Comparando a Sinéad
Vestida de cura, ni siquiera de monja.
Alzacuellos y crucifijo. Tatuajes cubiertos por todo el cuerpo. Descalza sobre una alfombra.
Gafas de sol que parapetarían a David Hasselhoff.
Grititos, inclinación espasmódica. Y encima se negó a firmar autógrafos a sus fieles seguidores.
Material más que suficiente para ensañarse de nuevo con Sinéad O'Connor, uno de los más recurrentes juguetes rotos del mundo de la música.
Pues no. Aquí no habrá zurra. No es nuestro negociado.
Sinéad O'Connor, bocazas irredenta, bipolar, ciclotímica, provocadora, polémica, ha estado en La Mar de Músicas de cartagena. Su única actuación en España dentro de su gira europea.
Y ha sido fiel a sí misma, o ese "sí misma" poliédrico e inclasificable que viene siendo desde que las cámaras se fijaran en la arrebatadora belleza vocal y física, belleza pura, airada, belleza soportando un primer plano en aquel brutal Nothing compares to you, escrita por Prince y que ella convirtió en éxito mundial.
Anoche Sinéad, a sus 46 años, volvió a ser ella, no defraudó a sus fieles que no siguen a un éxito comercial ni a una niña mona, sino a una mujer provocadora e impredecible, absolutamente personal. No esperan que sea simpática, ni cercana, esperan sus rarezas o sus obsesiones y Sinéad, cumplió.
Ha hecho discos de jazz, de folk, hasta de reague ( y muy bueno por cierto) y acaba de sacar un noveno disco en el que ya no habla de ella sino que hace crónicas de su sociedad, de su entorno. Un disco con momentos luminosos y con otros afilados como una navaja. Se llama y no en vano "¿Qué tal si yo fuera yo y tú fueses tú?
Cantó temas de ese disco y de su preferido, Theology. Y habló con TVE, con Salvador Sánchez, al que concedió una entrevista cordial y sincera, de esas que no prodiga. En resumen, Sinéad fue Sinéad, la madre Sinéad, la punk Sinéad, la mirada y la voz que siguen atravesando tópicos...
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