Toro fusiona sus joyas artísticas con el arte femenino del siglo XXI
sábado 7.ago.2021 por Ángela Gonzalo del Moral 0 Comentarios
Sentados frente al Pórtico de la Majestad, en la colegiata de Santa María la Mayor de Toro, iniciamos un viaje en el tiempo y en el espacio. Sobrecoge tener delante de nuestros ojos, una obra arquitectónica con su policromía original, muy difícil de encontrar en las portadas de catedrales e iglesias de nuestro entorno.
El parteluz es una imagen esculpida de la Virgen y el niño. Sobre ella ménsulas, tímpano y arquivoltas, representando ángeles, apóstoles, mártires, abades y obispos, santas y vírgenes, músicos coronados y una procesión de fieles que se mueven entre las fauces de leviatán, el purgatorio y el paraíso. En las jambas profetas y arcángeles.
Impresiona la simetría de sus arquivoltas y las contraréplicas que presenta el conjunto escultórico. Una representación educativa y ejemplarizante de la religión. En el centro por encima de todos ellos, Cristo como juez, a un lado los justos, al otro los réprobos, condenados a las penas del infierno y la representación de algunos de su pecados como la lujuria, la avaricia, la gula, la envidia o la soberbia. En el lado opuesto los bienaventurados. En la puerta del infierno Satán y enfrente, en la puerta del cielo San Pedro. La alegría de unos y los sufrimientos de otros.
Parece tan real que hasta podríamos escuchar los sonidos de varios instrumentos medievales emparejados simétricamente según se trate de cuerdas pulsadas, frotadas, aerófonos, percusión o arpas. Una orquesta que acompaña a las figuras representadas en este impresionante pórtico.
Después de admirarlo en su totalidad, nos colocamos debajo de la columna central para sentirnos sobrecogidos por el peso y la belleza de toda la historia bíblica recogida con toda su policromía y la figuración de este ornamento religioso.
Podemos imaginar lo que debían sentir los toresanos cuando cruzaban la plaza o pasaban bajo estas tallas camino de sus quehaceres en el campo. Su portada norte muestra al Cristo en Majestad rodeado de los 24 ancianos del apocalipsis.
En la sacristía admiramos el cuadro de la Virgen de la mosca del siglo XVI, una obra de arte flamenco, que muestra a este insecto sobre el manto rojo que cubre la rodilla izquierda de la virgen, sin obviar las esculturas de las pilastras de las naves, las tallas de Antonio Tomé, las figuras de las pechinas del cimborrio, el retablo de los santos Juanes y el de San Julián.
El exterior de Santa María la Real de Toro está rematado por un cimborrio, muy influenciado por las catedrales vieja de Salamanca y Zamora. Se les conoce como los cimborrios del Duero, el río situado a un centenar de metros de la colegiata, cuya vega podemos admirar desde el mirador.
En el siglo IX Toro se configuró como una ciudad defensiva con un alcázar, y a partir del siglo XI comenzó a construirse la colegiata. Su importancia estratégica militar, defendida por el Duero y por los barrancos, hizo que los reyes enriquecieran la ciudad potenciando varias edificaciones. Fue una de las ciudades más importantes de la zona hasta el siglo XIX.
Hemos empezado nuestra visita por ese testimonio claro de la importancia de Toro en la Edad Media, que se extiende a lo largo de sus calles centrales.
Iberoamericana de Toro, una atrevida apuesta cultural
Siguiendo la calle mayor llegamos a la Torre del Reloj, una esbelta torre barroca de Joaquín Churriguera de 20 metros de alto y visible desde toda la ciudad. En el último cuerpo se encuentra el reloj. En la parte inferior la antigua Puerta del Mercado. La cruzamos para llegar al Palacio renacentista de los Condes de Castrillo, actualmente Casa de Cultura.
Y allí os mostramos el verdadero motivo de nuestro regreso a la ciudad: la exposición Iberoamericana de Toro, una apuesta muy arriesgada para que conversen el arte sacro y el contemporáneo, el arte religioso realizado a lo largo de los siglos por hombres y el arte profano de mujeres del siglo XXI. Una muestra que se centra en el diálogo, entre culturas, entre países, entre artistas, entre una ciudad: Toro y un país, México. Una exposición comisariada por Víctor de Campo que ha hecho posible el equipo de cultura del ayuntamiento toresano, y una apuesta personal del historiador del arte y alcalde, Tomás del Bien.
En una de las salas, en la planta baja, de la Casa de Cultura encontramos el busto relicario de Santa Ana, de madera policromada, trabajado entre los siglos XV y XVII rodeada por las fotografías de la mexicana Susana Casarín. Personas transgénero transformando externamente sus cuerpos externamente con sus vestidos coloridos, que a la vez tratan de acallar sus contradicciones internas, sus silencios. Las primeras, santas y reconocidas socialmente, las segundas, repudiadas... compartiendo un mismo espacio.
En otra de las salas encontramos la serie "Sinópticos" de la mexicana, chilena, española, Flavia Tótoro, que muestra la relación de cada objeto con su entorno y nos permite descubrir nuestra propia existencia para resituar al ser humano en el cosmos.
Obra de Flavia Tótoro. Foto: angelaGonzaloM
Ximena Pérez Grobet aporta sus libros de artistas para artistas y junto a ellas siete creadoras del videoperformance muestran su obra englobada en Cuerpo, dolor y sombras, con obras de Ximena Cuevas, Lysette Yoselevitz, Mónica Dower o María Eugenia Chellet.
Nuestro paseo por el pasado y el presente del arte nos lleva a la iglesia museo de San Sebastián de los Caballeros, de una sola sala que acoge habitualmente el retablo mayor original y las pinturas murales del antiguo monasterio de Santa Clara. Susana Guerrero dialoga con estas obras religiosas a través del cuerpo dañado y la necesidad interior de recomponer y aliviar el dolor, a través de la mitología griega, azteca, leyendas populares mediterráneas o afrocubanas y en la hagiografía cristiana.
Todas ellas mezcladas con la serie sobre picnic de Natalia Pintado. Un homenaje a sus abuelos y al importante papel educativo de la Institución Libre de Enseñanza durante la República. "Un homenaje a esas personas que vivieron un exilio interior", nos dice Natalia.
La iglesia del Santo Sepulcro fue la sede del vicario general de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén hasta el siglo XV que pasa a la Orden de Malta. En su interior destaca la figura del Cristo barroco de la Expiración y varios de los principales pasos de la Semana Santa. Pero hasta el 15 de septiembre, la obra más llamativa es la lagarterana.
El arquitecto Tomás Alía nos destaca la simbología de esta mujer castellana de ascendencia judía y como consigue interaccionar con las obras de artesanas y artistas actuales. Las espirales, casi infinitas, de la gallega Mercedes Vicente son uno de los atractivos temporales de la sala. También las obras de Idoia Cuesta, Marina Anaya e Inés Cuesta.
Camino del monasterio de San Agustín, paramos para conocer la iglesia de San Lorenzo el Real de estilo románico-mudéjar a finales del siglo XII. El retablo gótico del siglo XV realizado por el hispano-flamenco Fernando Gallego dialoga con la obra de Rut Olabarri que ha quedado asombrada de la estrecha relación que mantiene el retablo con sus escapularios y sus figuras ancestrales de tela.
El sepulcro de don Pedro de Castilla y Doña Beatriz de Fonseca, esculpidos hacia 1474, interpela a la obra de Gloria García Lorca que con sus esculturas trata de marcar el camino a seguir. Resalta la madrileña el hecho de que "una iglesia tan seria, antigua, hecha de ladrillo, parece aceptar el barro nuevo que yo le traigo".
El monasterio de San Agustín fundado a mediados del siglo XVI, acoge una colectiva de varias artistas, y allí encontramos a una de las personas que ha ideado estos diálogos inimaginables entre las obras sacras y profanas, del arte de siglos pasados y el más actual. La museógrafa de exposiciones Inés Vila, sobrina nieta de la gran artista toresana Delhy Tejero, a quién se homenajea también en esta primera Iberoamericana de Toro.
Con esta arriesgada apuesta cultural, Toro, como dice su alcalde, Tomás del Bien, "los ciudadanos de las zonas rurales también tienen derecho a conocer el arte actual", y la ciudad convierte su patrimonio histórico-arquitectónico en un valor añadido, que aporta riqueza económica.
Iberoamericana de Toro. Exposición de arte realizado por mujeres del siglo XXI, que dialoga con obras sacras. Hasta el 15 de septiembre en Toro.@iberoamericanaT @TomasdelBien @TurismoToro
— Angela Gonzalo del Moral (@angelaGonzaloM) August 25, 2021
Es un viaje en el tiempo y el espacio. 👇https://t.co/eR3J1Fv6mp a través de @rtve
Nuestra visita a Toro ¿es o no es un viaje en el tiempo?
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