Saboreando el viejo San Juan de Puerto Rico
sábado 23.jul.2022 por Ángela Gonzalo del Moral 0 Comentarios
Puerto Rico es la menor de las Antillas mayores y no es la única contradicción que viven los puertorriqueños. Son un país sin estado y tienen tanta influencia en Estados Unidos, como ese país en su vida. Es una isla bilingüe y a pesar de que los taínos fueron sus primeros habitantes beben de la tradición hispanoafricana.
Tierra de vientos, en sus aguas podemos encontrar bahías bioluminiscentes y una sorprendente selva tropical húmeda. Tierra de salsa, defiende la bomba, como seña de identidad musical.
Los españoles la bautizaron como San Juan Bautista y la capital Puerto Rico, pero con el tiempo intercambiaron los nombres. Todas estas dualidades han marcado la historia de este país caribeño, que vamos a conocer hoy a través de su capital: San Juan de Puerto Rico.
Hace 500 años, Juan Ponce de León fue el primer gobernador de la isla, a la que Cristobal Colón llegó en 1493 y es la única colonia española en el continente americano que nunca ha sido país independiente. Consiguió ser provincia española en 1897 pero solo le duró un año, hasta la guerra hispano-estadounidense de 1898 y el Tratado de París obligó a cederla al vencedor, que implementó una nueva situación para los puertorriqueños, y más tarde quedó como un estado libre asociado, que hace que culturalmente sean un país, pero sin independencia política.
Pero Puerto Rico tiene una importante riqueza cultural y se ha convertido en un puente multifacéticos con varios arcos interconectados: con España, el Caribe, América Latina, África y Estados Unidos. Ese es sin duda su gran vínculo al que denominan migración circular que les permite la ciudadanía estadounidense. Las remesas de su diáspora son culturales más que económicas.
Como nos recuerda Raquel Torres, curadora pedagógica de la pinacoteca, Puerto Rico se desplaza más allá de fronteras geográficas. "Puerto Rico no se limita a un espacio geográfico en términos de infuencia cultural, histórica, económica, social histórica, porque tenemos una multidiáspora en Nueva York, Chicago, Florida, Europa y otros países latinoamericanos, con una efervescencia cultural impresionante, que permite que los puertorriqueños se lleven lo que está pasando acá, lo plantean allá y recogen las ideas de esos países para volverlo a traer a nuesdtro territorio. Por eso -dice Torres- nuestro arte, en todas sus variantes, es tan rico y variado y ejemplo claro de cómo el arte se enriquece debido a que podemos salir y entrar del país".
Toda esa diversidad se puede descubrir y compartir en el museo de Arte de Puerto Rico, situado en el barrio de Santurce.
Otro de los puntos de interés del Museo de Arte de Puerto Rico es la galería taller Cecilia Orta, una migrante en Carolina que en 1950 fundó la galería rodante para futuros artistas. Descubría talentos y sus capacidades exponiendo sus obras por diferentes municipios.
Además hay un jardín con obras de artistas contemporáneos y una colección de cuadros sobre los diferentes paisajes puertorriqueños. Uno de los más atractivos para los artistas es el barrio de la Perla y sus humildes viviendas de llamativos colores.
Cinco siglos de historia en el viejo San Juan
Paseamos por el viejo san Juan, patrimonio de la humanidad que acaba de cumplir 500 años. Un ejemplo claro del patrón constructivo establecido en las colonias españolas. La ciudad se organiza en torno a una plaza mayor, la plaza de Armas, donde se instalan los edificios de poder, como el palacio virreinal, el sistema judicial y la catedral, con el altar orientado al este. En las calles aledañas, las residencias de los principales cargos políticos y militares y una zona comercial.
Todas las calles eran rectas y orientadas hacia la puerta de la ciudad para facilitar la vigilancia y los refuerzos militares en caso de ataque. Pablo García nos explica como los conquistadores adaptaron el entramado de la ciudad a la climatología, marcada por los vientos. "Cuando construyeron la ciudad en el código de Indias se recoge este elemento y se establece que las calles que corren de este a oste son algo más anchas que las que van de norte a sur, para maximizar el flujo del viento que va de este a oeste".
Y añade que como en otras ciudades coloniales, las órdenes religiosas tenían un papel concreto en la conquista del territorio. "Las órdenes monásticas tenían una función bastante militar. Los franciscanos eran los adelantados y se adentraban en el territorio para realizar mapas, los de san Jerónimo realizaban tareas administrativas y la orden de san Jorge dirigía las construcciones".
Recorremos esta ciudad llena de historia y encanto, con sus calles adoquinadas, sus plazas, iglesias, coloridas casas coloniales, sus balcones y patios interiores.
Recogida por sus murallas y defendida por dos fuertes, el de San Felipe del Morro da la bienvenida a todos los barcos que se acercan por la bahía y junto a él se encuentra el sorprendente cementerio marino. Están enterrados artistas, escritores y políticos. Destaca la de Gerardo Diego, uno de los miembros de la Generación del 27.
En el fuerte de San Cristóbal, uno de los sistemas de defensa más importantes construidas por los colonizadores, encontramos la emblemática garita, que se ha convertido en el símbolo de la ciudad y del país.
Caminamos por sus empinadas calles, por sus adoquines de escoria de hierro que llevaron los galeones españoles desde Liverpool y que en la actualidad es un auténtico rompecabezas para los conductores, doblegados por el paso del tiempo y de los vehículos.
Le dan un color plateado al pavimento, mientras sus casas de coloridos amarillos, verdes o naranja pastel ahondan en el cromatismo del viejo San Juan. En este viaje al pasado caminamos desde la plaza Colón hasta el Fuerte de San Cristobal, pasando por el antiguo casino, el paseo de la Princesa, la catedral de San Juan, la segunda más antigua del continente, fundada en 1520, mientras que la calle Fortaleza es la más antigua de la ciudad.
Hasta que llegamos a la capilla del Santo Cristo de la Salud y la Rogativa. Es una de las paradas obligadas en la ciudad vieja. Una puerta de grandes dimensiones y en el interior un retablo de plata repujada del pintor José Campeche con exvotos, vírgenes, santos y crucifijos.
A su lado el parque de las Palomas, que ocupa el lugar de un antiguo bastión defensivo de la muralla. desde donde se puede ver el puerto desde la muralla, también hay lugares para probar la gastronomía típica.
En el Tetuán Old san Juan, junto a la colorida casa estrecha, se puede disfrutar de una bebida auténtica: el Monchito. Una mezcla de piña colada, bacardí, coco cocinado en el horno y con hielo. Adelaida Núñez nos aclara que el nombre de Monchito se lo dió el creador de esta bebida porque se llamaba Ramón, que en Puerto Rico son popularmente conocidos con el apelativo de Moncho.
También nos habla de otras cócteles como el coquito, una bebida cremosa de coco, leche de coco, crema de coco y canela o el cocotazo, con curaçao coco y piña, mientras, Keven nos prepara un mojito.
La variedad de bebidas puertorriqueñas van más allá de la piña colada y el ron…. El T Sunrise, tequila con licor de cerezas y naranja; la brisa caribeña; el pitorro -un aguardiente o la cerveza típica Las Medallas.
Degustando la gastronomía puertorriqueña
El arroz, habichuelas, bacalao, carnes de res y de cerdo, maíz y viandas, son la base de la gastronomía puertorriqueña. El historiador Luis Miguel Ortiz Cuadra, recoge en su libro Puerto Rico en la olla la historia de la gastronomía y cultura alimentaria de la isla. Donde se plantea porqué los boricuas comen lo que comen y no otras cosas. De sus investigaciones bebe el proyecto gastronómico-turístico The Spoon Experience.
Pablo García, es uno de sus guías y durante el recorrido por diferentes lugares de la ciudad se encarga de maridar comida y cócteles. "Somos los portadores de esta información genuina y riquísima en sabores, y ahora nosotros compartimos con nuestros invitados la experiencia de la historia y la cultura de la ciudad amurallada a través de esa herencia gastronómica y ese intercambio colombino y boriquen".
El crisol de culturas de la isla han influido en la cocina puertorriqueña, donde se mezclan platos taínos, los que aportan los pueblos indígenas del Caribe, los productos españoles y otras influencias culturales como la africana o la latinoamericana.
En esta original propuesta se disfruta plácidamente de la arquitectura colonial mientras se degusta algún plato típico en los patios de edifciios históricos como El Convento o el Palacio Provincial.
Allí Sergio nos prepara Cevechi de mahi mahi con parcha o maracuyá, lima, limón y china, que le da un gusto más tropical. Eso sí para conocer los productos que han incluido hay que echarle mano al diccionario gastronómico puertorriqueño.
Una forma de saborear las bebidas puertorriqueñas es callejear por el Viejo San Juan a partir del anochecer- que no suele ser muy tarde. Hay muchos lugares para elegir, modernos, tradicionales, extravagantes como el Aquí se puede, con sus cócteles artesanales, sabrosa comida y su ambiente hípster, el Taberna Lúpulo, que mantiene el orgullo de que cualquier cerveza nativa o importada, se exhibe primero allí, el Aquí se puede o el Deavurdura, un local más relajado donde tomar jugo de frutas.
Y por encima de todos ellos el bar de cócteles más renombrado de Puerto Rico. La Factoría, con su laberinto de habitaciones, zonas con diferentes estilos musicales y singulares decoraciones. Ocupa el número 12 de los 50 mejores bares de América del Norte.
La capital puertorriqueña es un excelente punto de partida para conocer una isla que guarda muchas sorpresas. Más de las que os podéis imaginar.
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