SOS desde Wukro (Etiopía)
Desde Etiopía me llega un correo que es un grito de dolor, aunque esté escrito con palabras serenas. Lo firma el misionero Ángel Olaran, que lleva años trabajando en Wukro, cerca de la frontera con Eritrea, donde la malnutrición es una enfermedad crónica. Ángel suplica ayuda para conjurar la amenaza de otra hambruna en las zonas donde que el año pasado sólo llovió cuatro días:
En la región hay 84.000 campesinos afectados por el desastre, repartidos en torno a 64 pueblos. El gobierno local solo dispone de la cuarta parte de las semillas precisas. Hacen falta 10.000 quintales de trigo Pavon, que es la especie más resistente a la sequía y cuya paja sirve de alimento al ganado. Cada quintal cuesta unos 84 euros, transporte incluido. Y la siembra debe efectuarse antes de que acabe el mes de junio. ¿Cómo conseguir el dinero necesario en un plazo tan corto? El misionero cuenta con el apoyo de varios colectivos solidarios, especialmente en el País Vasco y Cataluña. Pero sus aportaciones no son suficientes. Por eso, apela al compromiso de cada uno de nosotros: ‘Con un billete de diez euros ya se puede hacer algo --dice-- y con muchos billetes de diez euros, mucho’. Y manda el número de una cuenta en la Kutxa (Caja) de Hernani, su pueblo natal: 2101 0041 08 0010282606.
Hace años que conozco, admiro y quiero profundamente a Ángel. Siempre me ha fascinado su constante constatación de que ‘si no se acaba con la pobreza es porque no interesa hacerlo’. A quienes deseen conocer su combate contra la miseria y el abandono recomiendo el libro ‘Ángeles de Wukro’, de Mayte Pérez Báez (editorial Kailas), un relato conmovedor sobre las gentes con quienes el padre Olaran ha decidido compartir su vida. En sus páginas se recogen opiniones que el misionero expresa con esta claridad meridiana: ‘Resulta muy difícil entender y aceptar la ceguera de la Madre Iglesia ante los gritos de horror y de angustia de los que padecen las peores consecuencias del hambre sufriendo las consecuencias del orgullo nauseabundo de los amos del mundo; y aquí es donde más se echa en falta su voz profética. ¿Cómo una Madre puede ser tan insensible a ese grito que rasga a la humanidad?’
Mayte apostilla: ‘Duros juicios en boca de un sacerdote. Pero la realidad de Wukro es cruda e impone su dramática intensidad sobre los dogmas. Porque resulta doloroso y vergonzante contemplar los daños producidos por un sistema que ha reemplazado los valores morales universales por las implacables leyes del mercado, causando efectos devastadores sobre la vida de los seres humanos más débiles, al globalizar y ampliar las desigualdades económicas en vez de reducirlas.’
(Días atrás, el siempre lúcido Forges publicó esta viñeta sobre otra hambruna anunciada. Su chiste/editorial vale igual para Etiopía.)