Notre Dame, la catedral que perdimos
martes 16.abr.2019 por Ángela Gonzalo del Moral 0 Comentarios
La catedral de Notre Dame de París no se ha perdido para siempre, pero sí ha sufrido graves daños, tras el incendio que sufrió ayer. Ubicada en la isla de la Cité, en medio del río Sena, la Catedral de Notre Dame comenzó a construirse en 1163, pero las obras acabaron en 1345. Ahora, casi 900 años después, un incendio ha provocado parte de su destrucción. Pero vale la pena recordar la grandeza de este monumento histórico que ha convivido con París, sobreviviendo a todos sus avatares históricos.
Su construcción se inició cuando la ciudad resurgía económica y políticamente, y cuando el clero urbano comenzaba a tener una gran influencia, lo mismo que la burguesía adinerada. Como todas las catedrales góticas era un símbolo de prosperidad. El lugar escogido para su construcción ya había acogido otros edificios religiosos de la época celta, romana y la basílica de Saint-Etienne, la primera iglesia cristiana de París. Dedicada a María y de estilo arquitectónico gótico, atrae a unos 14 visitantes cada año. Las dos emblemáticas torres que presiden su fachada miden 69 metros de altura, mientras que la desaparecida aguja, instalada en el siglo XIX, alcanzaba los 93 metros.
De su construcción destaca la fachada principal, que presenta un conjunto proporcionado con gran riqueza de detalles. Este grupo monumental destaca por el rosetón (que ha quedado intacto) y las 3 puertas: de la Virgen, del Juicio Final y de Santa Ana. Sobre ellas está la galeríia de los reyes, formada por 28 esculturas de los reyes de Judea e Israel, aunque fueron destruidas durante la Revolución francesa por considerar que representaba a los reyes de Francia.
Este incendio no es la única afectación del edificio, que ha sufrido alteraciones a lo largo de los siglos, como en el XVII, cuando reinaba Luis XIV, que se retiraron sepulcros y vidrieras para sustituirlos por elementos típicos del barroco. Durante la Revolución francesa, se destruyeron varias partes y robaron algunos de sus tesoros acabando convertida en un almacén de alimentos.
En su interior se preservaban tres reliquias de Cristo, la corona de espinas, un clavo y parte de la cruz y también acogía una capilla de la Virgen de Guadalupe. El rey Luix IX llevó la corona a la ciudad en 1238 y junto a ella estaba la túnica de San Luis. Las llamas devoraron la armadura de madera de más de 100 metros de largo conocido como "el bosque" debido "al gran número de vigas que hubo que utilizar para instalarlo, cada una procedente de un árbol". Se dice que para su construcción se talaron unos 1.300 robles.
El interior destaca por la luminosidad que aportan sus ventanales con bóvedas y tracerías muy simples y una decoración escultórica de capiteles y elementos ornamentales vegetales. Preside el centro del ábside, la Piedad, esculpida por Nicolas Coustou, en el siglo XVIII y destaca la sillería del coro y los rosetones medievales. Uno de sus objetos más característicos son los tres vitrales, con formas de rosa, que se instalaron en las fachadas norte, sur y oeste, algunas partes eran originales y otras se habían restaurado.
Patrimonio de la Humanidad desde 1992, tiene el órgano principal, obra de Aristide Cavaillé-Coll, una caja adornada con autómatas. Con cinco teclados y 8.000 tubos es el más grande de Francia, data del siglo XVIII y fue restaurado en 2013. Junto a la catedral hay un medallón en forma de Rosa de los Vientos que señala el "punto cero" de París.
Unos de los objetos más característicos son sus gárgolas, añadidas en el siglo XIX que tienen la función de evacuar el agua de los tejados durante las lluvias, aunque han sido protagonistas de numerosas leyendas. Algunas de ellas explican que cuando quemaron en la hoguera a Juana de Arco, las gárgolas despertaron y sobrevolaron París para vengar su muerte. Se hicieron famosas después de que Víctor Hugo, escribiera la historia de El Jorobado de Notre Dame en la novela Nuestra Señora de París, ambientada en la Edad Media y que cuenta la desdichada historia de amor de Quasimodo con la gitana Esmeralda.
Así la definía el escritor: "Y la catedral no era sólo su compañera, era el universo; mejor dicho, era la Naturaleza en sí misma. Él nunca soñó que había otros setos que las vidrieras en continua floración; otra sombra que la del follaje de piedra siempre en ciernes, lleno de pájaros en los matorrales de los capiteles sajones; otras montañas que las colosales torres de la iglesia; u otros océanos que París rugiendo bajo sus pies. (Víctor Hugo, Nuestra Señora de París, 1831).
En su interior se vivieron momentos importantes de la historia de Francia, como la beatificación de Juana de Arco (1909), las coronaciones de Enrique VI de Inglaterra (1429) y Napoleón Bonaparte (1804) y se celebró la despedida religiosa del expresidente Charles de Gaulle. Tras la revolución francesa sufrió la profanación de la imaginería religiosa, destruyendo parte de sus obras de arte.
El histórico edificio ya había superado varias obras de restauración a lo largo de su vida. A mediados del siglo XIX y durante más de dos décadas fue restaurada por Eugène Viollet-le-Duc, que le añadió la aguja central, colocaron un rosetón al sur y se reconstruyeron todas las capillas interiores y los altares y se añadieron numerosas gárgolas que han acabado configurando su característica imagen. En el período de la Comuna de París, casi fue incendiada.
En 1963 se retiró hollín de la fachada, otorgándole su color original y entre 1991 y 2000 se realizaron varias tareas de limpieza y restauración. La última, iniciada en abril de 2019, es la que ha provocado el incendio que ha supuesto la pérdida de gran parte del edificio.
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