Viajando con Chillida por España
miércoles 17.abr.2019 por Ángela Gonzalo del Moral 0 Comentarios
Cuando Eduardo Chillida realiza sus primeras obras en 1951, empieza a trabajar con el hierro, un material de raíz lumínica y telúrico. Decía que no podía trabajar con el mármol, porque estaba vinculado a la luz blanca del mediterráneo y el sentía que no pertenecía a esa luz, sino a "la luz oscura, que es la luz de toda la costa atlántica". El hierro es tierra y cielo, luz y terruño, por eso sus trabajos iniciales fueron en una fragua de Hernani. Para moldear ese material que vino del cielo fraguado en el calor producido por el rozamiento de los meteoritos con la atmósfera. Un material cósmico. Ideas recogidas en el catálogo Platón y los pájaros de Germán Huici, donde expone que Gaston Bachelard decía que las esculturas de Chillida eran "la música que surge del ruido".
Era un escultor que relacionaba la capacidad física y el arte, el cuerpo del artista integrado en su obra, algo que tiene que ver más con la escultura que con la pintura. Artista de muchas simbologías, basadas en la tierra, nunca realizó réplicas, aunque sí variaciones, trabajó pincipalmente el metal, la piedra o el cemento, buscando esa relación ancestral entre espacio, ser humano y entorno.
Por ese motivo su obra funciona en lugares tan dispares como Chillida Leku, San Sebastián, Tokio o Irán. El Museo de Hernani abre sus puertas el 17 de abril, tras permanecer cerrado casi una década. Un buen momento para visitarlo y disfrutar de su imaginario. En los jardines y bosque que rodean al caserío Zabalaga del siglo XVI, sus obras son como semillas, que surgen de la tierra y se unen en simbiosis con el entorno, relacionándose con el espacio para el que los pensó el escultor. Una comunión entre presente y pasado que pervive en el futuro.
La exposición inaugural, Eduardo Chillida. Ecos, incluye obras que abarcan desde finales de la década de los cuarenta hasta el año 2000, y profundiza en el desarrollo creativo del artista, el uso de materiales y la evolución de sus ideas a lo largo de su vida. Se pueden ver obras de hierro, granito, yeso y papel, en series significativas como las Gravitaciones (esculturas de papel donde el relieve y el vacío cobran especial importancia) y las Lurras (elaboradas con tierra chamota).
Muchas obras de Chillida permanecen en colecciones privadas, pero también esculpió otras que pueden disfrutarse en muchas ciudades, principalmente españolas. Su obra se introduce en los espacios abiertos de esas urbes. Su Lugar de encuentros cuelga en uno de los puentes que cruzan la avenida de la Castellana de Madrid, los Peines del viento se abren como interrogantes dirigidos al mar de San Sebastián, la Plaza de los fueros en Vitoria se configura como uno de sus grabados, la plancha de acero Lo profundo es el aire dinamiza el muro del museo de Escultura Española del siglo XVII en Valladolid; su Topos V se abre en la Plaza del Rey en el barrio gótico de Barcelona. Como una ermita abierta en su tejado está la Casa de Goethe en Francfurt; como un barco varado mirando al árbol mítico su Gure Aitaren Etxea en Guernica; o como un abrazo su Tolerancia en los Muelles de la Sal en Sevilla; o Besarkada en Lausana; su última gran obra Berlín está en la entrada de la Cancillería.
Gure Aitaren Etxea (Guernica)
La música como construcción de tiempo y espacio. En Guernica, donde los bombardeos rompieron con esas dos dimensiones, Eduardo Chillida, instaló 50 años después Gure Aitaren Etxea (la casa de nuestro padre), un memorial a las víctimas. A 200 metros del árbol de Gernika. "Tiene la forma de una proa abierta para testimoniar la voluntad de avanzar del pueblo vasco", explicaba Chillida ante su obra. Concibe esta escultura como una casa y un barco abiertos, un espacio que se activa extraordinariamente al bordear la escultura. Muros abiertos por un enorme hueco que representa la ventana que comunica con el árbol y una estela funeraria de acero instalada en uno de los muros de la obra, un símbolo de paz, que según el escultor "trata de establecer un contrapunto con el árbol de Gernika, un diálogo con el entorno", ese eje de referencia sobre el que gira su obra.
El peine del Viento (San Sebastián)
"El peine del viento es una interrogación sobre el futuro, un homenaje al viento, al que admiro mucho, y a mi pueblo, el donostiarra", decía Eduardo Chillida, mientras recordaba como iba de pequeño a la playa para otear el horizonte y saber de dónde procedían las olas. En San Sebastián está su obra más conocida y emblemática El peine del Viento, un conjunto de tres esculturas de acero instalado en un extremo de la bahía de La Concha. Las olas, el mar y el viento se funden con las esculturas. Pesan 10 toneladas cada una y están incrustadas en unas rocas azotadas por el Cantábrico. Quedan recogidas pero sin evitar el raso, mientras son abatidas por los encolerizados elementos de la naturaleza. Desde su instalación se ha convertido en una seña de identidad de la ciudad guipuzcoana.
Las tres grandes esculturas, de dos metros de altura cada una, forman parte de una serie de piezas que el artista inició en 1952 tras regresar de París y aúna la labor de todos los que colaboraron en su creación. Peña Ganchegui diseñó la plaza que culmina en las tres esculturas. El arquitecto integró en la abrupta orografía de la costa, una serie de plataformas, gradas y espacios con adoquines de granito rojo de Porriño. En el pavimento pueden apreciarse una serie de surtidores a través de los cuales, los días de fuerte oleaje, brota con fuerza aire con salitre.
Elogio del horizonte (Gijón)
Foto: Cuaderno de Cultura Científica
En la costa cantábrica se alza su Elogio del horizonte, un encofrado de hormigón de 10 metros de alto, situado en Gijón. Diez metros de alto y 500 toneladas, hacen frente también a los elementos desde el Cerro de santa Catalina. Son dos pilares que actúan como soportes de una elipse abierta. Dos brazos desnudos y fríos parecen acoger a un cuerpo liviano que quiere volar. El cielo es el techo, en cuyo interior suena la música del viento cuando choca contra las piedras. Chillida intervino en cada una de las etapas del proceso y a pesar de ser de hormigón, la escultura es un elogio a la naturaleza, con un monolito abierto que se conecta a la tierra. Es como un refugio, con una ventana abierta al mundo y las puertas abiertas para cobijarse del viento.
Porta da música (Santiago)
La cuarta escultura de Chillida que encontramos en el norte de España es Porta da música, en Santiago de Compostela. Una ciudad clásica con una obra moderna. Otro de los lenguajes que utiliza el escultor vasco para que dialoguen sus esculturas. Tiene forma de puerta entre cuyos márgenes se encuadran las torres de la catedral compostelana, visible en el horizonte. Está creada así para que la fuerza del viento proyectada sobre la pieza produzca un armonioso sonido. Con esta obra, el artista le rinde homenaje no sólo a la catedral, sino también al Camino de Santiago, que penetra en el casco viejo de la ciudad unos metros más abajo del emplazamiento de la escultura. Situada en el parque de Bonaval, en el casco viejo compostelano conjuga tradición y modernidad.
Homenaje a Jorge Guillén (Valladolid)
Dirigiéndonos hacia el centro de la península, otra ciudad mantiene diálogos entre la historia y la modernidad. En Valladolid, junto al colegio de San Gregorio, en la calle Cadenas de San Gregorio, el artista ofreció su Homenaje al poeta vallisoletano, Jorge Guillén. Al contrario de otras obras al aire libre, y como la de Santiago, esta es una escultura intimista. Pegada junto al muro, en un espacio compartido por un banco de piedra y una frágil encina, confiere un contrapunto efímero y poético. Pertenece a la serie Lo profundo es el aire y se inspira en los versos que Guillén dedicó a su ciudad. En esta obra establece los límites espaciales mediante formas que se ensamblan, se funden y se complementan, delimitando con nitidez la materia y el vacío, y aludiendo al aire y al viento, los dos elementos que le dan significado a su obra a cielo abierto. Es un muro metálico entre los que discurre la añoranza de Guillén por su ciudad y en el que dialogan el pasado, presente en el muro de piedra de la capilla del siglo XV y la textura oxidada del XX. Curiosamente fue en la capital castellanoleonesa, donde se truncó la carrera futbolística del escultor vasco.
La Sirena Varada (Madrid)
En Madrid encontramos bajo el puente que une Juan Bravo con Ruben Darío sobre el Paseo de la Castellana, la Sirena varada. Esta obra de más de 6.000 kilos está suspendida por cuatro gruesos cables de acero. Chillida decía que "el hombre vivo, hace viva la materia". Pertenece a la serie "Lugar de encuentros", y es una obra colgada en el aire que no se mueve, una inmovilidad que debe romper el espectador al mirarla desde diferentes puntos, al pasar por debajo de ella y dar vueltas a su alrededor.
El autor explica con estas palabras el sentido último de su obra. "Al hormigón llego como siempre, por el problema de análisis espacial. Con este material se habían hecho muchas cosas, pero nunca se le había suspendido en el aire, lo cual contradice todas sus leyes. El asunto vino en función una vez más de una visión que tuve de una grúa en acción: el espacio cambia cuando un objeto está en el suelo o cuando es levantado; el peso levantado cambia la acción del espacio. […] Con el hormigón, en concreto, me interesaba producir una rebelión a partir del peso. En cuanto a la forma, el tema requiere un espacio interior muy definido y muy amplio. Yo no hago sino colaborar con esa función ascendente, que es como la de un globo. En cierta manera estas esculturas tienen pulmones; creando un vacío dentro que tiene una función ascendente".
Monumento a la tolerancia (Sevilla)
En Sevilla el escultor guipuzcoano instaló su Monumento a la torelancia, junto al muelle de la Sal. Financiada por la Fundación Amigos de Sefarad, está junto al paseo de Colón, el puente de Triana y el río Guadalquivir y fue inaugurada coincidiendo con la Exposición Universal de Sevilla en 1992. La obra conmemora el edicto de Granada por el que los Reyes Católicos expulsaron a los judíos de todos sus reinos, y recuerda la ejecución de cinco miembros de una familia de aquella época. La obra está formada por dos piezas de acero enfrentadas, con la que el artista trata de reflejar el diálogo. Chillida dijo que "la idea del monumento es que algún día en Sevilla, el pueblo judío, el árabe y el cristiano volvieran a darse la mano". La obra, de grandes dimensiones -5 metros de alto y 12 de largo- da la espalda al río y al castillo de San Jorge (antigua sede de la inquisición en la capital andaluza) y mira a la ciudad, como si pretendiera acogerla con los brazos abiertos.
Elogio del agua (Barcelona)
Otro elogio a otro elemento de la naturaleza lo encontramos en el parque de la Creueta del Coll en el distrito de Gracia de Barcelona. En esta antigua cantera reconvertida en parque instaló en 1987 su Elogio del agua. El bloque de hormigón pasa a tener un dinamismo al ver sus tres grandes garras alargarse para tocar el agua. El artista quería que, como el mito de Narciso, la obra se reflejase en el agua, y resalta que "yo hago la mitad de la escultura y la otra mitad la hace el agua". El Elogio del agua es una obra en hormigón que juega con su reflejo en la plancha de agua del parque a la vez que se sostiene de dos cables como sus gravitaciones, esos papeles colgados de dos cuerdas, que conforman en vez de un dibujo, un relieve en papel. Esta escultura coincide en el tiempo con la aparición de sus excelentes piezas en papel. La parte superior, definida por las líneas rectas y geométricas, se combina con una parte inferior cargada de curvas y concavidades en forma de grandes garras que parecen querer tocar el agua. En la ciudad condal tiene dos obras públicas más, Topos V, situada en la Plaza del Rey y Barcelona 1998, en la Plaza de los Ángeles.
Lugar de encuentro (Ciudad de Palma)
Y acabamos de nuevo en el mar. Lugar de encuentro en la Rambla de Palma, es una obra en la que conviven el arte y la ciudad mallorquina. Se trata de otra escultura de gran volumen con huecos o entradas para que los ciudadanos puedan jugar con la obra, dando una sensación de temporalidad. Son tres "Y" en forma de horquillas invertidas, que se apoyan en un equilibrio aparentemente inestable construyendo un espacio interno, un lugar de encuentro. Su contacto con el suelo es mínimo y su punto de apoyo son los tres vértices de cada Y. Porque un lugar de encuentro es pasajero, de corta duración en el que aparece un lugar interior, una cueva o un escondrijo.