4 posts de abril 2009

Guantánamo, cien días después (II)

Siete de los prisioneros de Guantánamo, contra los que no hay cargo y sólo esperan encontrar un país que los acoja, han solicitado ser liberados en España. Serán los casos que Washington proponga a Madrid en los próximos días, si no lo ha hecho ya. Tres de ellos, a través de sus abogados, autorizaron a que se divulgasen sus expedientes en Informe Semanal, intentando con ello acelerar los trámites.

Se trata de un argelino, Ahmed Belbacha; de un azerí, Polad Sirajov; y de un tunecino, Saled Sassi. Los tres ofrecían el perfil de sospechosos a la turbia luz de los manuales de la CIA: jóvenes, descontentos y buenos musulmanes. Los tres viajaron a Afganistán para estudiar el Corán, meses antes de la guerra e incluso del atentado contra las Torres gemelas. Y los tres fueron secuestrados, vendidos a las fuerzas norteamericanas a 5.000 dólares por cabeza, confinados y torturados en cárceles secretas, y finalmente trasladados a Guantánamo.


‘El caso más llamativo es el de Belbacha; estaba en el ejército y los islamistas amenazaron con atacar a su familia si no desertaba; lo hizo y pasó a ser perseguido por el gobierno --cuenta Clive Stafford Smith, director de Reprieve (www.reprieve.org.uk)-- así que se exilió en Inglaterra, en Portsmouth. Trabajó en un hotel y uno de los clientes a los que atendió fue al viceprimer ministro británico, John Prescott.’

En un ejercicio de amarga ironía, los Estados Unidos rechazaron la solicitud de asilo de Ahmed Belbacha... ¡porque no acudió a presentarla personalmente! Y le enviaron la negativa a su celda. El cinismo forma parte de la doctrina carcelaria de Guantánamo.


Por las celdas de Guantánamo han pasado más de 760 prisioneros de 40 nacionalidades --la inmensa mayoría comprados a cazadores de recompensas-- de edades entre 13 y 98 años, todos considerados como combatientes enemigos al margen de las convenciones de Ginebra. Para muchos la pesadilla no terminó cuando salieron de la cárcel de la vergüenza. Porque fueron entregados a las policías de sus países, que volvieron a detenerlos, interrogarlos y torturarlos. Ha ocurrido decenas de veces con tunecinos, libios, argelinos...

Ahora los 241 últimos reclusos de una prisión que nunca debió existir esperan destino. Necesitarán ayuda para reintegrarse en la sociedad. Lo argumentan con sus propias experiencias tres de los catorce presos de Guantánamo que fueron liberados en Inglaterra.

-- ‘Hay algo que siempre nos decían, que los interrogadores nos repetían todo el tiempo: saldréis de esta prisión algún día, pero saldréis como personas rotas, rotas físicamente, mentalmente rotas. (Omar Deghayes, cinco años en Guantánamo)

-- ‘Muchos prisioneros han permanecido confinados en soledad, aislados en celdas individuales, durante casi ocho años. Algunos han perdido la razón, pero algunos siguen fuertes.’ (Moazzam Begg, tres años en Guantánamo)

-- ‘No podemos sacar a alguien de Guantánamo y lanzarlo a una ciudad. Creo que esa gente debe recibir cuidados. Pero quienes han sobrevivido a esa cárcel son fuertes y lo que precisan es una oportunidad.’ (Bisher Al Rawi, cuatro años en Guantánamo)

GUANTÁNAMO, CIEN DÍAS DESPUÉS (I)

Se cumplen los cien primeros días de Obama en la Casa Blanca sin que aún se hayan visto los frutos de la primera decisión importante que tomó al llegar a la presidencia: cerrar el presidio ilegal de Guantánamo. Es cierto que atemperó su anuncio prometiendo hacerlo ‘en el plazo de un año.’ Pero las semanas y los meses han ido pasando sin que se advirtieran avances en el proceso de liquidación de la cárcel de la vergüenza. Ni siquiera se han atenuado las condiciones extremas que sufren la mayoría de los prisioneros en los módulos de máxima seguridad Delta 5 y Delta 6 (construidos por una empresa filial de la famosa corporación Halliburton, vinculada al entonces vicepresidente Dick Cheney). Los reclusos aún permanecen aislados en minúsculas celdas durante 23 horas diarias, con la luz siempre encendida. Y la ducha forma parte de los 60 minutos de recreo, que se consumen en pequeños gallineros de unos 20 metros cuadrados.

Según la organización humanitaria angloamericana ‘Reprieve’ (‘Indulto’), quedan en Guantánamo 241 prisioneros, de los que unos 40 podrían ser juzgados por tribunales de los Estados Unidos. Unos 150 serían repatriados. Y quedarían otros 50, que no pueden ser devueltos a sus países de origen porque ello supondría exponerlos a persecución, torturas e incluso muerte. De cómo y cuando dar destino a los integrantes de los dos primeros grupos no se ha vuelto a hablar. Tan sólo se ha especulado con la suerte de ese medio centenar que la Administración norteamericana no tiene a dónde enviar. Hace muchos meses --en algunos casos, dos años-- les comunicó que quedarían en libertad sin cargos cuando algún país estuviera dispuesto a acogerlos. Y Obama ha pedido a sus aliados europeos que le ayuden a salir del atolladero, proporcionándoles lugares de asilo.

Más allá de la deseable colaboración democrática con Obama, muchos estados europeos tienen la irrenunciable obligación moral de echarle una mano para facilitar el final de la pesadilla de Guantánamo. Porque está sobradamente probado que fueron cómplices de Bush en los ‘traslados ilegales’ de prisioneros, efectuados por los famosos ‘vuelos secretos de la CIA’ con escalas en aeropuertos europeos, principalmente de España y Portugal. Y también porque algunos gobiernos, como los de Italia, Alemania o Suecia, colaboraron en secuestros, mientras que otros llegaron incluso a albergar centros de detención de la CIA, como Croacia, Rumania o Polonia.

Pero tan solo media docena de países han ofrecido su colaboración para enmendar los atropellos cometidos por los Estados Unidos durante el mandato de George Bush. El Parlamento Europeo debatió la cuestión el 3 de febrero, sin alcanzar un acuerdo, y cada nación quedó libre de aceptar o negar la acogida de prisioneros. El 24 de febrero, en Washington, el ministro Moratinos prometió a Hillary Clinton que España aceptará media docena de reclusos de Guantánamo. Quedaron por concretar su número y sus identidades, además de establecer un marco jurídico de acogida que determine su estatus, sea como asilados o como meros residentes.

No hay razón alguna para que continúe la demora en los trámites de liberación por parte norteamericana ni en los de acogida por parte española. Porque se trata de hombres inocentes, contra los que no se ha formulado cargo alguno. Que fueron secuestrados y permanecieron hasta siete años encargado en condiciones inhumanas. Y que esperan unas simples firmas en unos documentos para recuperar la libertad que les robaron.


UNA HISTORIA DE AMOR Y GUERRILLA

A finales de los durísimos años cuarenta, un dirigente de la lucha antifranquista quedó aislado en el frente guerrillero de Levante. Resistió durante muchas semanas, oculto en una zona montañosa, gracias a la solidaridad de los lugareños. Desde una población cercana, cada ocho o diez días, una mujer subía al monte para llevarle comida y noticias. Era un hembra poco agraciada, a la que el joven combatiente comunista no habría mirado dos veces si se la hubiera cruzado en la calle de cualquier ciudad. Pero en la soledad y el desamparo en que se encontraba, aprendió a contemplarla como a un ángel. Sus visitas no sólo le aportaban alimentos e informaciones, sino algo aún más valioso: calor humano.

‘La esperaba con impaciencia --me confesó el guerrillero, recordándola mucho tiempo después-- porque cuando venía hablábamos unas cuantas horas y hacíamos el amor. Por eso, aquella feúcha llegó a parecerme la mujer más bella del mundo.’

Las necrológicas de algunos periódicos dan noticia de la muerte de Florián García, a los 92 años. E hilvanan datos biográficos, contando que en 1933 se afilió a las Juventudes Comunistas y, tres años después, al PCE; que combatió en la guerra civil, dentro de la 50ª Brigada Mixta y alcanzó el grado de capitán en la 5ª Brigada de Cabineros; que, tras la victoria franquista, pasó 22 meses en un campo de concentración; que cuando recuperó la libertad se incorporó a la resistencia contra la dictadura; y que desde 1946 hasta 1952 luchó en las filas guerrilleras, en Levante y Aragón.

Conocí a Florián García en 1977 en Praga, donde él llevaba 23 años exiliado. Leonor Bornao, en nombre del Comité Central del PCE, le pidió que me ayudara a entrar en contacto con los principales firmantes de la ‘Carta 77’, movimiento democrático que se oponía al régimen estalinista, sobre el que yo iba a hacer un reportaje para el ya desaparecido diario ‘Pueblo’. Viejo zorro, Florián me vigiló antes de acudir a nuestra primera cita para comprobar que la policía checa no me seguía. Sus consejos me permitieron mantener varias entrevistas clandestinas antes de que me detuvieran en casa del exdirigente comunista Zdenek Mlynar (uno de los impulsores de la ‘primavera de Praga’, aplastada por los tanques soviéticos) y me expulsaran del país.

Lo más interesante de aquel reportaje fue lo que nunca publiqué: las largas charlas con Florián García. Durante una de ellas, una noche en la legendaria cervecería ‘U fleku’, el endurecido combatiente antifranquista me habló de aquella feúcha/bellísima campesina que le proporcionó momentos de ternura, imprescindibles para resistir en el monte. Aquel relato íntimo y lleno de humor me ha servido para recordar al hombre oculto tras los datos del luchador político que publican los periódicos.

LA ORQUESTA (PUBLICITARIA) DEL TITANIC

Como cada día desde hace meses, todos los medios de comunicación abrían ayer sus ediciones con noticias de la crisis económica y sus consecuencias sociales. En ese contexto, resultaba chocante el lujoso fascículo publicitario distribuido junto al diario ‘El País’: 44 páginas de carísimo papel cuché tamaño Din A3, titulado ‘Shopping & Style’, cuya portada prometía ‘ideas para vivir a la última’. Por supuesto, ese ‘vivir a la última’ no se refería a las últimas oportunidades laborales, a las últimas letras de cambio protestadas ni a las últimas cuchilladas hipotecarias que afectan a millones de personas. Su sumario presentaba ‘lo último’ en consumo de lujo: ‘moda con personalidad’, ‘escapadas con estilo’, ‘propuestas exclusivas’... denominando taxativamente a alguno de los productos anunciados como ‘artículos imprescindibles’.

El desvergonzado folleto incitaba a la adquisición inaplazable de objetos tales como cubiertas para piscinas ‘sin interferir en la estética original del jardín’; cremitas femeninas que, ‘gracias al bioreduz-complex’, son capaces de remodelar vientres o caderas; y fabricados ‘de ingenieria costmética de alta tecnología para hombres’ a base de ‘damage defense complex’ contra el envejecimiento... Pero el colmo de la desvergüenza consumista se encontraba en la página 27, que reproducía la declaración universal de derechos humanos de 1948 añadiendo un nuevo artículo sobre el derecho a poseer un reloj de lujo...

La impudicia publicitaria en tiempos de crisis --cuando el paro aumenta vertiginosamente y se multiplican las preocupaciones económicas de miles de familias-- ensucia a los medios de comunicación. El sonrojo alcanza también a los ‘telediarios’ de todas las cadenas, que dedican largos minutos a ‘informaciones’ con sospechosos tintes publicitarios, sobre carísimos restaurantes de ‘cocina de diseño’ y/o absurdos desfiles de moda. Anuncios y crónicas para privilegiados, de cosas inalcanzables para la inmensa mayoría de una ciudadanía angustiada.

Las agencias de publicidad se comportan como los músicos del Titanic, continuando sus insensatas melodías consumistas mientras el barco económico se hunde. Pero es que los clientes a quienes aquella alienada orquesta sirvió de modo tan ejemplar como estúpido, tienen mucho en común con los destinatarios de estas amorales campañas publicitarias: los pasajeros enriquecidos de la primera clase siempre disponen de botes salvavidas, confortables y seguros, que les garantizan seguir a flote. Sus hábitos de consumo, su desmedida capacidad de gasto, a penas se ven afectados por la crisis. Son los viajeros empobrecidos --los trabajadores de segunda clase, los inmigrantes hacinados en camarotes de tercera-- quienes siempre se hunden con el trasatlántico.

Vicente Romero


Vicente Romero es uno de los reporteros más veteranos de TVE. Desde este blog cuenta sus viajes a los lugares donde viven los más desfavorecidos del mundo. Si hace falta izar una bandera de palabras para definir contenidos e intenciones, puede servir el verso de José Martí que da título a este blog.
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