Sonidos de la Talavera, la cerámica que cubre los edificios de Puebla
jueves 4.abr.2024 por Ángela Gonzalo del Moral 0 Comentarios
La Talavera suena dos veces durante el largo proceso de elaboración. La primera después de una cocción básica y antes de recibir el esmalte. La segunda cuando ha finalizado todo el proceso y se abre el horno.
Un tintineo claro y desordenado se escucha cuando , se abre la puerta del habitáculo y las piezas colocadas de forma aleatoria, pero con unas posiciones estudiadas para que no se rompan, comienzan a tintinear. Exhiben exultantes sus variados diseños y colores.
En la hornada aparecen platos, tibores, floreros, jarrones, lavamanos, tinajas, figuras decorativas o artículos religiosos. Cada pieza es única, está hecha a mano por los artesanos que trabajan en el alfar. Aunque la mayoría son objetos clásicos o tradicionales, cada vez más aparecen cerámicas contemporáneas elaboradas por artistas de renombre.
Estamos en la fábrica de lozas y azulejos Uriarte Talavera en Puebla de Zaragoza, uno de los talleres más antiguos de esta ciudad mexicana. En 1824, hace 200 años, casi a las afueras de la ciudad se abrió esta fábrica que todavía sigue elaborándola de forma artesanal.
Recorriendo todo el proceso creativo escuchamos muchos más sonidos, como el que produce un molino mientras tritura unas galletas de pigmentos para conseguir un polvo parecido al talco y obtener por separado los seis colores básicos de esta cerámica. Negro, azul cobalto, naranja, amarillo, azul cielo y verde.
En el taller se elaboran los colores de los esmaltes de polvos a partir de óxidos minerales que se procesan en el mismo lugar, para obtener esas gamas que al principio nos parecen más apagados y que el calor del horno revive y transforma en vistosas tonalidades.
Aunque los hornos se han modernizado y se ha tecnificado el agotador trabajo de mezclar los barros, como nos explica Mariana Muñoz vicepresidenta de la empresa, todo lo demás continúa elaborándose y denominándose como en el siglo XVIII.
"Son términos del proceso de elaboración que provienen del castellano antiguo, algunos tienen orígenes árabes, e incluso en nahuatl y muchos se han ido adaptando a otra terminología moderna"
Seguimos escuchando otros sonidos que van unidos a la elaboración de la Talavera
La elaboración manual inicial se realiza mediante moldes, para las piezas de grandes dimensiones o en el torno para las más pequeñas.
En la zona de los moldes grandes, Miguel Vázquez, que lleva más de 30 años en la empresa, une las diferentes partes de una vasija enorme. Y nos explica que se introducen en el interior para poder unir unas 28 juntas con "chorizos de barro".
En un espacio contiguo, Héctor moldea en el torno las piezas más pequeñas. Allí la humedad es básica y depende de la época del año, sobre todo el calor que hay en el exterior.
Tras la primera cocción se obtiene el jahuete. Es el primer momento en que escuchamos el sonido cristalino de la Talavera. Las piezas que no suenan de forma nítida son desechadas.
Antes de pasar al esmaltado, los artesanos lijan las piezas una a una. Luego se rehoga en el esmalte para darle un color 'avainillado' o amarillo pálido que se obtiene de la mezcla de arena de sílice, plomo y estaño.
Otro de los pasos importantes, son los diseños pictóricos de las piezas, que se realizan en el momento del estarcido. Se puede escuchar una especie de picoteo sobre una plantilla de papel para marcar las siluetas de los dibujos que luego serán pintados a mano con una cerda especial de cola de mula.
La cerámica vidriada es una técnica artesana laboriosa que permite conseguir piezas de gran belleza. Puebla no sería lo que es sin esa cerámica que resalta principalmente por el color azul grisáceo sobre fondo blanco.
Llega el momento de abrir el horno para comprobar el trabajo final. El tintineo que surge de su interior es la prueba de que las obras ya están finalizadas.
Hay que resaltar que los procedimientos de fabricación, decoración y esmaltado de este tipo de cerámica siguen siendo artesanales e idénticos a los practicados en el siglo XVI.
Como nos explica Mariana Muñoz, los artistas contemporáneos colaboran cada vez más con los artesanos tradicionales. "Nuestra cerámica apuesta también por transmitir signos identitarios y aportar una crítica social".
En Uriarte Talavera han iniciado una colaboración con dos artistas visuales: Eugenio Merino y Pierre Valls. El arte tradicional de la Talavera convertido en crítica social del siglo XXI reflejando los movimientos sociales posteriores a 1994.
Han iniciado un proyecto llamado "patrimonio colonial inmaterial de la Humanidad" que ofrece la visión de los vencidos y a la vez es un juego de palabras sobre la idea del patrimonio cultural, que ellos obtuvieron en diciembre de 2019.
Para la Unesco "los conocimientos teóricos y prácticos relacionados con este elemento del patrimonio cultural vivo abarcan la preparación de la arcilla, su modelación con un torno o un molde, la ornamentación de la pieza modelada, la preparación de los pigmentos y el esmalte y la cocción en el horno, operaciones todas ellas que exigen una gran destreza".
A finales del siglo XX, la compañía estuvo en grave peligro de desaparecer y varios empresarios decidieron mantener este histórico taller. Luis Ángel Casas, presidente de la compañía asegura que una cosa tenían clara, no se podía perder este arte centenario.
Y en 2024 la fábrica Uriarte Talavera ha alcanzado el bicentenario. Todo este trabajo que realizan unas pocas empresas en Puebla de Zaragoza ha sido fundamental en la inclusión del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, que también incluye el saber hacer de talleres de Tlaxcala y Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo, en España.
Desde hace siglos los azulejos de la Talavera son la piel de los edificios religiosos y civiles del centro histórico de la ciudad mexicana de Puebla. Cinco siglos después de su llegada a la Ciudad de los Ángeles, el primer nombre de la capital poblana, la loza vidriada -que llegó de la toledana Talavera de la Reina, se extiende por todo el casco antiguo, en las fachadas, en los interiores, en mosaicos y otras obras de arte y en las cocinas históricas.
La típica cocina poblana se caracterizó por la integración de este tipo de azulejos o loza estannífera vidriada. Se utilizaba por motivos suntuarios, decorativos y por higiene, porque facilitaba la limpieza del espacio después de cocinar. No faltaba en las barras alargadas de piedra de las estufas, en platos, tazas y tazones.
Caminar por la ciudad es ir descubriendo infinidad de detalles decorativos, fachadas completas o las que combinan azulejos con ladrillos y que tuvieron su momento más álgido en el siglo XVIII.
Cuando los españoles fundaron Angelópolis, o la Ciudad de los Ángeles, en su idea original estaba crear un lugar donde la perfección y la belleza fueran unidas de la mano y la convirtieron en el principal centro productor de cerámica de Nueva España y del Nuevo Mundo.
Solo 20 años más tarde ya existían numerosos talleres de loza vidriada y azulejos en los que se trabajaba la denominada Talavera Poblana.
Sin duda a ello ayudó que ya encontraron una producción de cerámica de varios siglos y de excelente calidad, principalmente por el barro utilizado, blanco y negro, que se encuentra abundantemente en la zona y se mezclan a partes iguales aportando maleabilidad y dureza.
Los indígenas realizaban con ellos utensilios de uso doméstico o accesorios y elementos destinados a ceremonias religiosas, ritos funerarios y esculturas. Pero no habían conseguido la belleza que proporcionaba la cerámica vidriada.
Desde entonces los maestros alfareros y ceramistas han adquirido sus competencias con el correr del tiempo y las han transmitido oralmente a las jóvenes generaciones, ya sea en sus talleres o en el seno de sus familias.
Las primeras ordenanzas que regían cómo debía trabajarse esta loza fueron dictadas a mediados del siglo XVII y se encuentran en el archivo municipal de la ciudad.
El cronista local, Arturo Córdoba, explica que con el paso de los años se bajó la calidad y no fue hasta el siglo XX que se reactivaron para no perder una tradición artesanal de siglos.
Esa lucha de la talavera y sus artesanos por no ser absorbidos por la tecnología y la persistencia en el tiempo ha sido la base para que la Unesco la declare Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Un patrimonio tan frágil como lo es cada una de las piezas de esta preciosa loza, que ha resistido el paso de los siglos.
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