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    domingo 26.ene.2020    por Lara López    0 Comentarios

 

Las músicas

Clair-Obscur – Dominique Charpentier

Crickets – Air

Remain the sea – Anoushka Shankar, Matt Robertson y Vanessa Redgrave

Lintukodossa – Milla Viljamaa

La Espuma de los Días – Axel Krygier

Run Run se fue p’al norte – Liliana Herrero

Run Run se fue p’al norte – Sofia Rei y Ángel Parra

Cardo o Ceniza – Silvana Kane

Cançó de Bres per a un dia de pluja – Heura Gaya

All the world is green – Rosemary Standley, Dom La Nena

Picturebook – Nitin Sawhney

Migration of colours (Bulería meets Holi) – Anadi y Debashish Bhattacharya

Los poetas:

Itziar Mínguez  (Lo que pudo haber sido, Huerga y Fierro)

Víctor Angulo (Street view, Sr. Scott)

Alejandro Duque Amusco (Calle del Aire, Ed. Renacimiento)

David Mayor

Pala (Alamar)

Claudia Campos  (Jardín Interior, Ediciones Liliputienses)

Las colaboraciones:

José Miguel G. Acosta La Ciudad Literaria de José Miguel G. Acosta: Calcuta, por Henry Michaux (Un bárbaro en Asia, traducido por Jorge Luis Borges, Tusquets)

José María Pilongo, selecciona un fragmento de El mercader de Venecia, W. Shakespeare

Alejandro Escudero y su pieza de filosofía:

Josep María Esquirol: una filosofía de la proximidad

La filosofía en el siglo XX ha intentado ampliar el concepto de “razón” sumergiéndola en la vida histórica y mundana. Por esta senda transitaron, por ejemplo, José Ortega y Gasset y María Zambrano.

Y el libro La resistencia interior (2015), de Josep María Esquirol, continua esta honda tradición de un modo luminoso e inspirador.

Su punto de partida muestra a la existencia humana en su finitud, es decir, subrayando que está radicalmente a la intemperie, desprotegida, vulnerable. Oscila, entonces, en su itinerario por los procelosos caminos del mundo, entre el absurdo y el sentido, entre el extravío y la orientación hacia metas elevadas. Despunta así una necesidad: encontrar un resguardo, dar con un abrigo o cobijo, por precario y provisional que sea, pues los contratiempos asoman siempre en cualquier recodo de la travesía.

Además, la existencia, cuando cultiva sus mejores posibilidades, cuando logra su auténtico modo de ser, se despliega según dos vectores complementarios: un cuidar y un resistir.

Pero ese despliegue requiere una concreción proporcionada por el contexto, por el estado del mundo en el que la vida, cada vez, se expande y florece.

¿De qué cuidar? ¿Ante qué resistir? Responder a estas preguntas es el propósito del libro.

En la década de los noventa del siglo pasado, Javier Echeverría publicó dos interesantes libros: Telépolis (1994) y Cosmopolitas domésticos (1995). En tanto estamos inmersos en la era digital, la era de la interconexión global a través de las redes telemáticas, se trastoca uno de los tradicionales ejes del mundo: la relación entre lo cercano y lo lejano. En la era de Internet lo cercano se aproxima, pero, en contrapartida, lo cercano se aleja. Este proceso histórico es, desde luego, ambivalente. Tiene un lado positivo, pero, también, otro negativo. Hoy en día una parte significativa de la vida corriente trascurre volcada en los abundantes dispositivos de telecomunicación. Vivimos rodeados de pantallas con imágenes centelleantes que nos atrapan, seducen, capturan. Pues bien, eso ante lo que nos toca resistir es, precisamente, ante las consecuencias negativas de la era digital, con su aceleración extrema, su volatilidad, su frenesí.

¿De qué nos toca cuidar, entonces? De lo asediado y arrinconado por la sociedad del espectáculo y la imagen, por la era del vacío, por el imperio de lo efímero. Es decir, estamos llamados a cuidar de lo próximo, lo sencillo, lo cotidiano (frente al culto a lo lejano y remoto, a la rendición respecto a una celeridad extenuante). Lo próximo está en el borde interior del vértigo de la comunicación telemática, en el repliegue de unas imágenes que hoy lo inundan todo con su magnetismo.  

El libro recorre, con sosiego, una serie de estaciones de lo próximo, de estancias de lo cercano.    

Leemos en él: «El prójimo, la casa, la cotidianidad, el cuidado, son elementos de una filosofía de la proximidad que ha reconocido la experiencia del nihilismo y de la intemperie como fundadoras. Estos elementos de la proximidad se dejan integrar en el sentido de la resistencia. La gente sencilla lo ha sabido siempre: vale la pena resistir. La reflexión filosófica llega tarde -como siempre-, pero llega. Lo que la mueve hace que, sin embargo, no pueda detenerse satisfecha. Inevitablemente se interroga por el diferido sentido de la resistencia. Entrevé que la resistencia tiene todavía más sentido del que parece; entrevé, en la resistencia, una extraña confianza y, entonces, reconoce que ella misma -la reflexión filosófica- siempre ha formado parte de esta resistencia y descubre que la interrogación es también plegaria».

El trayecto dibujado por el libro de Josep María Esquirol culmina abordando dos importantes cuestiones:

Por un lado, señala el proceso de banalización del lenguaje, el cual, hoy, reclama protección. Ante su deterioro y distorsión el lenguaje requiere una especial atención.

Por otro lado, traza un leve apunte sobre la comunidad del nosotros, sobre los vínculos frágiles que nos unen en medio de las peripecias vitales.

Estamos ante un brillante ejercicio de lucidez, de paciencia, de amor por lo cercano. Cuidar y resistir es vivir en una frágil plenitud.

La resistencia interior nos ofrece una escritura tersa, cálida, esponjosa, versátil. Merece la pena adentrarse en sus páginas, respirando con ellas los días y las noches de lo próximo y más cercano, con su riqueza, su sabiduría, su misterio.

Mercader

Lara López   26.ene.2020 08:00    

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