Leonardo da Vinci y el renacimiento del Valle del Loira
viernes 15.mar.2019 por Ángela Gonzalo del Moral 0 Comentarios
El valle del Loira en bicicleta
(La Loire à Vélo)
Hubo un tiempo en que la capital de Francia estuvo en el Valle del Loira. Era un lugar estratégico, bien comunicado y una zona muy rica. El río era la arteria económica del centro del país , y allí, entre los bosques de Sologne, Francisco I, uno de los reyes más violentos de la historia de Francia, también uno de los más inteligentes, construyó el castillo de Chambord. Fue el inicio del renacimiento francés, impulsado por su admirado artista, Leonardo da Vinci. Este año se cumplen 500 años de la muerte del genio italiano y el valle se vuelca para celebrarlo.
El valle del Loira nos permite adentrarnos en la historia, en un apacible viaje en bicicleta. De los 900 kilómetros de vías ciclistas o pistas poco frecuentadas que recorren el río, solo vamos a realizar unos cuantos kilómetros. Nuestro objetivo son los castillos reales más importantes entre los siglos XV y XVI. Y los hemos escogido porque significó el renacimiento cultural y político de Francia, marcado por dos personajes, uno el rey Francisco I y otro más efímero, pero que fue el alma de ese movimiento: Leonardo da Vinci. Fallecido al poco de llegar a la región, hace ahora 500 años.
Meung-sur-Loire, castillo de obispos
Empezamos nuestro recorrido en Orleans, capital de la región de Centro-Valle de Loira y del departamento de Loiret. Es una ciudad íntimamente ligada a Juana de Arco, donde es muy difícil encontrar algún rincón que no la recuerde. Es además, la puerta de entrada al valle y sus más de 300 castillos.
El primero que encontramos al otro lado del río es el de Meung-sur-Loire, anterior al renacimiento, pero de gran importancia en la historia de la zona. Perteneció a los obispos de Orleans, y tiene dos fachadas, una más austera de carácter defensivo, que sería el antiguo castillo y otra colorida, para resaltar su reconversión palaciega.
Visitamos su sala de armaduras y aquí se nos recuerda que Juana de Arco, cruzó el río por un puente similar al que atravesamos nosotros, tras haberse refugiado en la zona, probablemente donde está el actual hotel Le Relais Louis XI, situado en el Quai Jeanne d'Arc. Durante "la guerra de los cien años", los ingleses se instalaron en el pueblo utilizando el edificio para almacenar comida, para retirarse tras las batallas o curar a los heridos. Nuestra guía, Marie Doràs, nos recuerda que un robot, Walter, ha escondido artefactos actuales que debemos descubrir durante nuestra visita. Nosotros hemos encontrado una pelota de golf, entre el mobiliario antiguo de la vivienda.
El castillo, que ha pertenecido a cinco propietarios, fue construido en 1209, hace 810 años para controlar las rutas comerciales, y rechazar posibles invasiones. En su interior, el obispo ejercía la justicia, por lo que aún conserva alguna mazmorra utilizada para sala de torturas, pero también encontramos habitaciones donde vivieron otros propietarios. Su visita nos permite conocer como era la vida cotidiana de los nobles durante el Renacimiento y en los siglos posteriores. Qué comían, cómo se trataban las enfermedades, las habitaciones de la familia, la cocina, o las diferencias entre los salones de invitados si estaban destinados a hombres o mujeres. Hasta el siglo XVIII, ambos se reunían para jugar juntos, mientras que en el s. XIX, ya se diferenciaban dos salas. En la de los hombres se podía fumar y se hablaba de negocios y en la de las damas bordaban y cosían mientras charlaban.
Alejandro Dumas, también sitúa a d'Artagnan en Meung, en su libro Los tres mosqueteros, que comienza "el primer lunes del mes de abril de 1625, el burgo de Meung, donde nació el autor del Roman de la Rose, parecía estar en una revolución completa..... porque nuestro joven tenía montura... era una jaca del Béam, de doce a catorce años, de pelaje amarillo, sin crines en la cola..... destinada al joven d'Artagnan.... regalo que le había hecho el señor d'Artagnan padre". En el castillo estuvieron los reyes Francisco I y Luis XI, el poeta François Villon, prisionero en sus mazmorras, y el escritor Pablo de Olavide, refugiado durante la época del Terror de la Revolución francesa tras ser condenado por la Inquisición.
Abierto al público desde 1970, actualmente el castillo es privado y los propietarios organizan numerosas actividades, como fuegos artificiales, desfiles con trajes renacentistas, bailes, o una noche blanca especial del Renacimiento. Este año también tienen previsto realizar un recorrido sensorial en la oscuridad, donde ofrecen un vino medieval y degustaciones para despertar el oído, el olor de la época o el gusto. Marie, que ha investigado sobre la gastronomía renacentista, nos explica que en la actualidad no podríamos comer la misma comida, "porque era muy fuerte para nuestros gustos actuales. Comían carnes jóvenes como ternera o aves, especialmente picantón, porque era más suave al paladar, también bolas de carne y preparaban buñuelos a la campesina, queso fresco y queso de brie". También nos descubre que en la Edad Media se condimentaban con más especias y en el Renacimiento con hierbas y se utilizaba zumo de naranja cocinada, porque esa fruta era amarga.
Anualmente visitan el castillo unas 30.000 personas y celebran hasta una Fashion week con trajes históricos y tienen una programación especial en Navidad. Organizan actividades como tiro al arco y batallas con una representación del ejército de Napoleón, otra con mosqueteros y otra con caballeros de Juana de Arco. Dar una vuelta por el pueblo, también es otro atractivo de nuestra visita a Meung-sur-Loire, este municipio situado a orillas del Loira. Se puede dormir en con un patio muy agradable.
Seguimos nuestro paseo por el Loira camino a los castillos reales. Luis XII y Francisco I vivieron en Blois, aunque este último inició la construcción de Chambord. Carlos VIII escogió Amboise y Luis XI Tours.
El Loira es un río de unos 1.000 kilómetros de largo, y el valle centro del Loira, ocupa unos 300, aptos para el cicloturismo -unas veces se circula más cerca del río y otras más lejos- El castillo de Chambord, está un poco alejado.
Chambord, el poder de Francisco I
La imponente silueta castillo de Chambord aparece ante nuestros ojos en un claro del bosque, su majestuosidad se agranda a cada pedalada, mientras nos empequeñece ante su solemnidad. Tiene 426 habitaciones y 282 chimeneas. A pesar de eso, Francisco I solo vivió 72 días de sus 65 años de vida y 32 de reinado.
A pesar de su agresiva política exterior con enfrentamientos bélicos con todos los reyes de su época, (principalmente de Inglaterra y España), como buen renacentista, Francisco I, educado por su madre y apoyado por su hermana, era un rey muy inteligente y sabía de arquitectura. En el castillo se nota la mano de da Vinci, con su escalera de doble hélice, una ingeniosa espiral con dos rampas nos lleva a los plantas dentro de la torre del homenaje. Dos personas pueden subirla, una en cada lado, sin encontrarse del todo, aunque se puedan seguir con la mirada.
Chambord, nos dice Sandra Perrier, "es más un castillo de poder que una casa en la que vivir". Se quedaba muy poco tiempo y con él se movía toda la corte, se calcula que unas 5.000 personas. Así que el edificio quedaba vacío durante mucho tiempo, sin mantenimiento, y sin nadie que lo vigilara. Todos los muebles eran desmontables. Esta costumbre ha comportado que en la actualidad no haya mobiliario en esos edificios. Para Francisco I, lo importante era empezar la edificación, porque sus descendientes los acabarían. "Era un auténtico publicista", nos detalla nuestra guía Sandra, "viajaba para comunicar, para que le vieran y para mostrar su poder absoluto por toda Francia".
No solo se lo demostraba a su pueblo, también a otros reyes. Su mayor rival en la época era Carlos V de Alemania, que le venció en la batalla de Pavía. El monarca francés fue encarcelado un año en Guadalajara, y para quedar libre Carlos le obligó a entregarle a sus dos hijos mayores, -recluidos en España durante 3 años- y a casarse con su hermana Leonor de Habsburgo. La madre de Francisco, la italiana Luisa de Saboya, y la tía de Carlos, Margarita de Austria, intentaron hacer las paces entre los dos hombres. Se conoció como la paz de las damas, y consiguieron un tiempo sin hostilidades entre los dos monarcas.
Chambord fue el lugar escogido para un encuentro entre ambos. El objetivo final de Francisco I era demostrarle su poderío a Carlos. Este vio como en las salas del castillo había unas 300 salamandras esculpidas en techos y paredes. Era su emblema, porque vive cómodo en el agua y en la tierra. La creencia popular también le daba el poder de resistir las llamas. Un animal extraordinario, que merece una corona con el lema "Me alimento del buen fuego, apago el malo". Además todas las coronas que aparecían en las paredes eran imperiales y no reales, con lo que Francisco se relacionaba directamente con Carlomagno, y competía con el emperador español. Fue una batalla simbólica, con la que el rey francés intentaba apabullar al monarca español.
Francisco I soñó el castillo de Chambord. Durante su reinado mandó construir 12 castillos. Sus preferidos eran Chambord y Fointenebleau.
Nos alejamos por el bosque de Sologne, que rodea con su muro todo el recinto. En el interior de este frondoso parque forestal cazaba ciervos, jabalíes, zorros, aves. Una fauna excepcional que todavía sigue presente. A lo que hay que añadir un jardín inglés y jardines franceses. 5.440 hectáreas. En su interior cabría toda la ciudad de París. Dicen que si Francisco I paseara por la floresta ahora, no notaría la diferencia... tan solo el muro, que fue construido siglos más tarde. Bueno, también encontraría algún campo de golf, varios estanques y fincas ecuestres.
Amboise, la ciudad que acogió a da Vinci
El castillo de Amboise, se levanta sobre una colina que domina el río Loira. Carlos VIII es el gran arquitecto al transformar el antiguo bastión medieval en un suntuoso palacio gótico. Los emblemas de Carlos y su esposa Ana de Bretaña, marcan todo el edificio. La espada de fuego de él y el armiño de ella. El rey no pudo ver su obra terminada, ya que se golpeó la cabeza en un dintel de la puerta del castillo y murió de un derrame, con 28 años en 1498. Al morir sin descendencia, le sucede su primo Luis XII, que se casa con la viuda e instala su residencia en Blois. Francisco I pasó su infancia en este castillo.
Sobre sus murallas se extiende una amplísima zona verde, el jardín de Nápoles, un parque y se disfruta de unas fantásticas vistas sobre el río y el pueblo medieval. Destaca el patio interior, los jardines románticos ingleses, los tragaluces renacentistas y góticos, la fachada de Carlos VIII y el cedro del Líbano plantado en 1840. Entre sus paredes vivieron Ana de Bretaña, Francisco I, Catalina de Medicis y Leonardo. En sus salones bailaron, se recitó poesía y se escuchó música de artistas. El castillo de Amboise está intimamente relacionado con Leonardo da Vinci. Se dice que era un hombre con mucha energía y que organizaba actos para fiestas, conciertos y banquetes.
La salida se realiza bajando por la rampa de la torre de los Mínimos, por donde entraban o salían las caballerías. En el exterior, ya en la calle su vista imponente, domina el pueblo de Amboise. Espectáculos nocturnos.
Actualmente solo podemos ver una quinta parte del palacio construido por Carlos VIII, ya que gran parte del edificio se destruyó debido al abandono y ha demoliciones históricas. En la capilla gótica de San Huberto, se encuentra la tumba de Leonardo da Vinci, que se instaló allí después de recuperar sus huesos esparcidos por el palacio. Paradójicamente murió sin tener el reconocimiento que se le otorga en la actualidad.
A unos pasos, está la mansión de Clos Lucé, donde Leonardo vivió los últimos tres años de su vida. El edificio está dedicado en exclusiva a su ilustre húesped. Francisco I, lo nombró "primer pintor, ingeniero y arquitecto del rey". El edificio de ladrillo rosa, muestra sus talleres, la habitación en la que murió, la cocina o algunos detalles íntimos del artista italiano.
Allí se exponen... y se pueden tocar, varias reproducciones de máquinas y creaciones surgidas de la creatividad del genio renacentista. En el parque está el helicóptero que imaginó, la hélice voladora, el cañón, el tornillo de Arquímedes.... Y para acabar la visita, en el patio del mismo castillo, en la terraza Renaissance, en medio de todas esas quimeras davincianas, se pueden degustar unas exquisitas recetas del renacimiento en el Auberge du Prieuré, por supuesto adaptadas por el maitre Sieur Ausin a los gustos actuales.
Blois, castillo de reyes
En las aguas del Loira vemos reflejada la silueta del castillo de Blois, donde nacieron muchos príncipes... y paradójicamente se gestó el fin de la dinastía Valois. Residencia favorita en el renacimiento recoge en un solo lugar, la historia de la arquitectura real francesa. Fachadas góticas, renacentistas, clásicas.
Y allí descubriremos sorprendentes dramas, intrigas palaciegas, secretos de la corte de Francia y juegos de poder. En este castillo se decidió el destino de 7 reyes y 10 reinasEn 1588, en medio de las batallas de reformistas y contrareformistas, Enrique III, convocó los Estados Generales en Blois, donde preparó el asesinato del duque de Guisa, jefe de la Santa Alianza Católica, principal facción adversaria de la monarquía. Era una noche lluviosa de diciembre de 1588. Poco meses más tarde el propio rey moriría asesinado por un fraile, tan solo unos meses después de la muerte de su madre, Catalina de Medici. Sin descendencia, con él acabó la dinastía de los Valois y llegaron los Borbones. Catalina ya intuyó ese final, alertada por su astrólogo particular que le advirtió de los malos augurios que comportaría la muerte de los Guise.
Unos sangrientos acontecimientos que se pueden revivir en un videomapping diario durante los meses de abril a octubre. Las proyecciones sobre esta época de la historia de Francia, utilizan todas las fachadas del castillo e impresiona su realismo, y la mezcla de luz, sonido e imágenes. Un auténtico espectáculo visual.
Con esa impactante escenografía en la retina, continuamos nuestro viaje en bicicleta disfrutando del paisaje cultural del Loira, el río que ha vertebrado históricamente el centro de Francia.....