5 posts de enero 2009

LA COMPLICIDAD EUROPEA

¿Debemos los europeos acoger a prisioneros de Guantánamo en nuestros países para facilitar el cierre de esa prisión de la vergüenza? La cuestión apareció el pasado día 26 sobre la mesa de trabajo de la Unión Europea. Esa mañana los ministros de Asuntos Exteriores de sus 27 miembros se enfrentaron al primer problema político planteado por Obama a sus aliados de este lado del charco: ‘A ver, ¿quién echa una mano para sacar a los presos sin cargos de Guantánamo?’

Washington todavía no ha presentado a Bruselas una petición formal de colaboración. Pero han realizado consultas bilaterales con distintos gobiernos europeos y el asunto se ha convertido en un secreto a voces: se trata de que varias naciones acojan a unos 60 prisioneros que no pueden ser enviados a sus países de origen porque sus vidas correrían peligro. Detenidos que en su mayoría fueron comprados a señores de la guerra o grupos paramilitares a 5.000 dólares por cabeza, contra quienes no se ha logrado concretar acusación alguna, y que hasta ahora no han sido liberados simplemente porque la Administración Bush no sabía que hacer con ellos.

Europa no ha puesto buena cara pero acabará ayudando a Obama. Javier Solana --ese ‘responsable de la política exterior de la UE’ carente de responsabilidades concretas-- por una vez puso el dedo en la llaga al declarar que se trata de ‘un problema de los estados Unidos y son ellos quienes tienen que resolverlo.’ El gobierno checo, presidido por un euroescéptico duro, prefiere que cada país perfile su propia posición. Holanda y Austria se niegan de plano. Alemania duda. Gran Bretaña, Francia, Finlandia y otros quieren complacer al nuevo emperador. España,
más allá de las buenas palabras, se muestra reticente e insiste en aguardar los movimientos de la administración y la justicia norteamericanas.

Cierto es que la inmensa mayoría de los presos de Guantánamo que han recuperado la libertad no han causado problema alguno. (A través de la ONG angloamericana Reprieve, tuve ocasión de conocer a algunos y de entrevistar a Tarek Derghoul, ciudadano británico que fue secuestrado en Pakistán.) Pero acogerlos plantea numerosos problemas: ¿se puede limitar su libertad de movimientos? ¿Se puede impedir que denuncien ante los tribunales de Justicia los atropellos que han sufrido?

¿Deben las naciones europeas que asumir responsabilidades ajenas? Si los prisioneros de Guantánamo pueden quedar en libertad en algunos rincones de Finlandia, de Italia o de España... ¿por qué no pueden hacerlo en tierras de Oregón, de Ohio o de Nevada? Europa debería exigir a la Administración Obama que empezara por efectuar un cambio radical e inmediato en las inhumanas condiciones de encarcelamiento en Guantánamo --lo que aún no se ha producido, ni siquiera insinuado-- y que acabase indemnizando a quienes ha secuestrado y torturado durante años sin disponer de pruebas para acusarlos de delito alguno. Pero Europa no puede hacerlo, porque muchos miembros de la Unión están pringados de complicidad en detenciones ilegales y en vuelos secretos de la CIA que trasladaron a secuestrados; de algunos incluso se sospecha que albergaron centros secretos de detención ilegal.

PALABRAS CONTRA EL HAMBRE

Los representantes de 120 países participantes en la Reunión de Alto Nivel sobre Seguridad Alimentaria (RANSA) de Madrid han vuelto a aportar brillantes discursos con millones de palabras contra el hambre en el mundo. Nunca fue más adecuado aquel refrán de que ‘una cosa es predicar y otra dar trigo’. Tras las interminables peroratas quedaron demostrados dos hechos: uno, que el hambre se ha agravado, alcanzando a 963 millones de personas; otro, que ningún estado enriquecido está dispuesto a aportar los fondos precisos para ponerle fin.

Los asistentes a la RANSA han expuesto claramente las principales causas del hambre: la caída de la inversión pública en el sector agrario, el encarecimiento de materiales y energía, el aumento de precio de los alimentos por culpa de la especulación financiera y mercantil, el empleo de cosechas enteras en la fabricación de agrocumbustibles, el aumento de la población, el cambio climático... Nada nuevo, los mismos argumentos debatidos en la cumbre Roma en pasado junio. Lo que la legión de delegados internacionales no aporta son soluciones efectivas, pese a que todos también sepamos cuales deberían ser. Tan solo ‘parole, parole, parole...’ que dicen los italianos. Palabras contra el hambre, que no dineros. En Roma se prometieron 22.000 millones de dólares para afrontar las urgencias mayores en la lucha contra el hambre. Todavía no han sido pagados, a diferencia de los descomunales fondos inyectados a la banca privada para combatir a la crisis financiera.

España se ha comprometido a incrementar su aportación económica contra el hambre hasta alcanzar los mil millones de euros durante los cinco próximos años. Y ayer el ministro Moratinos recuperaba para el año 2012 la vieja e incumplida receta del 0,7 por 100. Un ejemplo que no secunda la mayoría de las naciones enriquecidas. Lo que se echa en falta, más allá de las buenas intenciones e incluso de los dineros son propuestas políticas concretas para atajar las causas de la miseria. En los discursos de la RANSA de Madrid se han repetido docenas de veces los datos pavorosos del hambre. Pero ni la constante exhibición de las impúdicas estadísticas oficiales sobre mortandad infantil han hecho que los gobiernos más poderosos se mostraran dispuestos a escuchar las recomendaciones de la propia Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).

Por videoconferencia, la nueva Secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, se sumó al torrente de palabrería tan biensonante como hueca. Y dejó claro que, pese al optimismo mundial sembrado por la llegada de Obama a la Casa Blanca, las medidas dictadas por el sentido común contra las consecuencias de la extrema pobreza continúan resultando utópicas. No hay voluntad de acabar con el hambre porque es el hambre lo que alimenta a nuestras economías depredadoras. Ni cabe esperanza alguna de que se pongan límites a la especulación con los alimentos en la Bolsa de Chicago, cuando su antigua presidenta, Valerie Jarrett, se ha convertido en principal consejera del presidente Obama.

UN ICEBERG LLAMADO GUANTÁNAMO

En el terreno político el principal desafío que aguarda al presidente Obama consiste en reconquistar las Garantías democráticas, gravemente deterioradas bajo el mandato de su antecesor. Primero, seis días después de la destrucción de las Torres Gemelas, Bush concedió unos ‘poderes especiales’ a la CIA y el Pentágono que rebasaban los límites establecidos por la propia Constitución norteamericana; después, en 2002, firmó una orden que desvinculó a los Estados Unidos de la convención de Ginebra. Todo ello sirvió para establecer una metodología criminal en la denominada ‘guerra sucia contra el terrorismo’, basada en el atropello sistemático de los derechos humanos.

El primer capítulo del plan de Obama para que los Estados Unidos recuperen la dignidad perdida consiste en cerrar Guantánamo. Pero esa prisión ilegal no es más que la punta visible de un siniestro iceberg: el oscuro universo carcelario levantado por la CIA y el Pentágono en distintos lugares del mundo: las famosas cárceles secretas, agujeros negros en los que se pierde el rastro de detenidos políticos sin cargo. Presidios sobre los que Obama no dijo una sola palabra durante su campaña electoral y a los que después tampoco ha hecho referencia alguna.

Sin embargo, hace pocas semanas, una comisión del Senado norteamericano aprobó un informe en el que aparecen documentadas una serie de ‘decisiones infames’ adoptadas por los ministros de Defensa y Justicia de Bush (Rumsfeld y Gonzales) y el vicepresidente Cheney. Decisiones políticas que autorizaron la tortura --bajo el eufemismo de ‘técnicas agresivas de interrogatorio’-- y permitieron secuestros, traslados ilegales de prisioneros, cárceles secretas, homicidios y desapariciones de prisioneros. Hechos probados que deberían acabar en tribunales de Justicia, para bien del sistema democrático norteamericano. Sin ello, el anunciado cierre de Guantánamo quedaría reducido a un lavado de imagen.

Amnistía Internacional ha planteado una batería de medidas urgentes para que la nueva política de derechos humanos prometida por Obama resulte creíble. ‘La primera es un plan para cerrar Guantánamo en un plazo razonable --expuso Esteban Beltrán en ‘Informe Semanal’-- La segunda, que se prohíba la tortura y los malos tratos. La tercera, que no haya impunidad con lo ocurrido. Todo ello se resume en que los Estados Unidos vuelvan del lado oscuro de los derechos humanos hacia el lado de la legalidad internacional.’

El cierre de Guantánamo debería ser sólo un primer paso. De nada serviría dinamitar la punta del iceberg y mantener impunes tantos crímenes de estado, paradójicamente cometidos ‘en defensa de la libertad’.

LOS DISCÍPULOS JUDÍOS DE HITLER

Si hay un pueblo obligado por su propia historia a respetar escrupulosamente los derechos humanos y las convenciones humanitarias, es el pueblo judío. Sin embargo Israel atropella impunemente todos los principios éticos. Los constantes actos de terrorismo de estado ordenados por el gobierno judío, como base constante de su política de seguridad’, y los crímenes que el ejército sionista comete estos días en Gaza obedecen a unos planteamientos ideológicos y metodológicos que identifican al sionismo con el nazismo. Los hijos y nietos de las víctimas de ayer son los asesinos de hoy. Y emulan a los verdugos de sus mayores.

Las denuncias más duras contra la barbarie de los discípulos judíos de Hitler han salido del seno de Naciones Unidas y de una ONG israelí. Baste una como muestra: los militares sionistas obligaron a 110 personas, la mitad de ellos niños, a refugiarse un edificio para bombardearlo al día siguiente. ‘Nada ni nadie puede justificar el terrible sufrimiento al que se están viendo abocados cientos de personas en Gaza’. Es imposible no suscribir estas palabras de José Luís Rodríguez Zapatero, un hombre obligado a extremar la mesura y la prudencia en sus juicios. Gideon Levy, asesor de Simon Pérez, ha escrito que ‘la actitud de Israel excede toda proporción y sobrepasa todos los límites de lo ético, de lo humano, del derecho y de la sabiduría.’

Sin embargo, una inmensa mayoría de la sociedad judía --que se considera tan culta, tan cívica, tan estructurada, tan filantrópica-- respalda la extrema violencia castrense y las matanzas en curso. Algunas encuestas publicadas por la prensa israelí reducen hasta el 4 por 100 el porcentaje de quienes se oponen a las atrocidades cometidas en Gaza. ¿Acaso el estado sionista lleva al fascismo en sus genes históricos? Entre la herencia política de sus fundadores destaca la violencia terrorista de la organización paramilitar Irgún, madre del partido derechista Herat y abuela del actual Likud. Ya en 1948, insignes inteligencias judías como Einstein, Arendt o el rabino Cardoso, denunciaron el parentesco con los nazis del Irgún y otras entidades sionistas ‘por su organización, metodología y filosofía política’. Y hoy resulta más evidente que nunca que, 60 años después, el fantasma de Hitler habita en las entrañas del estado de Israel.

A LAS COSAS, POR SU NOMBRE

Parece que los periodistas tengamos miedo de las palabras cuando hablamos de los poderosos. La perversión en nuestro uso del idioma empieza cuando llamamos ‘ladrón’ a cualquier ratero o estafador callejero, pero evitamos utilizar el mismo adjetivo al referirnos a un banquero, aunque esté condenado y convicto por estafa. Y se agrava al máximo cuando denominamos ‘terroristas’ a individuos que recurren a una violencia desesperada, impelidos por circunstancias dramáticas sin posible salida política, mientras negamos la misma consideración de ‘terrorismo’ a sanguinarias actuaciones de ejércitos regulares contra población civil.

Lo que Israel está haciendo en Gaza tiene un nombre: ‘terrorismo de estado’. ¿Cómo calificar el bombardeo de una escuela donde, bajo protección oficial de Naciones Unidas, se habían refugiado familias enteras de desplazados? Tales acciones militares responden a la denominación de ‘crímenes de lesa humanidad.’ La actitud de la nación judía ante el pueblo palestino se caracteriza como ‘racismo’. La suma de planteamientos ideológicos, praxis política y metodología castrense arroja como resultado una identificación nítida del estado sionista con el sistema establecido por quienes fueron los mayores verdugos del pueblo judío: los nazis.

Resulta evidente el atropello contumaz de los derechos humanos --y de todas las convenciones que supusieron avances en la historia de la Humanidad-- que las fuerzas de Israel están cometiendo en Gaza. ¿Por qué entonces se evita escrupulosamente llamar a las cosas por su nombre, en la inmensa mayoría de las informaciones que se publican sobre estos hechos trágicos? El empleo de eufemismos como ‘acciones de castigo’, ‘ataques preventivos’, ‘ofensiva contra el terrorismo’ y tantos otros enmascaramientos de la realidad en los medios de comunicación nunca es inocente. Supone una victoria de esas fuerzas invisibles que, habiendo establecido las limitaciones de lo ‘políticamente correcto’ en los tratamientos informativos, se esfuerzan en controlar la formación de opinión pública. Y constituye una actitud cobarde, si no cómplice con los crímenes que ese uso perverso del lenguaje contribuye a minimizar u ocultar.

Vicente Romero


Vicente Romero es uno de los reporteros más veteranos de TVE. Desde este blog cuenta sus viajes a los lugares donde viven los más desfavorecidos del mundo. Si hace falta izar una bandera de palabras para definir contenidos e intenciones, puede servir el verso de José Martí que da título a este blog.
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