Parral recuerda a Pancho Villa un siglo después de su asesinato
sábado 1.abr.2023 por Ángela Gonzalo del Moral 0 Comentarios
Llegamos a Hidalgo del Parral. Allí murió hace 100 años Pancho Villa, uno de los personajes mexicanos más admirado y temido. No sabía el día que lo matarían pero tenía fecha para su asesinato. Tampoco el lugar. Pero Parral cumplía una profecía lanzada por el general. "Parral me gusta hasta pa' morirme".
La fecha señalada fue la mañana del 20 de julio de 1923, hace ahora un siglo. Tenía 45 años y un lugar en la historia.
Esa mañana el Dodge Brothers que conducía Villa, cruzaba la calle Gabino Barrera. Un hombre con un sombrero de palma agitó la mano y a la voz de "Viva Villa", un viejo grito de guerra que tantas veces había escuchado en el campo de batalla, en esta ocasión era la señal para matarlo. La mano indicaba el lugar que ocupaba en el vehículo.
Al grito de ¡Viva México, cabrones", los asaltantes atravesaron el coche con cuarenta balazos. Villa presentaba nueve heridas en el cuerpo y un tiro de gracia en la cabeza. Murieron otros cuatro acompañantes. El complot, preparado con mucha minuciosidad y anticipación había conseguido su objetivo.
Fue velado en el Hotel Hidalgo, que había comprado el año anterior por 15.000 pesos y que pagó al contado en oro nacional. Ese lugar acoge el Museo de Sitio Centauro del Norte, apodo con el que también se conocía al general. Allí está representada la habitación original donde se realizó la autopsia, con una realidad asombrosa.
Las figuras de cera tendidas sobre la cama muestran fielmente las heridas, mientras de pie están los forenses y médicos que les atendieron. En las seis salas de exhibición se suceden esculturas a base de cera, fotografías de la época y animaciones en vídeo.
La visita a Hidalgo del Parral o Parral, es una inmersión en la vida de este héroe nacional y en la revolución mexicana, que se inició el 20 de noviembre de 1910. También sirve para retirar el velo que envolvió en una aureóla épica a muchos de sus líderes.
Para unos es un referente de lucha nacional y justicia social, para muchos un bandido, un bandolero sanguinario y cruel. Huérfano, campesino pobre y sin formación, la vida de José Doroteo Arango Arámbula, su verdadero nombre, se mueve entre la realidad y el mito. Es difícil saber dónde acaba una y empieza la otra.
Aprendió a leer en la cárcel con 33 años, quizá por eso siempre defendió la educación de los menores. Hombre de gran envergadura, medía 1,80 y pesaba unos 80 kilos, dicen que se casó más de 70 veces, aunque se reconocen 27 esposas y 26 hijos.
Legalmente se casó con cuatro mujeres y sólo con Luz Corral lo hizo por lo civil y por la iglesia. La vivienda de esta mujer, la casona conocida como La Quinta Luz, alberga actualmente el Museo Histórico de la Revolución en la capital del estado, Chihuahua.
No sólo estuvo rodeado de sus fieles seguidores. En sus ejércitos tenían un papel importante las soldaderas, mujeres del campo que participaron en todo tipo de actividades. Muchas se encargaban de sus maridos, o su Juan. Otras participaron activamente en la lucha y ostentaron grados militares. Eran las adelitas.
De cualquiera de sus andanzas se escribía una ranchera. hasta de su caballo preferido: el siete leguas. En su cuadra personal llegó a tener 76 caballos y yeguas.
La revolución fue un momento histórico de gran inspiración artísticia, principalmente pictórica y musical. Los corridos que alaban su figura y la de algunos de sus generales, apodados "Los dorados" han llegado hasta finales del siglo XX. En España muchos son tan populares como Carabina 30-30, Adelita, La rielera, La cucaracha, etc...
La imagen de Villa, inseparable de la revolución mexicana, está unida a la de hombres de campo, con sombrero ancho, botas altas, bandoleras cruzadas, y rifle en mano. Una escenografía que se puede ver claramente expuesta en el Museo Pancho Villa, ubicado en el mismo lugar de su asesinato y que recorre los momentos más importantes de su historia en los campos de batalla.
Además de los caballos, el tren también tuvo un papel primordial. Villa fue quién más lo utilizó. Durante los primeros meses de guerra, los rebeldes asaltaban o paraban trenes de carga o de pasajeros, y durante toda la guerra civil, los revolucionarios impidieron la movilidad del ejército federal cortando y destruyendo las vías férreas. La empresa Ferrocarriles Nacionales de México era un botín de guerra para todos los contendientes.
Vengativo, heróico, calculador, de inteligencia natural, estratega militar, capaz de movilizar a más de 30.000 hombres, fue consciente del poder de la imagen y de él mismo. Siempre ayudado por sus generales. Algunos tan temidos como el sanguinario Rodolfo Fierro, alias el carnicero, que incluso ponia a los prisioneros en fila para disparar con una bala y ver a cuántos podía matar a la vez.
El personaje real y su áurea de mito era perfecto para el cine estadounidense que rodó varias películas versionando sus hazañas y su vida. En 1914, fue protagonista de una película autobiográfica que ensalzaba su figura, producida por Donald W. Griffith. "La vida del general Villa" por la que percibiría derechos de distribución, una cinta en el que se realizaban ejecuciones reales... y si había que repetir la escena, se mataba a otros detenidos. Sin problemas.
El cine no fue su única relación con Estados Unidos. Cuando el centauro del Norte fue derrotado por el ejército de Carranza, disolvió su legendaria división del Norte y reorganizó guerrillas. Fue en aquella época cuando en la madrugada del 9 de marzo de 1916, al mando de unos 500 hombres cruzó la frontera e invadió un pueblo y un fuerte en Nuevo México. Tiene el honor de ser el único latinoamericano que ha atacado a Estados Unidos.
La afrenta tuvo respuesta del presidente Wilson que envió a 10.000 soldados con orden de búsqueda y captura o ajusticiamiento y una recompensa de 5.000 dólares, vivo o muerto. Fueron burlados por el general rebelde.
De aquella persecución queda una estatua en el centro del Parral. Homenajea a Elisa Griensen Zambrano, una profesora que plantó cara a los yanquis y que acabó en una revuelta popular contra los soldados estadounidenses y sus tropelías. La historia de la revolución está retratada en un mural en el Teatro de Cámara de la Casa de la Cultura, muy cerca de ese lugar.
En otra sala hay instalado otro dedicado a las mujeres, titulado Prevalecer, de la muralista parralense Chantal Chávez Salcido. Y unas cuadras más adelante, uno de los homenajes más inverosímiles que le han hecho. Una escultura ecuestre con el caballo más grande del mundo.
La huella, o la ruta de Pancho Villa, finaliza en el panteón de Dolores, de Hidalgo del Parral. Considerado un emblema, un símbolo nacional, una persona intocable, su vida y su muerte estuvieron envueltas en una nebulosa utilizada en su pro y en su contra. Hasta la localización de su cadáver es un misterio.
Sus restos fueron enterrados en el mausoleo que él mismo había mandado construir en el cementerio de la ciudad. Años más tarde su tumba fue profanada y aseguran que lo decapitaron. En 1976 el presidente ordenó llevar sus restos al Monumento a la Revolución en la capital mexicana, pero hoy en día no se sabe si pertenecían a él o descansan en otra tumba sin nombre en el camposanto de Parral.
"Héroe o villano, he ahí la controversia".
El viejo centro minero, que un día fue conocido como "la capital del mundo de la plata" unió para siempre su nombre al de Pancho Villa.
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