Anís El Mono, 150 años ligado a Badalona
sábado 22.feb.2020 por Ángela Gonzalo del Moral 0 Comentarios
Durante muchos años el puerto del municipio barcelonés de Badalona olía a anís, un olor empalagoso que, casi un siglo después, todavía permanece. Antes lo provocaban una treintena de destilerías de anisados. Ahora el olor es más suave y agradable, y lo produce una sola factoría: Anís del Mono.
Fue la primera que se instaló en el muelle betulense y la única que ha mantenido la producción ininterrumpida a lo largo de 150 años. Una joya del modernismo catalán industrial, considerada patrimonio artístico de Badalona y una de las pocas fábricas legendarias que siguen funcionando.
Nos situamos al final del pont del petroli, un antiguo pantanal de carga y descarga de barcos, hoy en día convertido en un puente de entrada al mar. Desde su mirador observamos el Mediterráneo y enfrente la playa.... junto a ella aportando sus notas aromáticas, la histórica destilería. Inalterable, como testigo del tiempo y de la historia de esta ciudad costera. Una zona de esparcimiento que comparten bañistas, pescadores de caña, corredores, piragüistas, y ciudadanos paseando a cualquier hora del día.
Detrás de la botella adiamantada que ha impuesto el ritmo de muchos villancicos en las celebraciones familiares navideñas, hay una crónica empresarial desconocida para muchos. Su imagen permanece inalterable desde hace casi un siglo.
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Antonio Guillén, director-gerente de Anís del Mono, nos recuerda que comenzó a comercializarse con el nombre "Anisado refinado Vicente Bosch". Primero fue vendido a granel, pero su propietario, un empresario visionario, no dudó en darle una imagen de calidad a su producto. Buscando una bebida energética para que los trabajadores rindieran mejor... comenzó la historia de un anís y una botella.
A principios del siglo XX las familias burguesas catalanas pusieron de moda tener animales exóticos en sus casas de campo. Vicente Bosch i Grau pensó en diferenciarse de ellos y compró un mono en Sudamérica. Un mal entendido hizo que le llevaran unos 70, que cedió al zoo de Barcelona. Uno de ellos se quedó en la fábrica. Todos se referían a esta destilería como "la fábrica que tiene el mono".
Su propietario aprovechó la popularidad para ponerle nombre a su marca de anís embotellado. En aquella época, en que había un alto índice de analfabetismo, la manera más rápida de identificar un producto era mediante imágenes de animales. Las empresas aniseras de Badalona mostraban sus figuras en los envases, y no eran las únicas. Anís del Tigre utilizó un felino que atacaba a un mono. Así de feroz era la competencia.
Además era un momento en que los hombres de negocios debatían en los cafés las teorías de la evolución de Darwin. De hecho el rostro humanoide del primate que aparece en la etiqueta es bastante parecido a la imagen del naturalista inglés. Bosch, un empresario visionario, aprovechó la controversia para publicitarse.
No acaban ahí las anécdotas relacionadas con esta conocida marca. Había que diseñar una etiqueta. El papel cuché le daba una imagen de calidad, y además es complicado escribir sobre un color dorado. Buscando alternativas que no encontraba en España, en París una imprenta que puede darle todo el poder de atracción que buscaba. Pero la empresa se equivocó en una palabra "Destillacion". Ciento cincuenta años más tarde se mantiene el error gramatical, que no solo ha personalizado la etiqueta, sino que ha evitado el fraude, dado que en la mayoría de los casos, los defraudadores escriben la palabra en 'perfecto' castellano.
Antes ya había decidido algo que resultó decisivo: encontrar un envase que también le diferenciara del resto. En un viaje a París, en la plaza de la Vendôme, compró un perfume de mujer, que estaba envasado en una botella adiamantada. Y convenció al propietario con una teoría muy particular. "Usted perfuma por fuera y yo puedo perfumar por dentro". De este forma consiguió poder fabricar una botella que acabaría convertida en un icono popular.
Anís 'El Mono', arquitectura y arte
Foto: web Museo Reina Sofía
Dejamos el pantanal sobre el mar, atravesamos el paseo y visitamos la fábrica. Su característico aroma anisado, nos acompaña durante todo el itinerario. Entramos en un túnel del tiempo que nos lleva a la época de esplendor industrial de la Cataluña modernista de principios del siglo XX. El recorrido por sus instalaciones nos descubre un sistema de producción artesanal que perdura desde hace 150 años. Destaca la sala de destilación, la recepción, la biblioteca, el laboratorio y el despacho del gerente. Parados en el tiempo.
Esta bebida espirituosa de alta graduación se extrae de la matalahúva o grano dulce y el anetol, que le dan el sabor y olor a la bebida.
En la entrada de las oficinas nos reciben tres cuadros modernistas del gran artista catalán, Ramón Casas, que ganó un concurso de carteles publicitarios organizado por el empresario en 1897. Diseñó La Manola, una mujer vestida con mantilla que lleva a un mono cogido de la mano. El título: "Mona y mono".
Foto: angelaGonzaloM
A lo largo de la historia muchos artistas se han sentido atraídos por la marca para realizar sus obras de arte. Juan Gris pintó la obra La botella de anís, en 1914, que se puede ver en el Museo de Arte Reina Sofía. Un collage en el que envía un doble homenaje: a los padres del cubismo (Picasso, Braque y Gris) y a las ciudades de Badalona, París y Madrid. Picasso incluyó este envase en una de sus composiciones pintada en Horta y el mexicano Diego Rivera, utilizó este motivo en varias ocasiones. Grandes artistas como Dalí o Gironella hicieron aparecer el singular envase en sus obras.
El emprendedor Vicente Bosch, muy interesado en potenciar su marca, fue el primer empresario en colocar un cartel luminoso en la Puerta del Sol de Madrid y en la plaza de Cataluña de Barcelona.
Sus casi 100 años de historia lo han convertido en un producto familiar, relacionado con vínculos emocionales y fiestas entrañables como la Navidad. Una de las tradiciones más arraigadas es rascar la botella con un metal. Ahora hay hasta una app.
El 50% de la producción de esta bebida espirituosa se consume en repostería. Según un estudio realizado entre consumidores, el bebedor de anís es muy fiel a su marca y no la cambia nunca. Ninguno de ellos llega a la petición que en 1903 realizó el explorador francés Jon que escribió una carta a Vicente Bosch pidiendo 125 litros de anís para conseguir la energía suficiente que le ayudara en su expedición a la Antártida.
Exposiciones, libros y visitas guiadas
Para conmemorar el 150 aniversario de la fábrica se ha preparado una muestra itinerante, "El diamant de Badalona" que estará en el Museu de historia de la ciudad hasta el 15 de marzo, y posteriormente viajará al Puerto de Santa María, sede de Osborne, propietaria de la empresa desde 1975, después de adquirirla a los descendientes de Vicente Bosch.
La Fundación Osborne también ha editado un libro sobre la historia de Anís del Mono con recopilaciones de su impresionante archivo, profusamente ilustrado con fotografías inéditas de Antonio Guillén. La obra repasa la historia de la marca, explica el método de obtención del anís y reivindica la importancia y el legado de esta singular factoría badalonesa.
Desde hace años, el Museu de Badalona organiza visitas guiadas a la fábrica. Al principio fue un reclamo para los badaloneses, que querían conocer en primera persona el edificio y el destilado que ha llevado el nombre de la ciudad por todo el mundo. Pero aumenta el número de turistas nacionales y extranjeros que visitan la factoría. En la característica etiqueta hexagonal lleva escrito desde hace casi 100 años el nombre de esta ciudad catalana.
Salimos de nuevo al paseo marítimo y a pocos metros de la fábrica, junto a la entrada del Pont del Petroli, encontramos una de las esculturas más fotografiadas de los últimos años y que sin duda se convertirá en un símbolo más de Badalona.
Es una figura de bronce esculpida en 2012 por la artista Susana Ruiz, de 200 kilos, que representa la figura sentada del emblemático mono, observando la característica botella de uno de los anises más conocidos del mundo. En esa relación directa con el mar está también su alma exportadora que lo ha llevado a todos los continentes, especialmente a Europa, Latinoamérica, Estados Unidos y Asia.
* La manera más fácil de acceder a la fábrica Anís del Mono desde Barcelona es en tren de cercanías, que tiene la parada a unos metros de la factoría. Solo se puede visitar con reserva del Museo.