NADIE AMA A LOS BANQUEROS
Los grandes banqueros aparecen en los telediarios, contemplándose unos a otros con ojos satisfechos. Sin embargo, fuera de su propio y estrecho círculo, ¿hay alguien a quien le gusten los banqueros? Tan sólo a la secta mediática de adoradores del poder, que difunde sus opiniones de forma acrítica y les dedica bienpagados panegíricos... Últimamente es raro el día en que los banqueros no están en bocas de políticos, que los señalan como principales responsables de la crisis cuando no de beneficiarios fraudulentos de la misma. Y nunca hubo mayor consenso sobre la falta de vergüenza de esos a quienes ‘antes les llamaban usureros, ahora les llaman banqueros’, como se decía en ‘La bola de cristal’.
No entiendo que se envidie a unos seres tan poco amados que convierten al ‘maldito parné’ en esencia de sus vidas. Pero comprendo que se les odie y se les tema. No solo les tienen miedo los ciudadanos hipotecados, sino incluso quienes ostentan el poder político. Y tanto los integrantes del gobierno como los de la oposición sopesan las palabras que les dedican: el vicepresidente Solbes no ha pasado de criticar tímidamente sus ‘repartos excesivos de dividendos’ y sus ‘salarios absolutamente exorbitantes’; y el propio Zapatero, tan lleno de sensibilidad social en otras materias como la lucha contra el hambre, alardea de paciencia frente a ellos.
¿Qué simpatías pueden suscitar quienes reciben cantidades indecentes por firmar las despiadadas órdenes de ejecución económica de miles de personas? Dos ejemplos: los ingresos del presidente del BBVA, Francisco González, ascendieron en 2008 a la morterada de 16 millones y medio de euros; y el Banco de Santander pretende repartir un dividendo de casi 5.000 millones de euros en plena crisis. Pero no son sólo los banqueros españoles quienes notan el aumento de la repulsa popular que siempre merecieron. Lo mismo ocurre con sus colegas extranjeros. Porque su eternamente próspero negocio tiene reglas de comportamiento y arquetipos morales universales, como el tráfico de drogas o la trata de blancas. En Alemania, Merkel y seis de sus ministros han criticado ‘la pérdida del sentido de la realidad y el cinismo’ de los banqueros.’ Y en Norteamérica la prensa ha denunciado a los que se han repartido en primas personales sustanciosas cantidades del dinero público recibido para reflotar sus entidades. Obama ha tenido que poner límites oficiales a los sueldos e ‘incentivos’ de los gestores de bancos que reciban ayudas estatales.
Los banqueros son criticados, denunciados, odiados... Sin embargo se continua dándoles dinero público. Y ninguno va a la cárcel.
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PS.- BANQUEROS, NO BANCARIOS.
Una anécdota para que nadie malinterprete estas líneas: hace un par de años, un director de sucursal de un gran banco amenazó a RNE con querellarse si yo no me disculpaba por haber citado a Brecht, diciendo que es más ladrón quien funda o dirige un banco que quien lo atraca. Hube de explicar al indignado jefecillo que no era lo mismo un banquero que un bancario; y que tampoco le convendría que los amos de sus destinos profesionales supieran que se dedicaba a escuchar la radio en horario laboral.