Coraza de Barro. Hasta siempre.
domingo 30.ago.2020 por Lara López 0 Comentarios
En este último Venga la radio, quiero subrayar mi cariño y agradecimiento al profesor universitario y periodista Rodrigo Pincheira A., por la selección de algunas de las músicas de los últimos programas.
A Paloma Zuriaga, Pilar Martín y Javier Hernández, por la libertad de la propuesta. A Luisa Mancebo, por todo.
A los autores, editores, promotores y etc.
A los colaboradores habituales, amigos que siempre han dicho sí sin pedir nada a cambio.
A los amigos menos habituales y siempre presentes.
Al Servicio de producción de RNE, al de Emisiones de la Casa, al equipo de Documentación.
A mis compañeros de A la carta, siempre al quite.
A Manuel García, por esa maravillosa sintonía cuyos derechos nos cedió. A Jota Márquez Cervantes, por ayudarnos en la gestión.
A Joserra Gómez España y Silvia Castelló, por la realización exquisita.
Y, muy especialmente, a los oyentes de RNE, a quienes espero encontrar sábados y domingos, de 06 a 07 am en esta misma sintonía, en Músicas Posibles ( Y con @ChemaLanga y su equipo estupendo, una temporada más, los lunes en @GalloNoCesaRNE )
Ana Lidia Batista propone un fragmento de La inteligencia del alma, de José María Doria
Javier Ruibal nos lee cuatro poemas de Coraza de barro.
José Ángel Esteban lee un poema de Rocío Acebal
Lara, un texto del Palimpsesto Arquitectónico de Alberto Campo Baeza y Lejanas Mareas, de Ricardo Pla.
Samuel Alonso Omeñaca escoge y lee un fragmento de Julio José Ordovás y otro de Rebecca Seal
José Miguel G. Acosta se queda con R. Tagore
Aloma Rodríguez, con Mr. Camping de El niño gusano
Alejandro Escudero, con Ortega y Gasset
Esther Ropón, lee a Óscar Hahn
Stillness of the Holy Place – Akira Kosemura
Hallelujah Junction: VI – John Adams, Gerard Bouwhuis, Cees Van Zeeland
Veni Creator Spiritus - Himno (Modo VIII) – Anonymous, Coro De Monjes Del Monasterio De Silos/Ismael Fernandez De La Cuesta, Ismael Fdez de La Cuesta
The Thoughts of Mary Jane – Nick Drake
Tonada
Vichnaya Pamyat – Homin Lviv Municipal Choir
Ma mère l'oye, M. 60: 5. Le jardin féerique. Lent et grave – Valeria Szervánszky, Ronald Cavaye
Aria di te – Avion Travel
Ten cuidao – Mayte Martín
Died for Love – The Unthanks
Pensión Triana – Javier Ruibal
Ortega y las vanguardias artísticas (Pieza de filosofía de Alejandro Escudero)
José Ortega y Gasset (1883-1955) desde la filosofía de la razón vital estaba siempre atento a los procesos históricos emergentes, esos en los que se aquilata y perfila el futuro de un mundo.
En 1925 se celebró, en el Palacio del Retiro de Madrid, la Primera Exposición de la Sociedad de los Artistas Ibéricos. En ella participaron pintores como Rafael Barradas, Benjamín Palencia y Salvador Dalí, y un excelente escultor como Ángel Ferrant.
Ese mismo año, en la estela de esta exposición pionera, Ortega y Gasset publicó el ensayo titulado “La deshumanización del arte”.
Su propósito era explicitar los principales rasgos que definen el vanguardismo artístico, entonces en plena ebullición en Europa.
Veamos cómo el filósofo madrileño caracterizaba la sinuosa, explosiva y arriesgada aventura del arte de vanguardia.
En primer lugar, destaca que se ha desatado una profunda hostilidad hacia esta peculiar orientación del despliegue del arte.
Leemos en su escrito: «El arte nuevo tienen a la mayoría en contra suya, y la tendrá siempre. No se trata de que a la mayoría del público no le guste la obra joven y a la minoría sí. Lo que sucede es que la mayoría, la masa, no la entiende. Mas cuando el disgusto que la obra causa nace de que no se la entiende, queda el hombre como humillado, con una oscura conciencia de su inferioridad que necesita compensar mediante la indignada afirmación de sí mismo frente a la obra».
El arte vanguardista es especialmente difícil y hermético. Y el sentido de cada obra suya nunca es unívoco. ¿Por qué sucede esto? Porque ha socavado dos principios que han regido el curso del arte de los últimos siglos. Con él se cuestiona tanto el principio de representación (vigente en la moderna definición de belleza) como el principio de expresión (activo en la exaltación sentimental del Romanticismo). Las artes ya ni copian un modelo externo ni reproducen una vivencia interna. Y esto lo descoloca todo y ocasiona un monumental desconcierto.
El arte vanguardista, además, invierte la perspectiva en la que habitualmente se nos ofrecen los fenómenos del mundo y explora la dimensión límite entre lo manifiesto y lo oculto. Por eso es un arte muy exigente con el público que lo recibe.
Este arte, también, está espoleado por un frenético afán de novedad, una obstinada pulsión de ruptura. Y, por eso, apurando su fuerza, pretende borrar de un plumazo, con arrogancia, el conjunto de la tradición artística.
Por sus páginas desfila la música de Debussy o Stravinski, la poesía de Baudelaire y Mallarmé, la pintura de Pablo Picasso, el teatro de Pirandello, la literatura de Proust, Joyce y Gómez de la Serna.
Ortega defiende la pertinencia de este intento, pues el principio de representación y el principio de expresión ya habían agotado lo que pueden dar de sí. Destaca el vigor de sus hallazgos, aunque advierte con lucidez algunas de sus limitaciones.
La segunda mitad del siglo XX supuso el declive del impulso vanguardista. La aventura del arte entró en otra etapa, llena de vacilaciones y ambigüedades. El lugar y el papel del arte en el mundo moderno nunca ha estado meridianamente claro, y esto puede tardar siglos en dilucidarse.
El texto de Ortega todavía hoy nos ayuda a entender un episodio clave del arte del siglo XX. Por eso nos es instructivo, periódicamente, volver a visitar sus páginas. Pero, sobre todo, nos anima a preguntar qué podrá ser aún el arte en el agitado y confuso siglo XXI. Un interrogante complejo que sostiene y atraviesa una y otra vez el mundo del arte.