El Salvador, tierra de surfistas y volcanes
jueves 29.feb.2024 por Ángela Gonzalo del Moral 0 Comentarios
El puerto de La Libertad, nombre con un importante significado en El Salvador, tras un largo conflicto interior que desangró al país, nos recibe con toda la potencia del océano Pacífico. Las olas, buscadas por los surfistas, remueven con fuerza las grandes rocas del litoral.
Es un paraíso para los amantes de los deportes náuticos extremos como el windsurf, donde se han celebrado varios campeonatos mundiales.
Entre sus grandes atractivos se encuentra el Mercado del Mar. Situado cerca de la capital salvadoreña, el viejo muelle, junto a las lanchas pesqueras es un lugar ideal para pasear al atardecer, acudir con los más pequeños a un parque de aventuras o degustar marisco en los restaurantes.
También lo podemos hacer en el mercado, donde las vendedoras recitan todos los productos que venden. Algunos crudos, otros para llevar y otros cocinados y preparados por ellas misas.
Delmira llama la atención de los transeúntes ofreciendo su mercancía. Como otros vendedores despacha mariscos frescos. Ofrece ceviches o cócteles de conchas, caracol o calamar. Todo fresco.
No muy lejos el parque de aventuras Surf city Walter Thilo Deininger, desarrolla un moderno concepto de aventura.
Esta reserva forestal con el 7% de la vegetación total del pais es uno de los espacios naturales protegidos más importantes de El Salvador. Uno de los caminos nos lleva por la cueva del misterio, donde anidan varios murciélagos o nos permite ascencer hasta un punto estratégico: el mirador del oceáno Pacífico.
Desde allí se observa, hacia el oeste la frontera con Guatemala, siguiendo con la mirada hacia el este, la costa salvadoreña y al fondo el golfo de Fonseca, que es la frontra con Honduras.
En el área del mirador encontramos unas rocas con orificios, el altar de los pipiles, que se cree pudo ser utilizado por los indígenas para sus rituales y ofrendas a los dioses.
La zona volcánica de la cordillera Apaneca-Ilamatepec
Nos acercamos a la zona volcánica de El Salvador. Antes de dirigirnos al Ilamatepec, el coloso, con su lago de aguas turquesas en el interior, y unas fantásticas vistas del lago Coatepeque, visitamos la ciudad colonial de Santa Ana o Cihuatehuacán, su nombre en náhuatl. Es una de las villas mejores conservadas de Centroamérica, aunque mantiene su estructura urbana, los terremotos han obligado a reconstruir muchos de sus edificios.
Alrededor del Parque Libertad está la catedral neogótica de Santa Ana, construida a principios del siglo XX, el palacio del ayuntamiento, con su fachada de columnas dóricas y detalles ornamentales, el Teatro Nacional con una magnífica acústica y su diseño neoclásico, esculturas y columnas corintias, o el casino santaneco, construido en 1896, en estilo barroco con su fachada blanca.
El parque es el centro neurálgico de la ciudad, desde donde se inició la expansión urbana a mediados del siglo XVI, con un estilo de cuadrícula española alrededor de la cual se construían los edificios institucionales para instaurar el poder político, económico y religioso.
Allí numerosos vendedores ofrececen sus productos a los transeúntes. Encontramos, con su humilde carrito, a José de la Paz Gaitán, que prepara sus helados de forma artesanal y múltiples sabores.
Uno de los atractivos de El Salvador es el Parque Nacional de los Volcanes. José Antonio Montecreife, guía especialista en vulcanología y ecoturismo, nos resalta la importancia de este complejo geológico que alberga tres de los 14 volcanes que conforman la Cordillera Apaneca-Ilamatepec.
Se puede acceder a las tres cumbres del Parque Nacional. El más alto es el volcán de Santa Ana, o Ilamatepec, con una historia de más de dos millones de años y una altura que alcanza los 2.300 metros sobre el nivel del mar y se puede acceder hasta su cráter, uno de los más grandes del mundo, con su laguna de azufre. Todavía se puede ver el impacto de la última erupción en 2005.
El volcán Izalco era famoso porque se podía divisar desde el océano con sus constantes erupciones y servía de orientación para los barcos que navegaban cerca de la costa. Por eso lo llamaban "el faro del Pacífico". Estuvo estuvo activo hasta mediados de los 60. El ascenso es de nivel medio 6 sobre 10.
El Cerro verde supera por poco los 2.000 metros (2.030 m.) y tuvo su erupción hace unos 25.000 años. El Cuntetepeque, su nombre indígena, nos permite hacer un recorrido por varios senderos interpretativos en medio de una frondosa vegetación, que podemos disfrutar en una caminata de unos 45 minutos, sencilla y al alcance de todos.
En unos de los miradores podemos observar la extensión del lago de Coatepeque o cerro de las serpientes, de unos 25 kilómetros cuadrados y más de 100 metros de profundidad. Presenta una peculiaridad: cambia el color de sus aguas por temporadas entre los colores azul y verde turquesa.
En uno de los muchos restaurantes que hay alrededor del lago Coatepeque, acompañado por su guitarra, Rafael -ya jubilado- nos canta una popular melodía salvadoreña, El bardo y nos ameniza la comida.
En el lago se puede practicar Kayak, jet ski, navegar en una lancha de dos pisos cerca de la orilla y múltipes activides náuticas. Es uno de los destinos preferidos por los salvadoreños
Mientras Rafael nos sigue cantando observamos el color del lago, su formación volcánica y la naturaleza que le rodea. La islas del Cerro, donde los indígenas pipiles tenían un lugar especial para la diosa Itzcueye y unas formaciones rocosas que llaman Los Anteojos. Un paisaje asombroso presidido por el volcán Cerro Verde.
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