7 posts de diciembre 2008

LA NAVIDAD DE LOS POCILLOS

‘Suena el Manguaré, suenan los tambores al amanecer’, cantan los niños durante las celebraciones navideñas en las aldeas olvidadas del río Puinahua, en el selvático corazón de la Amazonia peruana. ‘Las ollas vacías, triste Navidad’, repiten conscientes de su extrema pobreza al entonar el villancico más popular entre cuantos les enseñaron los misioneros que comparten su abandono. ‘Pidiendo Justicia, suena el Manguaré’. Las letras navideñas se enriquecen con palabras de denuncia y rebelión, conforme a los principios de la llamada Teología de la Liberación, tan perseguida por una jerarquía vaticana acartonada entre dogmas y oropeles

Recuerdo unos días como estos en Ancash, una aldea de 142 habitantes con casas de bambú y cañizo, donde un sacerdote peruano de aspecto antiguo --gafas redondas de concha y blanca barba hasta la cintura-- llamado Jorge Vargas La Rosa recorría las casas pidiendo una aportación en alimentos para la ‘reunión de los pocillos’: la cena navideña a la que acuden sus empobrecidos habitantes, llevando ‘pocillos’ (pequeños recipientes) para repartir en ellos lo que el cura hubiera logrado juntar. A veces, un poco de chocolate con azúcar supone una fiesta para los más pequeños. Pero siempre es una ocasión de superar rencillas y sentirse unidos, de compartir lo poco de que disponen y vivir la Navidad.

Los niños que crecen en la miseria amazónica entonan con dulzura unos villancicos sencillos que son como gritos de alarma. Voces que nadie escucha en este lado del mundo donde la Navidad, aunque continúe siendo una festividad religiosa, responde al culto de un dios con otros valores, de naturaleza muy diferente a la expresada en esa leyenda tan hermosa de la criatura que nació en el desamparo y el exilio. Aquel es un dios de empobrecidos y el de aquí, de enriquecidos. Este dios tiene sus templos en los comercios de lujo y sus altares más renombrados llevan nombres transnacionales. Sin embargo no es un dios nuevo, sino mucho más antiguo que el de la cueva de Belén; una divinidad bíblica más implacable y despiadada aún que la representada en la zarza ardiente y que daba voces en el monte Sinaí. Simbolizada en el becerro de oro, sus adoradores entonan las cotizaciones de bolsa y salmodian beneficios financieros. (Las pérdidas siempre las trasladan silenciosamente a los ‘paganos’, en un milagro cotidiano que constituye la esencia de su liturgia) Un dios cruel y fracasado en la prometida multiplicación ad infinitud de los panes y los peces mediante la especulación universal. Un dios que requiere el sacrificio de millones de niños en sus altares de hambre, comercio desigual y latrocinio de materias primas, mientras sus sumos sacerdotes imploran al todopoderoso Mercado Libre la resurrección de la Banca privada.

Hasta para los anticlericales tan redomados como yo, la cristiana Navidad de los empobrecidos --en el Amazonas, o en Etiopía, o en Camboya, o en tantos rincones donde se escenifican los crímenes del sistema económico liberal-- resulta entrañable e invita al respeto, al recogimiento, a la solidaridad. Como la Navidad de los apóstoles del latrocinio --incluido su propio Judas, Madoff-- provoca rechazo y náusea.

100 AÑOS DE PERDÓN PARA MADOFF

La noticia de que el guru financiero Bernard L. Madoff --uno de los grandes figurones del tinglado capitalista mundial-- ha estafado a algunas de las mayores fortunas del Planeta, me ha producido una sensación insana: alegría. Y una evocación del refranero igualmente intolerable: ‘quien roba a un ladrón...’ Mi padre aseguraba que nunca había conocido a nadie que se hubiera hecho rico trabajando. Brecht sentenció que ‘detrás de toda gran fortuna se esconde siempre un gran delito’. Por eso, iba a escribir que ‘por una vez, los ladrones se roban entre ellos’. Pero hacerlo no sólo sería ‘políticamente incorrecto’, sino incluso querellable.

Mattelart y Dorfman explicaron (hace ya casi 40 años) cómo quienes trabajamos en los medios de comunicación reflejamos muchas veces inconscientemente los valores y criterios de los amos de los grandes canales de distribución de la información, en poder de grandes corporaciones económicas. Ello puede explicar que los periódicos hayan publicado de forma acrítica que algunas ‘entidades benéficas’ han sido víctimas de Madoff... ¡citando como tales a organizaciones dedicadas a la propaganda sionista o la desgravación de donativos culturales!

León Felipe nos enseñó a creer que nos quedaba la palabra, aunque un tirano lograse apoderarse de la hacienda, el caballo y la pistola. Nunca consiguieron quitarnos la palabra, pero últimamente han logrado cambiar sus significados y regular las ‘limitaciones democráticas’ de su empleo. Así, quienes incrementan el precio de las cosas en su beneficio, quienes se apropian de los recursos ajenos, quienes especulan con el hambre o la salud o quienes luchan por arruinar a los demás, ya no son criminales. Ni se les puede llamar ladrones sin enfrentarse a sus legiones de bienpagados abogados. Los más despiadados negociantes y los estafadores de alto copete, reciben la denominación de ‘aristocracia financiera’. Como mucho se les puede calificar de ‘tiburones’. Pero nunca de ladrones. Hay un pudor social que lo impide. ¿O es temor a los poderosos?

¿Puedo escribir que me ha alegrado saber que entre los estafados por Madoff estén algunas de las primeras fortunas del mundo? ¿Es lícito que me complazca el daño económico sufrido por algunos ‘ricachones’ (eufemismo para evitar el uso de otros calificativos que muchos pensamos) de nuestro país: Ortega, Koplowiz, Del Pino, Abelló...? Como cada vez me cuesta más administrar el léxico, debería dejar de escribir, empezando por suspender este blog absurdo.

ADIOS, BARNEY (eres el único que no tiene culpa alguna)

Estos días los comentaristas políticos de todo el mundo despiden en sus columnas a quien casi unánimemente califican como ‘el más nefasto entre los presidentes norteamericanos’. Pocas veces esta ceremonia periodística del adiós, que suele ir acompañada de flores dialécticas, ha resultado tan áspera. Incluso un colega iraquí --poco sutil en el ejercicio del oficio-- le arrojó un zapato, ‘calibre 44’ según señaló el propio Bush. (¡Con lo caro que está el calzado! Tal vez habría sido más adecuada una tarta de crema, en la tradición del ‘slapstick’, aunque para estos casos el refranero español recomienda ‘puente de plata’.) Y en las próximas semanas, hasta que Obama y sus funcionarios demócratas tomen las riendas políticas en Washington, leeremos despedidas a otros personajes tan desagradables como Cheney, Rumsfeld, Rice o Norton... Los feroces perros de presa de las corporaciones económicas que han gobernado los destinos del mundo durante los últimos años. Sin embargo seguramente se escribirá muy poco sobre Barney, el único de los habitantes de la Casa Blanca que merece una despedida sentida, el único con el que yo habría compartido un rato y un paseo sin miedo a ser atacado, el único al que se recordará con una sonrisa. Porque Barney es el único animal noble que ha transitado por los pasillos del poder en Washington: un terrier escocés negro, la mascota presidencial.



Barney ha soportado a su amo con ese gesto indulgente que sólo los canes saben mantener. Tan sólo una vez vimos que le llevara la contraria a Bush: cuando se resistía a seguirlo a un avión, rodeado de militares. Un gesto de inteligencia, una mínima ‘desobediencia civil’, junto a los muchos detalles de ternura y humor que el bueno de Barney ha aportado a la vida en la Casa Blanca. Su actitud, su modo de contemplar al Presidente de los Estados Unidos, me recordaba a un perro negro al que muchas veces vi junto a un vagabundo por la madrileña calle de Sainz de Baranda. Era un animal distinguido, que acompañaba y cuidaba a su amo alcohólico; lo esperaba en la puerta de los bares y lo guiaba de vuelta a su cobijo.



En el discurso de la victoria, la misma noche de su triunfo electoral, Obama desveló que había prometido a su familia comprar un cachorro. En realidad estaba disfrazando de ‘regalo de papá’ la necesidad política de reemplazar a Barney. Porque los perros presidenciales constituyen una ‘tradición’ amable en Washington, cuyo cumplimiento exigen quienes se cuidan de la imagen humana del Emperador. Y Barney deja un hueco difícil de llenar, por haber sido el único tipo simpático en la Casa Blanca. El único que no tenía culpa alguna.

(PD.- Barney tiene su propia página web: www.whitehouse.gov/barney)

¿DERECHOS HUMANOS?

Pasaron las primeras conmemoraciones del 60º aniversario de la proclamación de los Derechos Humanos en la ONU, a base de actos formales, más o menos solemnes. ‘Parole, parole, parole’, que dicen los italianos; ‘bla-bla-blás,’ lo traducimos aquí. Propuestas de medidas prácticas contra los 81 estados que atropellan esos derechos irrenunciables, ninguna. ¿Qué Parlamento ha anunciado un solo proyecto legislativo en ese sentido? Silencio general en los medios de comunicación, que informaban de los actos formales, sobre la responsabilidad de las grandes corporaciones económicas internacionales que basan sus beneficios sobre el abuso laboral, el expolio de recursos naturales y el crimen político. Tampoco ha habido organizaciones sociales que presentaran listas de empresas cuyos productos podamos boicotear los ciudadanos. Y mientras se daba lectura al articulado de los Derechos Humanos en distintas instituciones, por las cercanías de sus sedes vagaban --desamparados, perdidos en un limbo legal-- centenares, miles de inmigrantes sin papeles ni derechos, pendientes de una diaria ración de caridad. Habría sido absurdo invitarlos a presenciar esas conmemoraciones solemnes. Ni siquiera se les hubiera permitido la entrada en los recintos oficiales donde se celebraban, por carecer de documentación.

¿DESPIERTA LA UNIVERSIDAD?

Los estudiantes tienen motivos de sobra para movilizarse en contra del llamado ‘plan Bolonia’. Hay mucho que discutir sobre su contenido; pero de ningún modo se puede aceptar que la Universidad se organice al dictado de la Organización Mundial del Comercio, cuya evidente finalidad es poner al servicio de las grandes corporaciones económicas tanto la docencia como la investigación. Más claro: la OMC propugna que el Estado subordine la Educación a las necesidades de la empresa privada. Y para hacer presentable tamaño despropósito, el texto de su Acuerdo General del Comercio de Servicios (GATS), retorciendo las palabras, denomina ‘revolución pedagógica’ a la mercantilización de la Universidad, y disfraza como ‘adecuación a las demandas sociales’ los crudos intereses del Mercado. Sabido que los proyectos culturales no arrojan beneficios bursátiles y que las inquietudes éticas constituyen el mayor estorbo para los negocios, esas ‘demandas sociales’ quedan reducidas a una tecnología rentable, dentro de la mecánica de explotación internacional.

Pero el polémico ‘plan Bolonia’ presenta también un aspecto positivo: está contribuyendo decisivamente al despertar social de unas universidades que llevaban muchos años aletargadas, si no dormidas. Ojalá que estas protestas precipiten otro debate urgente sobre el criminal orden económico que defienden la OMC, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Y que los estudiantes, más allá de los límites de la Universidad, empiecen a cuestionar el mundo en el que van a vivir, como primera medida para cambiarlo. Es lo que cabe esperar de ellos. Porque, como explicaba Salvador Allende, ser joven y no ser revolucionario es casi una contradicción biológica.

LA VIRGEN DE LOURDES Y LOS HOMOSEXUALES

La despenalización mundial de la homosexualidad, que la Unión Europea impulsa en Naciones Unidas, tropieza con un serio obstáculo: la oposición absoluta de los gobiernos integristas islámicos... y del Vaticano. Se vuelve a producir la ‘santa’ alianza que en 1994 formaron ayatolás, obispos, imanes y pastores, oponiéndose al aborto y los anticonceptivos en la Conferencia sobre Población y Desarrollo de El Cairo. Pero a los sabios integrantes de la curia cardenalicia no les gusta aparecer públicamente alineados con sus homólogos mahometanos, y la diplomacia vaticana ha insistido mucho en matizar una diferencia: la Iglesia católica no está de acuerdo con que se castigue a los homosexuales con las duras penas (muerte, cárcel, tortura, fuertes multas...) que se les aplican en los países islámicos más radicales, con los que comparten trinchera a la hora de votar.

El mismo periódico que ayer publicaba una crónica sobre ese sordo debate entre bastidores de la ONU, ofrecía un par de días atrás otras dos noticias polémicas relacionadas con la Santa Madre Iglesia. Juntas, compartiendo página, una daba cuenta del número de ‘milagros oficiales’, de distintas curaciones atribuidas a la Virgen de Lourdes; y la otra reiteraba la condena apostólico-romana de la homosexualidad, recordando que insignes doctores de la fe valoran esta condición como una enfermedad. Sin embargo en la relación de prodigios producidos en la santificada cueva francesa no figuraba ninguna curación de tan pernicioso mal. En fin, milagro del bueno sería que la Iglesia despertara de sus pesadillas de siglos y dejara de perseguir a quienes comparten la misma orientación sexual que una tradición popular castellana atribuye a San Juan Evangelista.

LECCIONES DE HUMANIDAD

Del dolor y la vergüenza que me producen las noticias que de vez en cuando salpican los telediarios con imágenes del salvajismo ‘popular’ --como esa atrocidad del martirio del llamado 'toro de fuego', que en Tordesillas denominan ‘festejo tradicional-- me consuelan las lecciones de humanidad que silenciosamente imparten algunos amantes de los animales y pequeñas asociaciones protectoras de distintas localidades. Cada semana recibo un par de correos de Norma Fierro Rolán, una ejemplar defensora de perros y gatos, con un puñado de historias conmovedoras. Suelen ser denuncias de abandonos o malos tratos, y peticiones de auxilio. Alguien que recoge a un chucho torturado, mutilado por sádica diversión; alguien que se lleva a unos cachorritos ateridos, descubiertos entre la basura; alguien que encuentra a un perro que ha sido arrojado a la calle por viejo...

El último caso que me ha espeluznado es el de Globita, una hembra que aún no ha cumplido un año, cruce de podenco. Norma cuenta que tiene una terrible cicatriz en el cuello porque intentaron ahorcarla, y que ha sido brutalmente apaleada hasta reventarle un ojo. El pobre animal, recogido por la Guardia Civil, fue entregado a una asociación cordobesa ([email protected]) que le brindó atención veterinaria. Globita aún gime de dolor, pero mueve el rabo cuando se le habla. Necesita quien la quiera. (Hay una dirección, si algún lector de este blog puede ofrecérselo o quiere ayudar a sus protectores: [email protected]) Confieso que me gustaría quedármela, pero no me lo permitiría la celosa Isa, la cachorra abandonada que me traje desde Santiago de Chile...

Pero hay otros muchos casos. Como el del albergue que mantienen en Guardo (cerca de los Picos de Europa) tres mujeres humildes. Acaban de hacerse cargo de unos cachorros, a los que buscan hogar. Son los que aparecen en estas fotografías. Los dos pequeños lloraban, abandonados dentro de una caja de cartón.([email protected])

Por cierto, cada día es el día oficial de algo. Con ello se trata de mantener de actualidad una serie de temas. Hace muy poco fue el Día Internacional Sin Pieles. Y la inmensa mayoría de medios de comunicación lo ignoró, dejando pasar la ocasión de avergonzar a quienes todavía cometen la horterada sangrienta de comprar objetos confeccionados con la piel arrancada a bebés de foca... entre otros muchos ejemplos posibles de barbarie comercial.

Vicente Romero


Vicente Romero es uno de los reporteros más veteranos de TVE. Desde este blog cuenta sus viajes a los lugares donde viven los más desfavorecidos del mundo. Si hace falta izar una bandera de palabras para definir contenidos e intenciones, puede servir el verso de José Martí que da título a este blog.
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