cándida bufonada, a este inocente acto público de "desvergüenza" que ha puesto a prueba los cortos límites de mi pudoroso espíritu.

Es una llamada de atención carnavalesca, nada más. ¿Es oportuno que un periodista se preste a este juego? Imagino que tanto como que lo haga un cocinero, un actor, un futbolista, un economista, un cirujano, un diseñador de moda, un arquitecto o un político. En este caso, como en tantos otros, la popularidad, unida a la insólita imagen que proporciona el disfraz, son el reclamo. El verdadero sentido del asunto está en las palabras que hay detrás de las imágenes, por ridículas que estas puedan parecer.

Voy a colgar aquí, un poco más abajo, la entrevista completa que me hizo la compañera del suplemento dominical, tal vez así quede aun más claro cual era el verdadero sentido de someterse a semejante prueba. Les aseguro que no es sencillo aceptar el reto de salir así, con semejantes pintas, en una revista de gran tirada, y estar expuesto a las miradas, al "cachondeíto" y las opiniones de miles de personas.

Si el hecho de travestirme de mujer ha servido para algo, habrá valido la pena la sensación de ridículo que, de forma inevitable, me ha embargado. No intento justificarme, créanme. En cualquier caso, mis disculpas si en algún momento mi "patética" imagen ha podido ofender o herir alguna sensibilidad. Espero puedan olvidarlo. Yo lo superaré. Por fortuna tengo la enorme virtud de saber reírme de mi mismo, cada día. En ello estoy todavía, porque ¡mira con que pintas me han sacado!, ¡ay!...




1) ¿ Se ha disfrazado alguna vez de mujer?

No muchas, un par de veces, que recuerde una siendo un niño y otra de jovencito.

2) ¿ Porqué cree que los hombres se disfrazan más habitualmente de mujeres, que las mujeres de hombre?

Por que en el fondo, detrás de la prepotencia de los machos se esconde una enorme envidia hacia las féminas. Hay algo en todos nosotros de mujeres frustradas. Unos lo llevan mejor y otros mucho peor. Tras las mujeres se esconden fuerzas, habilidades y bellezas que envidiamos sin duda. Unos lo envidian en silencio, reconcomiéndose, otros reconociéndolo e intentando aprender de ellas. Imagino que es una tentación aproximarse a ellas travistiéndonos durante unas horas.

3) ¿ Qué cree que no puede faltar en un disfraz de mujer?

No lo se. La inteligencia, el sentido común, la prudencia, la buena educación. Imagino que las mismas cosas que en un disfraz de hombre. Muchos dirían que una falda, que el maquillaje, que unos tacones, yo no lo veo así. Tal vez lo que nunca debería faltar es la dignidad. No se disfrazarme de mujer exteriormente, sin embargo si se hacerlo por dentro. Mi lado femenino que me proporciona muchas satisfacciones en muchos aspectos de la vida. Ese reverso femíneo bien combinado con la hombría es de enorme utilidad, un seguro salvavidas. Ser solo hombre es muy triste, muy aburrido, y le aseguro que nada tiene que ver eso con la homosexualidad. Sentirlo así te hace ser una persona mucho más completa, un ser humano más respetuoso, más sensato y comprensivo.

4) La mujer, ¿ sigue siendo algo "exótico" para el hombre, que despierta curiosidad, al menos en España?

Tu pregunta puede entenderse desde una perspectiva más o menos peyorativa. Las mujeres pueden ser una exótica y excitante fuente de curiosidad en el mejor de los sentidos. Pero también puede suceder todo lo contrario, algo que suele ser la norma entre muchos machos. Por desgracia para muchos hombres las mujeres son un par de tetas y un culo, unas buenas piernas, un tanga, ahí empieza y termina el exotismo y la curiosidad para muchos.

5) ¿ Cree que falta convivencia entre ambos sexos en nuestra sociedad?

Falta buena convivencia, respeto, entendimiento, empatía, conocimiento mutuo, verdadera igualdad, esa palabra tan manida, tan usada, tan necesaria. La verdadera y buena coexistencia es una carencia que va más allá de hombres y mujeres. Vivimos en una sociedad que lentamente va olvidando el verdadero sentido de la convivencia y la tolerancia.

6) Como hombre, mantener el tipo marcadamente varonil que dictan lo cánones españoles, ¿ supone, en alguna ocasión, coartar la propia personalidad, o la expresión de sentimientos?

En mi caso no, por fortuna, NO. Me traen al fresco los cánones machistas españoles. Soy varonil, los que me conocen lo saben, y me gusta serlo, pero nada tiene eso que ver con los preceptos que los varones puedan haber impuesto como válidas. Los machos son así o asa, la mujercitas así, ¡cuanto detesto eso! Ser varonil no está reñido con la sensibilidad, con la ternura, con la sencillez, con la discreción, con la humildad, con la debilidad ni, llegado el caso, con las lágrimas. No todos los machos somos machistas, no todos somos esa especie de bestias intolerables que se supone deberíamos ser. No. Como te decía tengo la inmensa fortuna de haber sentido desde niño y con intensidad mi “lado femenino” y lejos de haberlo rechazado, he sabido aceptarlo, cultivarlo y disfrutarlo. A medida que pasan los años con mucha más certeza y de forma más viva. Mi personalidad es muy femenina, me alegra infinito que así sea, y nada me gusta más que saber expresar mis sentimientos. En fin, no solo no tengo nada que ver con ese tipo de machos, me repugnan.

7) ¿ Encuentra el molde masculino de nuestra sociedad, algo demasiado "cavernícola", o "torero", en relación a otras?

Cavernícolas, como dices, los hay en casi todas las sociedades que he tenido la oportunidad de conocer. En unas viven más en la clandestinidad, ya que realmente se ha avanzado mucho en ese sentido, y son una especie condenada al cambio o a la extinción. Por desgracia en esta sociedad nuestra tan “torera”, tan “hispánica, tan machista sin comillas, a pesar de lo mucho que ha cambiado en las últimas décadas, sigue existiendo una verdadera turba de machos de la peor especie. Brutos, cerriles, cínicos, impresentables, ignorantes, violentos, muy peligrosos, en especial para las mujeres que, engañadas o no, caen en sus garras…

8) ¿ Envidia algún aspecto del carácter de las mujeres?

Hay muchas facetas fascinantes en las mujeres, una infinidad de matices. Al hablar de carácter no se puede generalizar, creo que no vale simplificar y hablar de hombres y mujeres. Cada ser humano tiene uno propio, el que nos viene de fábrica por decirlo de alguna manera. Pero este es muy maleable, para bien y para mal. Lo cierto, en mi caso, es que de la feminidad he obtenido los mejores frutos para mejorar como persona, como hombre. Realmente he aprendido más de las mujeres que de los hombres, y así sigue siendo. Tal vez por ello siempre he tenido más amigas que amigos, tal vez se deba a que siempre he preferido su sofisticada compañía. La mayor parte de los hombres, incluso los más sensibles y avanzados, me parecen burdos sucedáneos de lo que verdaderamente encierra las almas femeninas. De todas las que he conocido a lo largo de mi vida he aprendido lo más valioso que poseo. Entre los hombres, de tanto en tanto, he encontrado buenos camaradas, poco más, su huella no es tan indeleble como la de ellas. Tengo mi propio carácter, el que heredé, con sus virtudes y sus defectos, y en el que vengo trabajando desde que recuerdo, desde que tengo uso de razón, siempre empeñado en forjarlo de la mejor manera posible, en pulirlo con paciencia y esmero. En esa tarea la única ayuda valida de verdad la he encontrado entre las mujeres que me he ido encontrando.

9) En la carrera por la igualdad de géneros, ¿ qué aspectos cree que nunca deberían perderse en una mujer?

Hay una infinidad de cosas por cambiar para alcanzar la verdadera igualdad. Creo que la primera sería apartarse de una vez por todas del rol de objetos sexuales, del papelón de tener que ser bella, sexy y seductora a toda costa para ellos, porque ellos así lo desean. No sé. Muchas mujeres todavía tienden, desde mi punto de vista, a infravalorarse, a la sumisión, a ese tipo de entrega que las relega y las hace dejar de brillar al lado de algún zoquete que no les llega ni a la suela del zapato. No sé que es lo que falla, de qué depende que así sea. Pero por desgracia así es en muchos casos. Muchos hombres intentan ejercen aun una férrea dominación. A las tristes, cotidianas y dramáticas pruebas me remito. Para avanzar en la igualdad, muchísimo más de lo que se ha avanzado, es preciso que las mujeres sean más firmes, más tajantes con los hombres, mucho menos tolerantes con sus bravuconadas, más solidarias entre ellas, mucho más corporativistas, por decirlo de alguna manera. Tampoco creo que la única salida sea aferrarse al feminismo más militante, aunque para las mujeres, hoy por hoy, siga siendo imprescindible ese movimiento. La mujer necesita además otro tipo de beligerancia, más sutil, más interior, más perturbadora, cotidiana y personal. Una beligerancia que de una vez por todas las conduzca a dejar de someterse a los machos. Luchando cada día casa a casa, en todas las oficinas y los despachos, en cada calle de cada pueblo y de cada ciudad. La igualdad real de géneros llegará el día que muchísimas mujeres digan BASTA, hasta aquí hemos llegado. Queda mucho por hacer, pero no me cabe duda de que las sociedades del futuro, dentro de cien o doscientos años, habrán dado la vuelta por completo y serán más matriarcales, las mujeres llevarán la voz cantante, tendrán el poder que ellos tienen ahora y serán las que gobiernen en muchos casos. Libres ya de cualquier complejo ante los machos, todo irá muchísimo mejor. Para ellas, por supuesto, y también para nosotros. Seremos al fin mucho más civilizados, y seguramente ellas se encarguen entonces de conseguir que la igualdad entre géneros sea por fin real…

El guardián adolescente

“Hay una paz maravillosa en no publicar… Publicar es una terrible invasión de mi vida privada. Me gusta escribir. Amo escribir. Pero escribo sólo para mí mismo y para mi propio placer…”.

J.D. Salinger

Jerome David Salinger ha muerto a los 91 años, tras una larga, silenciosa y misteriosa vida, apartado de la humanidad desde los años 50. Misteriosa para los demás, imagino. Probablemente para él haya sido una vida más, más o menos normal, plena, vivida tal y como decidió vivirla, en soledad y silencio. Atrapando sueños, posiblemente...



El guardián entre el centeno”, una obra maestra y un absoluto e inusual best seller desde su publicación en 1951, le convirtió de inmediato en un escritor de culto, en un “monstruo de las letras” o en un “escritor monstruoso”, eso no queda del todo claro.

Después de esa novela inquietante e impactante, Salinger publicó muy poco. Llevaba desde 1965 sin hacerlo, sin publicar, aunque al parecer siguió escribiendo “solo para él”. Eso se verá algún día, tal vez salgan a la luz nuevas obras, palabras completamente inéditas y muy valiosas.

Se le ha reprochado que fuera así, insociable, ególatra, raro, taciturno, clandestino, siempre esquivo con los periodistas, con los biógrafos, con los editores, que viviera obsesionado de esa manera por el anonimato, que de algún modo se comportara como un eterno y airado adolescente. Tampoco quiso ser fotografiado, apenas se han visto imágenes del autor de “El guardián entre el centeno”, una de esas novelas que marcaron, marcan y marcarán a generaciones de lectores.

Dicen que Salinger era más que un escritor. Tal vez fuera simplemente eso, un verdadero escritor, único e irrepetible, que en su libro más famoso supo describir como nadie las incertidumbres, simplezas y miedos de ese periodo infame que llamamos adolescencia, en un relato repleto de seres fracasados o frustrados.

Salinger más que apartado vivió recluido. Nunca quiso que nadie contara su vida en artículos de prensa o dudosas biografías literarias. Imagino al “héroe” de su novela, Holden Caulfield, y a su autor, mucho más unidos de lo que cabe imaginar. El personaje soñaba con encontrar un apartado refugio en el que vivir “lejos de cualquier conversación estúpida”, y el novelista cumplió a rajatabla esa aspiración.

Después de que su libro se convirtiera en un auténtico superventas, él se marchó a vivir a una casa de campo en Cornish, New Hampshire, la misma en la que pasó la mayor parte de su existencia y en la que ha dejado de existir. Un baluarte en el que vivió como ha muerto, lejos de un mundo y una humanidad que seguramente le asqueaban…



Así comienza “El guardián entre el centeno”, una obra absolutamente imprescindible:



“Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero porque es una lata, y, segundo, porque a mis padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a hablarles de su vida privada. Para esas cosas son muy especiales, sobre todo mi padre. Son buena gente, no digo que no, pero a quisquillosos no hay quien les gane. Además, no crean que voy a contarles mi autobiografía con pelos y señales. Sólo voy a hablarles de una cosa de locos que me pasó durante las Navidades pasadas, antes de que me quedara tan débil que tuvieran que mandarme aquí a reponerme un poco…”

Merece la pena continuar. El libro puede dejar sin aliento a quien lo lee, sobre todo por la inmensa soledad que encierran esas páginas, impregnadas de la lúcida pureza y la siniestra candidez de la adolescencia.

Sin palabras

A veces las palabras se secan en los inexplicables otoños del alma. Caen pesadas, incapaces de volar, de convertirse en la esencia de las hojas, en el rasgo de las páginas, y son incapaces de nombrar los sentimientos o las cosas. Queda esperar que sople una vez más esa brisa que, cuando llega, las lleva y las hace reverdecer, tener de nuevo sentido. Qué extrañas son las palabras, qué difusas, que misterios alados cuando levantan el vuelo. A veces los humanos necesitamos mucho más que palabras para expresar lo que sentimos...



Del mar... (variaciones)



"El mar embravecía por momentos. La luz del amanecer y la costa ya estarían cerca pero la tempestad se anunciaba implacable. Con suerte, en un par de horas arribarían a puerto y podrían escapar a sus feroces envites. Despertó acurrucado en el camastro de su camarote después de un mala noche, de haber soñado con ella una vez más.


Era lo último que deseaba, evocarla, siquiera en las ficciones del ensueño. Se alzó descompuesto, mareado, tiritando, susurrando palabras incomprensibles, febriles y amargas. Miró alrededor, intentando reconocer en la penumbra el lugar en el que estaba. Era el acogedor aposento de su barco, su hogar desde hacía ya muchos meses. No había vuelto a desembarcar desde aquel día, desde que la perdiera…


Se frotó los ojos e intentó despabilar y serenarse. En la pesadilla ella caminaba sobre las aguas mientras él, intentando alcanzarla, daba pesadas y angustiosas brazadas. De tanto en tanto la etérea joven se giraba, miraba sus ojos y le sonreía. Su cabello dorado flotaba ingrávido en el vendaval, los pies acariciaban las crestas blancas de las olas. Su cuerpo pálido y desnudo desaparecía tras las murallas de la marea. Ya apenas podía verla. Un vendaval salado y enloquecedor lo emborronaba todo tras un millón de gotas de espuma de mar inmaculadas.


Volvió a sentir un frío insoportable. Tenía fiebre, seguro, como la primera vez que pensó en ella deseándola. Bajó de la litera con torpeza y desgana. Miró por el ojo de buey, solo niebla y oscuridad. Por un instante creyó distinguir las luces de la costa cercana.


Pensó en los azares que le habían conducido a encontrarla, que rara fortuna o desgracia se la había otorgado para luego arrebatársela. Apuró una taza de café intentando una vez más extinguir ese abrasador desconsuelo, acallar esa maldita ausencia, olvidar el dolor de saber que hubo instantes y lugares en los que se amaron.


Subió al puente sintiéndose incapaz de aceptar una vida sin ella. Saludó con desgana a sus subordinados y tomó de la percha un impermeable amarillo. Se lo enfundó y salió a cubierta. Un escalofrío insoportable estremeció su piel de estambre. Dando unos pasos indecisos se acercó al abismo oscuro y luego, sin un atisbo de duda, se dejo caer por la borda.


El agua no tardó en inundar sus pulmones. Todo acababa ahí. Perdió el sentido lentamente. Dejó de sentir frío, de respirar, y volvió a soñar con ella. La chica tiraba de él con fuerza sin dejar de mirarle a los ojos, sin dejar de susurrarle palabras de aliento, impotente y exhausta. No puedo más, le dijo él rindiéndose a la muerte. Emitiendo un raro gemido la mujer tiró aun con más fuerza del pesado cuerpo. No muy lejos, se distinguía ya el fulgor de un puerto iluminado...


El marino despertó muy aturdido, con el corazón latiendo acelerado. Esa misma mañana embarcaría desde Barcelona rumbo a Cabo Verde, una larga travesía. Se abrazó a ella con urgencia, como un niño temeroso de partir. Pronto se reconfortó en su terso y cálido cuerpo desnudo, en el fragante calor de sus pechos, en su vientre y sus muslos. Ella entreabrió los ojos y una maravillosa sonrisa iluminó su rostro. Se besaron. ¿Qué sucede?, le pregunto en un susurro, ¿no has dormido bien? No es nada, respondió él, solo un mal sueño...".



Elvis en el Tedé...

Este mediodía hemos cerrado el Telediario de las 15h recordando el 75 aniversario del nacimiento de Elvis Presley, el Rey del Rock. Tenía un don para la música, no hay duda. Y se fue demasiado pronto, seguro. ¿Demasiadas experiencias quizás para una sola vida? Tal vez... Nos queda su música y muchas preguntas sin respuesta. Elvis siempre será Elvis... no habrá otro.

David y yo os dejamos hoy dos de sus canciones que más nos gustan.

DAVID elige:


y MARIA se queda con esta versión:


Un abrazo! Nos vemos en los Tedés...

Time

El tiempo que adoramos

"El tiempo, nuestro tiempo, malvive agazapado en los relojes, oculto, sigiloso, inmortal…



Cuando lo miro atrapado en una de esas bellísimas esferas, siento cada segundo como una zancada que me aleja más y más de ti, de forma inexorable. Pasa el tiempo aferrado a las manecillas, prendido de los péndulos, pasa y pasa y pasa, sin borrar nada. No merma esta angustia. Solo pasa. Gira una y otra vez, avanza siempre. Retoza cabrioleando, danzando la monótona coreografía circular de los cronómetros. Pasa dejándote atrás, librándose de mí, de nosotros, apartándonos una y otra vez, llevándose valiosas porciones de nuestras vidas con cada tictac…

Voló con él todo lo que perseguimos, alto e inalcanzable. Todo y mucho más se llevó el avaro tiempo que adoramos. Tú y yo, como amantes centauros alados, empeñados en dominar sus salvajes horas, en detenerlas. Pero estas nos esquivaron o resbalaron por nuestra piel. Se burlaron rodeándonos, sobrepasándonos sin esfuerzo dejándonos abajo, atrás, muy atrás.

Somos gráciles plumas llevadas por el tiempo, no ofrecemos la más mínima resistencia a su fluir. Su ventisca nos hizo tambalear fácilmente. Frenó nuestros pasos un huracán de segundos perdidos, mientras los relojes intentaban hacernos creer que avanzábamos.



Sólo él avanza, contradictorio, perverso, curvilíneo. Sólo él pasa. Sólo él vence. Siempre. No supe prever ni desdeñar sus artificios. Tú y yo, como insignificantes motas de polvo que el viento del tiempo levantó sin esfuerzo para luego dejarlas caer. Mansos, cómo él quería, caímos rendidos, perdidos en sus esféricas y siniestras ambiciones...

Inanimados, como caballetes, miramos los días estampados en rojo y negro en los calendarios, para poder creer que existieron, que existimos. Contamos los meses, las semanas y todos sus insólitos días. Con agujas y jaulas transparentes creímos haber domado al indomable. Lo encerramos sin aire en los relojes para domesticarlo, para fatigarlo y poderlo acariciar sin recibir una dentellada, sin que nos mordiera el corazón, nuestras mejillas, nuestros ojos, nuestras manos, los dedos. Lo desmenuzamos en porciones cada vez menores para poder digerir la indigestión de nada que nos deja, para poder contar cada hora que nos arrebata, cada minuto, cada segundo con todas sus malditas centésimas, milésimas y milmillonésimas...



Intenta verlo pasar. Ahora mismo. ¿Lo ves? Es invisible, caprichoso y mezquino, como casi todos los dioses. Y acaba con todo, con todo lo que puede significar una esperanza, con todos los sueños que llegamos a soñar, con todas las palabras que imprimimos para poder creerlas. Como acabó con nosotros, con este raro amor que tuvo en los relojes a sus mayores enemigos.

¿Sabes?, estoy cansado de deber soñarte, de deber creerte, de deber amarte, de deber arrastrar todo el pasado que apenas compartimos e imaginar ese escueto futuro que nunca llegará. Estoy harto de añorar lo que el tiempo me hizo perder o lo que no pudo traerme, pues la cadencia de tus latidos ya no marca el tiempo de mi vida. Tus afilados minuteros quedaron detenidos, clavados hondo en mi pobre corazón, como saetas ensangrentadas. Creí conocer lo que quería, pero me era completamente ajeno. Desde entonces, amor, cuando miro girar el tiempo en una de esas preciosas esferas, todo lo que no deseo me persigue, me aísla, me horroriza, ¡y es tanto!... Ya no seguiré inventando el tiempo a nuestro antojo, creyéndome capaz de dominar y medir la eternidad de vacío que guardan nuestras horas...".


Presentar un Telediario

Hace unos días alguien me pidió una reflexión sobre lo que, para mi, supone estar al frente de un Telediario...

Lo primero que me vino a la cabeza es que, sin duda, es todo un privilegio poder estar ahí…

Es un trabajo de complejidad y sencillez abrumadoras. Poder contar a millones de espectadores lo que sucede en España y en el resto del mundo, si lo piensas, es un encargo tan extraño como extraordinario, y una responsabilidad que no siempre es fácil afrontar.

Nunca acabas de aprender, nunca estás seguro del todo de estar haciéndolo bien. La experiencia, algo imprescindible ante las cámaras, es un valor en si misma pero nunca parece suficiente toda la que puedas llegar a adquirir, por muchos años que lleves en esto.



Ser presentador o presentadora de los Telediarios requiere templanza, serenidad, seguridad, sobriedad, prudencia, tenacidad, disciplina… Pero por encima de todo, en mi opinión, requiere de enormes dosis de humildad.

Somos solo el último eslabón de una larga cadena de profesionales, no podemos olvidarlo, la que forman todos y cada uno de los compañeros que se ven implicados en la ardua elaboración y emisión de un Telediario. Esta máxima, la de la humildad, jamás se puede dejar de lado cuando te asignan la responsabilidad de sentarte tras la mesa del plató de informativos.



Una vez asumido que tu trabajo depende siempre y por completo de un complicado equipo, y que consiste en conducir en directo el resultado de la suma de sus esfuerzos, entonces te puedes dedicar a llevar a cabo la parte que te toca. Además hay que intentar hacerlo siempre con la máxima eficacia, estés mejor o peor de ánimo, más o menos bien de salud, haya o no problemas en casa o en el trabajo, tengas un buen día o todo lo contrario. Tal vez, eso sea lo más sutil y complicado de nuestra función.

Mantener el nivel un día tras otro, semana tras semana, mes tras mes, pase lo que pase, sin olvidar que somos solo un pequeño engranaje dentro de un gran equipo. Y aunque seamos una de las piezas más visibles de esa maquinaria, jamás debemos caer en la tentación de sentir que nuestro trabajo es más valioso que el de cualquiera de los demás. Nuestra trascendencia e importancia son muy relativas. Nuestra presencia como conductores puede favorecer y dar brillo al producto, pero no somos imprescindibles. Nadie lo es.

El exceso de ego, la soberbia y la prepotencia pueden ser los peores enemigos de la credibilidad de los comunicadores y puede llegar a espantar a numerosos televidentes que no soportan ese tipo de actitudes en las pantallas.

Un Telediario es un programa de televisión, un formato muy experimentado y definido en el que es muy arriesgado innovar y que requiere de una particular puesta en escena, de un decorado, una determinada iluminación, una realización muy concreta, de maquillaje y vestuario muy específicos.

Es un programa en el que por encima de todo deben primar la ponderación y la prudencia. Equilibrio y mesura. Ofrecemos noticias en televisión, contamos lo que sucede, no hacemos espectáculo, no debemos hacerlo, no somos un espectáculo, somos simple y llanamente una ventana abierta a la información.

Una ventanilla abierta a todos, a gente que se engloba en un enorme abanico de edades, niveles culturales y educativos, ideologías y creencias, por tanto uno de nuestros objetivos principales, además del rigor, la ecuanimidad y la pluralidad, debe ser la impecabilidad. Intentando además ser siempre lo más objetivos posible.

Tal vez lo más difícil de nuestra tarea sea precisamente lo que se puede deducir de todo esto. No siempre es fácil conseguir ser siempre impecables, ni cumplir con todas esas expectativas, normas y exigencias manteniendo, constantemente, un alto nivel como periodistas y personas en cierto modo ejemplares.



Todo influye a la hora de narrar lo que sucede, la entonación de nuestra voz y nuestra dicción, el buen uso del lenguaje, nuestra presencia física, nuestra forma de mirar o movernos, nuestros atuendos, hasta nuestros gestos más insignificantes cuentan. Todo puede influir de forma negativa o positiva en la percepción de aquellos que nos buscan y nos eligen para informarse.


Reporteros gráficos...


Fui reportero gráfico durante muchos años, más de quince. En mi alma, mis manos y mi mirada sigue latiendo esa pasión, esa forma de ver y vivir. Una gran fortuna, pues las cámaras fueron siempre mi verdadera vocación. Aun lo son, aunque lleve tantos años al otro lado de los objetivos, delante de ellos.

Algún día emprenderé la tantas veces postergada tarea de reflejar en un libro mis impresiones, vivencias y experiencias detrás de las cámaras, de mis amadas cámaras. Vivir viendo pasar la vida a través de los visores es algo extraño y extraordinario. Tal vez un día...

Hoy quiero compartir con las personas que visitan este blog de los Telediarios el trabajo de un gran compañero y periodista, la página de uno de los reporteros gráficos de TVE, Francisco Magallón.



Aquí os dejo el enlace a su web:

http://www.franciscomagallon.com/

Él, como tantos de nosotros, como tantos reporteros, ha tenido el privilegio (y muchas veces el sufrimiento) de poder vivir en primera línea incontables sucesos y acontecimientos en numerosos lugares del mundo.

Magallón ha sabido y sabe como pocos contar, conmover y denunciar con sus imágenes. En su página hay decenas de magníficas fotografías que son buena prueba de ello.

Por ejemplo las del terrible tsunami que arrasó Indonesia y otras zonas del sudeste asiático hace justo cinco años. También de Darfur, del Congo, de Mauritania, de Afganistán... Por desgracia no faltan lugares para rodar sufrimiento e injusticias en este planeta.

Sirva este post, y el gran trabajo de Francisco Magallón, como homenaje a todos mis colegas reporteros. ¡Sigo siendo uno de vosotros!, aunque un día insólito y lejano me pasara al otro lado. Un fuerte abrazo.




Y un poco de música... tambores lejanos...

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