Guantánamo, cien días después (II)
Siete de los prisioneros de Guantánamo, contra los que no hay cargo y sólo esperan encontrar un país que los acoja, han solicitado ser liberados en España. Serán los casos que Washington proponga a Madrid en los próximos días, si no lo ha hecho ya. Tres de ellos, a través de sus abogados, autorizaron a que se divulgasen sus expedientes en Informe Semanal, intentando con ello acelerar los trámites.
Se trata de un argelino, Ahmed Belbacha; de un azerí, Polad Sirajov; y de un tunecino, Saled Sassi. Los tres ofrecían el perfil de sospechosos a la turbia luz de los manuales de la CIA: jóvenes, descontentos y buenos musulmanes. Los tres viajaron a Afganistán para estudiar el Corán, meses antes de la guerra e incluso del atentado contra las Torres gemelas. Y los tres fueron secuestrados, vendidos a las fuerzas norteamericanas a 5.000 dólares por cabeza, confinados y torturados en cárceles secretas, y finalmente trasladados a Guantánamo.
En un ejercicio de amarga ironía, los Estados Unidos rechazaron la solicitud de asilo de Ahmed Belbacha... ¡porque no acudió a presentarla personalmente! Y le enviaron la negativa a su celda. El cinismo forma parte de la doctrina carcelaria de Guantánamo.
Por las celdas de Guantánamo han pasado más de 760 prisioneros de 40 nacionalidades --la inmensa mayoría comprados a cazadores de recompensas-- de edades entre 13 y 98 años, todos considerados como combatientes enemigos al margen de las convenciones de Ginebra. Para muchos la pesadilla no terminó cuando salieron de la cárcel de la vergüenza. Porque fueron entregados a las policías de sus países, que volvieron a detenerlos, interrogarlos y torturarlos. Ha ocurrido decenas de veces con tunecinos, libios, argelinos...
Ahora los 241 últimos reclusos de una prisión que nunca debió existir esperan destino. Necesitarán ayuda para reintegrarse en la sociedad. Lo argumentan con sus propias experiencias tres de los catorce presos de Guantánamo que fueron liberados en Inglaterra.
-- ‘Hay algo que siempre nos decían, que los interrogadores nos repetían todo el tiempo: saldréis de esta prisión algún día, pero saldréis como personas rotas, rotas físicamente, mentalmente rotas. (Omar Deghayes, cinco años en Guantánamo)
-- ‘Muchos prisioneros han permanecido confinados en soledad, aislados en celdas individuales, durante casi ocho años. Algunos han perdido la razón, pero algunos siguen fuertes.’ (Moazzam Begg, tres años en Guantánamo)
-- ‘No podemos sacar a alguien de Guantánamo y lanzarlo a una ciudad. Creo que esa gente debe recibir cuidados. Pero quienes han sobrevivido a esa cárcel son fuertes y lo que precisan es una oportunidad.’ (Bisher Al Rawi, cuatro años en Guantánamo)