Palma de Mallorca y el color del modernismo
viernes 22.ene.2021 por Ángela Gonzalo del Moral 0 Comentarios
Palma es una ciudad para visitar en cualquier época del año. Os proponemos una ruta por sus edificios modernistas, quizá la Palma menos conocida, pero seguro que es la más sorprendente. La mayoría de los edificios fueron construidos en las primeras décadas del siglo XX y llenaron de color y singularidad diferentes calles del centro histórico. A partir de la ciudad el modernismo se extendió por toda la isla.
Una manera práctica de disfrutarlos es sentándose en una plaza, en un restaurante o café para encontrar los múltiples detalles que adornan estos edificios que muchas veces se encuentran por sorpresa cuando se pasea por la zona antigua de Palma.
A principios del siglo XX, dos arquitectos iban a realizar pequeños retoques en una ciudad marcada por una sociedad muy clasicista y conservadora: Lluis Domènech i Montaner y Antonio Gaudí.
Aunque tenían buena relación personal y profesional no llegaron a coincidir en la ciudad, pero ambos pusieron la base de una transformación social y arquitectónica de la capital balear. Se enfrentaron a retos muy parecidos aunque en edificios totalmente diferentes.
Domènech i Montaner construyó el primer edificio modernista de la capital balear: el Grand Hotel. Gaudí, transformó el interior de la vieja catedral. Al primero lo aceptaron por curiosidad, al segundo lo criticaron casi sin piedad. En Palma a principios del siglo XX romper con la tradición arquitectónica era todo un riesgo, como nos explica nuestra guía, María Magdalena Sureda, que cree que quien más arriesgaba era el promotor, que se atreve con un arte totalmente revolucionario.
En 1903 Lluis Domènech i Montaner dejó su huella en Mallorca con la construcción del primer edificio modernista de la isla: el Grand Hotel, pionero de la industria turística y hotelera de gran lujo en las Baleares. La sociedad palmesana quedó asombrada por sus innovaciones. nunca vistas en la ciudad hasta entonces: ascensor, calefacción de vapor y electricidad. Aseguran que en aquellos años la gente tenía miedo de acercarse hasta el lugar ante el temor de que explotaran las calderas.
Su inauguración fue un acontecimiento histórico. Constaba de cuatro pisos, porche, azoteas, patios, jardín, lavanderías, dos pozos. En la planta baja los comedores decorados con obras pictóricas de Joaquim Mir y Santiago Russiñol. Asombraba su mobiliario, la cubertería, la ropa de cama.
Foto: twitter @Museo_Turismo
Seguramente Frédéric Chopin y George Sand se habrían llevado una mejor impresión de la ciudad si la hubieran visitado tras la inauguración de ese establecimiento.
Se convirtió en uno de los alojamientos más ilustres hasta 1941, cuando cerró sus puertas. Actualmente es la sede de la Fundació La Caixa y cuenta con una colección permanente de Anglada-Camarasa. Más de 80 óleos, 180 dibujos, estampas, litografías, esculturas y objetos del pintor balear. En el exterior mantiene una ornamentación modernista de esculturas, azulejos, ventanales y rejas.
Edificios modernistas repartidos por el centro de Palma
Frente al histórico edificio del Gran Hotel encontramos el Forn des Teatre, uno de los comercios que guardan parte de ese encanto que nos traslada a principios del siglo XX. Los actuales propietarios del horno, Tomeu Arbona y María José Orero practican la denominada "arqueología gastronómica", recuperando recetas antiguas, con más de una docena de empanadas, cocas, espinagadas y ensaimadas. Palma es la tierra de las pastelerías con sus tradicionales ensaimadas y el cuarto embetumat, un bizcocho elaborado con patata, yema de huevo, merengue y chocolate.
Unas muestras de este pasado modernista son el Forn fondo, la bombonería art decó La pajarita, la tienda vintage El paraguas, un reino de abanicos, mantones de manila y sombrillas de antaño o la centenaria chocolatería Can Joan de s'Aigó, con sus tradicionales cuartos para los domingos de invierno y sus helados de zumos de frutas en verano.
Cerca del gran hotel podemos disfrutar de dos curiosos edificios. Las fachadas de Casasayas y la Pensión Menorquina parecen gemelas, como si se copiaran la una a la otra están separadas por una calle. Los dos edificios son simétricos con sus balcones y persianas de formas onduladas.
La antigua droguería Corbella, en la plaza de Cort, junto al Ayuntamiento de Palma, de estilo neomudéjar destaca por su madera policromada, las vidrieras y su decoración lobulada.
Un poco más allá, la Casa de les Mitges, proyectada por Lluís Forteza Rey que deslumbra con su trencadís o baldosas policromadas fragmentadas, los dos balcones en forma triangular y sus piedras en la fachada. La Casa Forteza Rey, con su original cerámica policromada de la fábrica mallorquina La Roqueta, la fantasía de los balcones de hierro forjado, los detalles florales, animales y vegetales y la creatividad de sus ventanales casi imposibles. Al lado los Almacenes El Águila, proyectados por Jaume Alenyà y Gaspar Bennàzar en 1908, arquitectos que dejaron otras obras en la isla.
El mayor número de obras modernistas se realizaron a cargo de la iniciativa privada impulsada por el enriquecimiento de la nueva burguesía mallorquina. Un dinero que procedía del comercio, la industria o de los indianos que habían emigrado a América o a Europa. A la aristocracia palmesana no acababa de atraerle el nuevo estilo arquitectónico.
Aun así se atrevieron a incluirlo en la fachada de la sede central del Círculo Mallorquín, que actualmente acoge el Parlamento de las Baleares. En 1840 se fundó el Casino Palmesano que poco tiempo más tarde se unió con el Liceo Mallorquín y adquirieron unos terrenos del antiguo convento de Santo Domingo, encargando el proyecto al arquitecto Antoni Saureda.
En 1886 los miembros de la entidad fueron agraciados con el primer premio de la lotería de Navidad. Dicen que los carros que transportaban el dinero, unas 250.000 pesetas, no cabían en la calle.
Ese dinero sirvió, en parte, para añadir algún detalle modernista a la fachada del edificio como la entrada y escalera de acceso obra del catalán Miquel Madorell. El edificio actual mantiene el escudo de Palma y la inscripción de "Círculo Mallorquín".
Camino de la catedral y un poco más alejadas del centro en la plaça de Quadrado encontramos la fachada de Can Barceló con magníficos azulejos que representan escenas cotidianas, la mayoría relacionadas con el textil. Y así entre patios y calles medievales, salpicadas con las nuevas edificaciones del siglo XX llegamos a la catedral.
Catedral de Palma, gótico y modernismo en un mismo edificio
Junto a la bahía de Palma de Mallorca en el paseo marítimo encontramos el edificio más emblemático de la ciudad reflejándose en el Parc de la Mar. Parece gustarse, se mira a todas horas, de día, de noche, al amanecer.... y en su interior luce espléndida dos días al año: el 2 de febrero y el 11 de noviembre (el 2 del 2 y el 11 del 11).
Un efecto lumínico señalado en el calendario, porque esos dos días, sobre las 8 de la mañana los dos rosetones de la catedral rompen el espacio y la distancia que los separa, para unirse formando un doble rosetón de luz. Es el espectáculo del Ocho y dura unos 5 minutos...
Un haz de luz entra por el rosetón mayor, recorre las vidrieras de la nave y acaba proyectándose justo debajo del rosetón opuesto. Una explosión de color en la que participan las el millar de piezas de cristal que componen el vitral mayor de la catedral.
Con casi 800 años de historia este magnífico edificio gótico levantino es conocida como la catedral de la luz. Entra en el interior a través de 59 ventanales y 5 rosetones. Uno de ellos es el ojo del gótico, el más grande del mundo de este estilo.
Una de las personas que pudo disfrutar de este espectáculo fue Antoni Gaudí, que trabajó en su remodelación unos 10 años, entre 1904 y 1914. El arquitecto catalán introdujo luz colocando ventanales en la capilla de la Trinidad y el rosetón con vitrales de tricomía. Lo conocen como el ojo del gótico.
El obispo Pere Joan Campins lo había visto trabajar en las obras de la Sagrada Familia. Le pidió que reorganizara el interior de la Seu, un edificio del siglo XIII concluido en la década de 1630. El arquitecto catalán trasladó el coro desde la nave central a la Capilla Real y los retablos mayores gótico y barroco, añadió la decoración cerámica del presbiterio, construyó el baldaquino del alta mayor e incorporó la iluminación tanto natural (a través de vitrales) como artificial (colocando lámparas eléctricas).
Una de las obras más criticadas por la aristocracia palmesana fue el baldaquino con 35 lámparas de latón, que simboliza la corona de espinas. Situada sobre el altar está formado por una araña de luces gigante elaborada con hierro forjado que representa una corona heptagonal gigante rematada por un conjunto escultórico con Jesucristo en la cruz acompañado por la Virgen y San Juan.
Para romper la verticalidad del templo y añadir más luz rodeó las columnas con bombillas. Además diseñó una parte del mobiliario, como el confesionario, bancos de madera, el faldistorio, atriles para el canto coral y la escalera plegable para la exposición del altísimo. Sin olvidar dos extraordinarios y objetos litúrgicos: el conopeo y el tintinábulo. A los máximos representantes de la ciudad no les gustó su trabajo y la restauración quedó inacabada.
Un siglo más tarde otro artista, Miquel Barceló, nacido en Felanitx, construyó la cueva del mar en el ábside lateral derecho o capilla del Santísimo. Al contrario de Gaudí le restó luz para reproducir el fondo marino representando en los vitrales dibujos de algas, olas y palmas. En el lado izquierdo se representan los frutos de la mar y en el derecho los de la tierra. Sobre la puerta del sencillo sagrario plasmó huellas de manos y dedos.
Como le ocurriera al arquitecto catalán la obra del pintor, ceramista y escultor mallorquín no fue comprendida por una parte de la sociedad palmesana y estuvieron paralizadas varios años. Los sectores más conservadores del Cabildo impidieron que Joan Miró dejara su impronta en la catedral mediante una actuación en los vitrales de la Capilla de la Santísima Trinidad. Consideraron su pintura demasiado infantil.
Cabe preguntarse ¿qué hubiera ocurrido si en la catedral de Palma hubieran podido trabajar con tranquilidad estos tres grandes artistas del siglo XX?
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