Grasse y la música del perfume
martes 22.mar.2022 por Ángela Gonzalo del Moral 0 Comentarios
Llegar al país de Grasse es un paseo immersivo con olores diferentes que envuelven los campos y pueblos de esta zona de la Provenza francesa. En mayo las rosas centifolia dan un olor muy complejo, con unas notas amieladas y toques de cardamomo y cítricos. Entre junio y noviembre florece el jazmín con su aroma dulzón, cálido, especiado, animal y frutal, que se hace más intenso por las noches. Su fragancia embriagadora ha inspirado a artistas y perfumistas, mientras que los nardos tiene un aroma fresco, lechoso y sus flores blancas presentan un toque oscuro, huele a verde, a especias.
El primer lugar que visitamos es una fábrica de perfume. Sentados ante un órgano de perfumista, nos convertimos en músicos componiendo una sinfonía de olores. Seleccionando el aroma de las notas perfumadas que debemos combinar con el casi centenar de botellitas de esencias que nos rodean.
La música y los perfumes tienen muchas similitudes porque suscitan emociones y se mueven por melodías o armonías que nos permiten formar acordes de notas…. en este caso olfativas.
En la perfumería Galimard, Demanta Cobavaite, nos da las primeras referencias para poder crear nuestra fragancia personal. En la pirámide olfativa hay tres notas diferentes, que nos producen sentimientos diferentes: de fondo, de corazón y de cabeza.
Para escoger la base de nuestra personal fragancia, decidimos primero las notas de fondo, que le dan carácter al perfume… las que permanecen más tiempo, son más tenaces y voluptuosas, después debemos escoger las notas del corazón, más complejas y ricas y por último las denominadas notas de salida o de cabeza que despiertan el olfato y son más volátiles. Todas deben estar conectadas.
Hay que afinar muy bien el olfato y eso no es fácil cuando no se está acostumbrado. Una nariz, como se denomina a los perfumistas, memoriza el nombre y la variedad de olores de unas 2.000 materias primas.
"Cada persona debe escoger sus propias mezclas, porque nadie puede orientarte en tus gustos. Hay que desarrollar la imaginación y experimentar", nos dice Demanta. Es una conexión apasionante, porque cada olor suscita emociones íntimas.
Al cabo de unos 15 minutos, Cobavaite nos trae nuestro perfume en un frasco de 100 mililitros. Hemos de mantenerla en reposo unos días, aunque estamos seguros que queríamos componer una sinfonía Chanel 5, pero seguro que hemos colocado alguna nota discordante.
En Grasse se pueden elaborar perfumes en tres establecimientos: Molinard, Fragonard y Galimard. Antes de salir de la perfumería olemos una de las fragancias compuestas por los perfumistas profesionales.
La elegancia de tres flores
Ese olor nos traslada hasta el jardín de floración de Pierre Chiarla. Están recogiendo jazmín. "No es duro, es repetitivo, aunque es pesado… pero como nos apasiona lo que hacemos, no nos importa", nos dice su madre.
Florece cada día, nos dice Pierre Chiarla. Su familia se dedica a plantar estas flores desde hace dos generaciones, aunque hubo un tiempo en que el cultivo estuvo a punto de desaparecer porque era más barato traer las flores de otros países.
"Aunque es duro, es un momento agradable". Lo que más le gusta a Melanie es que "al amanecer los aromas flotan permanentemente en el aire de la ciudad de Grasse", donde se plantan y recolectan con extremo cuidado y delicadeza las tres flores características de la población provenzal: la rosa centifolia o rosa de mayo, el jazmín y el nardo.
Familia Chiarla recogiendo jazmín / Foto: angelaGonzaloM
Hay que recogerlo cada día muy temprano, y con mucho cuidado. Es una flor tímida, ligera. Se recogen flor a flor, a mano para no aplastarlas. Es un contacto carnal que produce la sensación de tener algo preciado y delicado entre las manos. Se necesitan entre 8.000 y 10.000 flores para un kilo de jazmín.
Cada temporada es un nuevo perfume, un nuevo olor, una nueva fragancia, y durante la floración, cada día es diferente. La rosa se recolecta de mayo a agosto, de ahí su nombre rosa de mayo, y el jazmín, originario de la India, florece de junio a noviembre.
Las características de su terreno y su microclima subtropical, en verano protegidos por las montañas, pero con una apertura hacia el mar, le aporta humedad y calor. Todo eso permite cultivar flores de excepción que sirven de materia prima para la fabricación de las fragancias más finas.
Lo más importante, nos dice Elodie Gratecap, mediadora cultural del Museo de la Perfumería es que "las plantas lleguen lo antes posible a la fábrica para mantener su olor".
Una ciudad nacida para defenderse
Ante los continuos ataques de los piratas en el Mediterráneo, hacia 1244, el obispo de Antibes decidió trasladarse a un lugar más seguro, y encontró una colina situada a unos 350 metros de altura, nos dice Françoise Auque, guía cultural del patrimonio de la ciudad. Más tarde llegarían otras órdenes religiosas buscando su protección.
Es una ciudad medieval fortificada, donde destaca la catedral construida como un castillo. Sus calles estrechas y empedradas nos trasladan al medievo pero también encontramos arquitectura de influencia provenzal y genovesa. Caminando por sus laberínticas callejuelas llegamos a la plaza del Puy (del podio) con sus fuentes, soportales y arcadas. Allí está la catedral y el palacio episcopal, que acoge el ayuntamiento de la ciudad.
Los primeros habitantes descubrieron también otra riqueza: el agua. Está en todas partes y corre bajo los adoquines, reapareciendo en fuentes, lavaderos y piletas. Sin ella no se habría desarrollado la industria de la curtidoría, ni se hubieran construido molinos, ni se habrían cultivado las plantas aromáticas.
Fue Catalina de Médicis la que introdujo la moda de los guantes perfumados hacia 1530. Los guanteros utilizaban polvos o esencias de plantas aromáticas para camuflar el mal olor del cuero, necesitaban muchas flores para ocultarlo y empezaron a plantarlas a las afueras de la ciudad. La peletería había comenzado en el siglo XIII, pero no fue hasta 1656 que no consiguieron el estatus de guanteros-perfumistas. A pesar de que los vendedores estaban en París, en el siglo XVIII el savoir-faire de Grass era el más reputado, con 70 fabricantes en 1745.
En sus calles Jean-Baptiste Grenouill buscaba obtener el alma olorosa de la flores. Patrick Süskind, autor de El Perfume, encontró el lugar idóneo para las andanzas de su sobrecogedor personaje.
Museos y casas de perfumes
Para recorrer unos 4000 años de historia del perfume entramos en el Museo Internacional de la Perfumería, inaugurado en 1989. Los egipcios los usaban en ritos y ceremonias religiosas, los griegos como productos cosméticos, y los romanos introdujeron el vidrio. Uno de los objetos más valiosos, es el maletín de viaje de María Antonieta y el último frasco de Chanel 5, perteneciente a Marilyn Monroe.
Los guías llevan una especie de cesta para ayudarnos a descubrir las esencias de las plantas que se encuentran en el invernadero de la planta superior.
Esta industria que da trabajo a unas 3.000 personas, aporta unos ingresos de unos 600 millones de euros anuales. A lo que hay que añadir que unos dos millones de turistas antes de la pandemia. Las fiestas de la ciudad y de sus alrededores se mueven en torno a las flores. En agosto, se celebra la Fiesta del jazmín, con la imprescindible batalla de las flores, donde los participantes se rocían con agua de jazmín.
En mayo se exponen más de 50.000 rosas de todos los colores y en verano instalan tumbonas en los parques y jardines de la ciudad, para celebrar las noches perfumadas. Una ciudad que hace siglos también atrajo a la reina Victoria de Inglaterra, que pasó algunos inviernos en los alrededores y allí murió Edith Piaf.
El cultivo de plantas para perfumería, el conocimiento y la transformación de las esencias naturales, en definitiva el arte de elaborar el perfume y las técnicas utilizadas en Grasse fueron reconocidas en 2018 como Patrimonio Inmaterial de la Unesco.
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