5 posts de febrero 2009

NADIE AMA A LOS BANQUEROS

Los grandes banqueros aparecen en los telediarios, contemplándose unos a otros con ojos satisfechos. Sin embargo, fuera de su propio y estrecho círculo, ¿hay alguien a quien le gusten los banqueros? Tan sólo a la secta mediática de adoradores del poder, que difunde sus opiniones de forma acrítica y les dedica bienpagados panegíricos... Últimamente es raro el día en que los banqueros no están en bocas de políticos, que los señalan como principales responsables de la crisis cuando no de beneficiarios fraudulentos de la misma. Y nunca hubo mayor consenso sobre la falta de vergüenza de esos a quienes ‘antes les llamaban usureros, ahora les llaman banqueros’, como se decía en ‘La bola de cristal’.

No entiendo que se envidie a unos seres tan poco amados que convierten al ‘maldito parné’ en esencia de sus vidas. Pero comprendo que se les odie y se les tema. No solo les tienen miedo los ciudadanos hipotecados, sino incluso quienes ostentan el poder político. Y tanto los integrantes del gobierno como los de la oposición sopesan las palabras que les dedican: el vicepresidente Solbes no ha pasado de criticar tímidamente sus ‘repartos excesivos de dividendos’ y sus ‘salarios absolutamente exorbitantes’; y el propio Zapatero, tan lleno de sensibilidad social en otras materias como la lucha contra el hambre, alardea de paciencia frente a ellos.

¿Qué simpatías pueden suscitar quienes reciben cantidades indecentes por firmar las despiadadas órdenes de ejecución económica de miles de personas? Dos ejemplos: los ingresos del presidente del BBVA, Francisco González, ascendieron en 2008 a la morterada de 16 millones y medio de euros; y el Banco de Santander pretende repartir un dividendo de casi 5.000 millones de euros en plena crisis. Pero no son sólo los banqueros españoles quienes notan el aumento de la repulsa popular que siempre merecieron. Lo mismo ocurre con sus colegas extranjeros. Porque su eternamente próspero negocio tiene reglas de comportamiento y arquetipos morales universales, como el tráfico de drogas o la trata de blancas. En Alemania, Merkel y seis de sus ministros han criticado ‘la pérdida del sentido de la realidad y el cinismo’ de los banqueros.’ Y en Norteamérica la prensa ha denunciado a los que se han repartido en primas personales sustanciosas cantidades del dinero público recibido para reflotar sus entidades. Obama ha tenido que poner límites oficiales a los sueldos e ‘incentivos’ de los gestores de bancos que reciban ayudas estatales.

Los banqueros son criticados, denunciados, odiados... Sin embargo se continua dándoles dinero público. Y ninguno va a la cárcel.

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PS.- BANQUEROS, NO BANCARIOS.
Una anécdota para que nadie malinterprete estas líneas: hace un par de años, un director de sucursal de un gran banco amenazó a RNE con querellarse si yo no me disculpaba por haber citado a Brecht, diciendo que es más ladrón quien funda o dirige un banco que quien lo atraca. Hube de explicar al indignado jefecillo que no era lo mismo un banquero que un bancario; y que tampoco le convendría que los amos de sus destinos profesionales supieran que se dedicaba a escuchar la radio en horario laboral.

PETICIONES DEL OYENTE

Días atrás, uno de los cada vez más numerosos escuchantes de ‘Asuntos Propios’ escribió a su conductor, Toni Garrido, pidiendo que en mi sección de los martes tratásemos un tema: la compra/expolio por corporaciones económicas internacionales de tierras cultivables en países empobrecidos. Y ponía como ejemplo una noticia que a penas ha tenido relieve en los grandes medios de comunicación: la compañía surcoreana Daewoo acaba de obtener del gobierno de Madagascar una cesión por 99 años de un millón 300.000 hectáreas, que suponen más del 40 por 100 de la superficie cultivable de la enorme isla africana.

El tema es de enorme interés. Porque el ‘negocio’ cerrado en Madagascar no es un hecho aislado, sino un gigantesco eslabón más en una larga cadena de compraventas, alquileres y/o cesiones de tierras fértiles que responden a una sorda política de apropiación de los recursos agrarios de naciones atrasadas, por parte de grandes empresas que actúan como tentáculos del mundo enriquecido. Corea del Sur encabeza a los estados depredadores de campos de cultivo ajenos, con 2.306.000 hectáreas extranjeras en poder de sus agentes económicos. El segundo puesto lo ocupa China, con dos millones de hectáreas en Méjico, Laos, Kazajstán, Brasil y varios países africanos. Les siguen Arabia Saudí, los Emiratos Árabes... en una lista donde también destacan los grupos de capital de Norteamerica (Soros, Morgan), Francia (Dreyfuss), Gran Bretaña (Landkom), Rusia (Renaissance), Japón, Libia...

El diez por 100 de las tierras cultivables argentinas, incluyendo importantes recursos hídricos, se encuentra ya en manos extranjeras, como las del millonario yanqui Douglas Tompkins. Y grandes extensiones de Brasil o Ucrania --por no citar estados débiles con poblaciones hundidas en la miseria-- escapan del control de los gobiernos. Tras haber saqueado el empobrecido Sur, y manteniendo a sangre y fuego el control sobre sus recursos naturales, el gran capital de Norte se propone apoderarse de sus huertas y sus azadas. Los alimentos se han convertido en ‘materias primas’ objeto de codicia, mercadeo despiadado y especulación financiera.

Más allá de la importancia de esta cuestión, queda el gesto esperanzador de que la audiencia reclame información y debate sobre la misma. En los oscuros años de nuestro pasado político, todas las emisoras de radio tenían una sección de ‘peticiones del oyente’. Se llenaban de canciones de moda, dedicadas al novio, a la madre, a los compañeros de trabajo... acaso porque el público sabía que no podía pedir otra cosa. Ahora que se puede, son pocas las peticiones de los escuchantes, como pocas son también sus quejas o exigencias. Si fueran más quienes escriben solicitando que se traten temas como el que comentamos, seguramente tendríamos unos medios de comunicación mucho mejores. Y acaso algunos directivos de televisiones privadas no pondrían tanto empeño en incrementar la audiencia de sus informativos a base de sucesos que rozan el amarillismo.

MANTEROS: CASTIGAR A LOS INDEFENSOS

Leo en los periódicos que hay 62 'manteros' encarcelados, 62 personas presas por buscarse la vida cuando se les impide trabajar. Porque la inmensa mayoría, si no la totalidad, se trata de inmigrantes sin papeles que permanecen en un limbo legal privados de los imprescindibles permisos, pendientes de una orden de expulsión que ha sido imposible ejecutar. Gentes que viven de las propinas por ayudarnos a encontrar estacionamiento, que duermen en albergues o en las calles, que buscan alimento en comedores de caridad, que se visten en roperos de asociaciones como ‘Karibú’... Pero que se niegan a robar y se resisten a mendigar. Son 62 condenados a penas que oscilan entre seis meses y dos años de cárcel, sobre quienes penden multas imposibles de pagar para indigentes, porque llegan a los 3.000 euros.

Los 'manteros', vendiendo copias piratas de CD o DVD ganan unos diez euros diarios. Y la millonaria industria del ocio audiovisual los persigue con saña despiadada, como si fueran ellos los culpables de que sus negocios hayan disminuido drásticamente. Les hacen pagar con cárcel su frustración por la imposibilidad de impedir lo que realmente les perjudica: las descargas por Internet de casi 1.900 millones de canciones y otros 345 millones de películas en 2008. Se castiga a lo débiles e indefensos. Y con ello, en palabras de Ramón Sáez, magistrado de la Audiencia Nacional, ‘estamos criminalizando la pobreza’.

Desde la reforma del Código Penal en 2003, la venta de copias piratas pasó a ser considerada como delito público. El hecho es que se le aplican condenas contrarias al sentido popular de la Justicia: las penas resultan desproporcionadas ya que llegan a ser más duras que las correspondientes por defraudar 4.000 euros a Hacienda, o por apropiación indebida de un vehículo usado. Y por si tal despropósito no fuera bastante, otro juez, Santiago Torres, advierte que ‘los inmigrantes irregulares están expuestos a un mayor rigor de la Justicia por la sustitución de la condena por una expulsión, y por la dificultad casi absoluta de suspender la pena privativa de libertad aún en condenas muy cortas.’

Sin embargo, la Sociedad de Autores (SGAE) no para de azuzar a tan injusta persecución. Y la Entidad de Gestión de derechos de los Productores Audiovisuales (EGEDA), que ha llegado a comparar a los manteros con los atracadores bancos, se opone a que se reduzcan las penas. Por cierto, el director adjunto de EGEDA se apellida Dapena, ¡que ironía!

Como miembro de la SGAE desde hace décadas, me opongo a que esta injusticia de cometa en mi nombre. Y me uno sin condiciones a los integrantes de Ferrocarril Clandestino o Sin Papeles, organizaciones que se esfuerzan en defender a los manteros. No sé donde hay que inscribirse en la Plataforma por la Despenalización del Top Manta, que cuenta ya con 7.000 firmas, pero quede claro mi absoluto respaldo. Y también mi firme intención de comprar discos a los manteros, aunque sean títulos que ya tenga, porque me los haya bajado con ‘la mula’ o porque los haya adquirido legalmente.

OBEDIENCIA DEBIDA, VERSIÓN OBAMA

Esclarecedor, el debate en el Senado norteamericano sobre la figura de Leon Panetta, propuesto como nuevo jefe supremo de la CIA. El primero en quien pensó Obama como candidato para el puesto fue John Brennan, un veterano miembro de la CIA; pero enseguida renunció a nombrarlo, tanto por las protestas que surgieron de la izquierda del Partido Demócrata como por temor a que se aireasen sus antiguas declaraciones de apoyo a la sucia política antiterrorista de Bush. Brennan quedó reducido a asesor presidencial y Obama encargó la dirección de la CIA a Panetta: un hombre de Bill Clinton (fue su jefe de gabinete entre 1994 y 1997) sin experiencia en el gremio de la Inteligencia.

La preocupación de algunos periódicos influyentes sobre la continuidad en los secuestros y las ‘entregas ilegales’ de prisioneros (ver el anterior post) parecieron calar en el ánimo de algunos senadores. Y Dianne Feisntein, presidenta del Comité de Inteligencia, preguntó si tales prácticas ilegales iban a mantenerse. El ‘no’ de Panetta fue rotundo. Pero el republicano Kit Bond le recordó que las llamadas ‘extraordinary renditions’ de sospechosos ilegalmente detenidos habían sido ‘frecuentes’ ya durante la etapa presidencial de Clinton, aunque no fueran expresamente autorizadas hasta después del 11-S bajo mandato de Bush. Y le preguntó si había estado de acuerdo. Entonces Panetta matizó su rotundo ‘no’ anterior.

El tal mister Bond, que no había dicho una palabra sobre el espinoso tema durante la doble presidencia de Bush, pudo sacar el dato de un artículo publicado en The Washington Times, en el que se citaban hechos poco conocidos: según la Comisión 11/9, antes del ataque contra los Torres Gemelas ya se habían producido cerca de un centenar de secuestros y ‘entregas ilegales’, método aberrante anterior a la presidencia de Ronald Reagan. (Consultar el artículo de Spencer Ackerman en Washintonindependent.com del 15 de enero)

Sin embargo la peor parte del plumero que Panetta mostró en el Senado fue su anuncio de que como jefe de la CIA no pediría responsabilidades a los agentes que hubieran practicado torturas, tales como el ‘waterboarding’: un simulacro de ahogamiento, que en América Latina se denomina ‘submarino’, permitido por Bush en 2002 y practicado oficialmente hasta 2006. El argumento empleado por Panetta suena a vieja y trágica milonga: ‘Estas personas no deberían de ser sometidas a juicio ni investigación si cumplieron con la ley, tal como la interpretó el fiscal general.’ Los militares argentinos llamaron ‘obediencia debida' a esa figura absurda. Cuando Argentina recuperó el más elemental sentido de la Justicia, la injusta Ley de Obediencia debida quedó abolida. Ningún militar, policía o funcionario --sea argentino o norteamericano-- puede excusarse en el cumplimiento de órdenes de secuestrar, torturar, violar, asesinar o hacer desaparecer a un ser humano.

LAS REBAJAS DE OBAMA

(DESDE SAN FRANCISCO, CALIFORNIA) En los círculos con mayor espíritu crítico de San Francisco --a los que la universidad de Berkeley suele dar una suave pátina izquierdista-- se empieza a echar agua al vino con que Obama ha conseguido embriagar de optimismo a una opinión pública necesitada de creer en algo, tras la oscura etapa de Bush. Se mide cuidadosamente el alcance de las palabras y los actos del nuevo presidente para evaluarlos de forma realista. Así, se contrasta su pública regañina a los banqueros con la inexistencia de un proyecto de reforma de las normativas financieras que les permiten disfrazar decisiones sospechosas de malversación de los fondos públicos que han recibido. O se estudian con lupa las medidas que Obama ha adoptado para acabar con los atropellos a los derechos humanos en la lucha contra el terrorismo, autorizados por su antecesor en la Casa Blanca.

Pero no son sólo los intelectuales californianos quienes plantean la cuestión de que no basta con cerrar Guantánamo y prohibir formalmente la tortura. Los periódicos más liberales y con mayor credibilidad también examinan estos días los límites de la nueva política. Un editorial del New York Times ha recordado el silencio oficial sobre la famosa cárcel de Bagram (Afganistán), donde unos 600 prisioneros permanecen confinados bajo el único control de las fuerzas armadas norteamericanas, privados de los derechos más elementales. Y Los Angeles Times señala en un artículo de Greg Miller que las ‘entregas ilegales’ de prisioneros políticos (las controvertidas ‘extraordinary renditions’) se mantienen intactas como ‘herramientas’ de lucha antiterrorista, y teme que su práctica tienda a incrementarse.

Las órdenes firmadas por Obama para acabar con la tortura y cerrar las llamadas ‘cárceles secretas’ de la CIA no implica hacer público el emplazamiento de éstas, ni él número, la identidad y el destino de sus prisioneros. Pero además, como señala el periódico californiano, la CIA continúa autorizada a efectuar secuestros y traslados secretos de prisioneros en distintas partes del mundo. Miller llega a poner en boca de un alto funcionario de Obama (cuyo nombre no desvela) que tales ‘herramientas antiterroristas’ se consideran ‘prácticas aceptables bajo ciertos parámetros’. Y que su número se incrementará como primera consecuencia del cierre de las ‘cárceles secretas’.

La guinda de la vergüenza la ha puesto una organización humanitaria, que destacó en la denuncia de los métodos creados por el gobierno de Bush: Tom Malinowski, jefe de los abogados de Human Right Watch en Washington, a declarado sin ruborizarse que la cosa le parece bien, ‘bajo circunstancias limitadas’.

A todo ello se ha sumado la voz del incombustible Noam Chomsky que, en una entrevista distribuida por Press Tv, ha denunciado el ‘pasado harto terrible’ de Richard Holbrooke (uno de los ‘enviados internacionales’ de Obama) por su antigua responsabilidad política en las atrocidades cometidas por Indonesia en Timor, y su actitud de ‘ojos ciegos’ en la matanza de Srebrenica (Bosnia). Más agua al vino. Y agua sucia.

Vicente Romero


Vicente Romero es uno de los reporteros más veteranos de TVE. Desde este blog cuenta sus viajes a los lugares donde viven los más desfavorecidos del mundo. Si hace falta izar una bandera de palabras para definir contenidos e intenciones, puede servir el verso de José Martí que da título a este blog.
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