2 posts de junio 2010

Zona peligrosa

(Desde Buenos Aires)

En las cercanías de la Villa 31, como a la entrada del Bajo Flores, el gps del taxi vocifera ‘atención se aproximan a zona peligrosa.’ Cada vez que penetramos en alguno de los muchos núcleos de marginación y miseria urbana que rodean a Buenos Aires, suenan los mismos campanazos de alarma que avisan al conductor de la presencia de un radar. Pero el consejo de reducir la velocidad para evitar las multas se transforma en perentoria advertencia contra los riesgos de adentrarse en los barrios donde malviven los empobrecidos. Los taxistas siguen las instrucciones de la voz metálica que les guía como si se tratara del verbo divino. Y rehúsan llevar pasajeros a las villasmiseria.


La pobreza es peligrosa porque no obedece a las normas del sistema que la fabrica. Todo el mundo lo sabe. Sería absurdo que los miserables cumplieran escrupulosamente las leyes que los condenan a un infierno sin salida. Para sobrevivir se ven impelidos a delinquir: a construir su hogar en una chabola, a conectarse ilegalmente al tendido eléctrico, a atentar contra una sacrosanta propiedad privada siempre ajena. Gente peligrosa que ambiciona comer cada día y es sospechosa de necesitar el contenido de los bolsillos de quienes llegan en taxi a retratar el escenario de sus desdichas.

Hay quien, además de temer la amenaza de los marginales, parece creer que la pobreza sea contagiosa. Recuerdo un corresponsal español en Buenos Aires --un hombre de izquierdas por cierto-- que, cada vez que tenía que hacer una crónica de la injusticia llevaba en el bolsillo un envase de alcohol en gel, para desinfectarse las manos. Lógico que cuanto más conscientes están los privilegiados, más les aterre pensar que las carencias se peguen como las enfermedades. De un robo se recuperarían enseguida. Pero enloquecerían de ansiedad si quedaran atrapados entre las infraviviendas de una villamiseria.


Sin embargo, el equipo de Vagamundos --un programa de TVE aún en ciernes, cuyos pilotos estamos rodando-- preferimos seguir el consejo que nos dio Eduardo Galeano: ‘buscad la cultura en la calle, entre los más humildes y escuchad la voz de quienes el sistema condena al silencio.’ Otro buen amigo, Federico Luppi, nos dijo frente al imponente edificio del Congreso que ‘lo esencial de la lucha política no está ahí dentro, sino entre quienes tienen que pelear diariamente por lo más elemental de la vida’. Ignoramos los consejos/órdenes del gps, y nos adentramos en los barrios peligrosos donde tal vez aniden miles de delincuentes potenciales pero no existe ni una sola de esas cuevas de ladrones que proliferan en el centro de Buenos Aires: sedes bancarias, oficinas de grandes corporaciones, comercios de firmas multinacionales… centros nerviosos de un sistema despiadado que considera a las víctimas de la pobreza como una amenaza social.

Ropa sin defecto (ético) de fábrica

(Desde Buenos Aires)


Quienes rechazamos la ropa de marca --para repudiar los abusos cometidos por las grandes corporaciones textiles en talleres de los países empobrecidos donde subcontratan la fabricación-- acabamos de encontrar un logo multinacional de confianza: No Chains, que puede traducirse como Sin Cadenas, no solo garantiza que no emplea mano de obra esclava, sino que sus beneficios van directamente al bolsillo de los trabajadores.


La noticia de la creación de No Chains ha sido un pequeño acontecimiento en Buenos Aires. A su presentación han asistido numerosos políticos de izquierda, sindicalistas, activistas sociales… e incluso el conservador arzobispo porteño. La noticia no dará la vuelta a mundo aunque lo merezca, porque la nueva firma carece de presupuesto publicitario. Se trata de una sociedad internacional, creada por dos cooperativas de obreros textiles: la tailandesa Dignity Return y la argentina La Alameda. Los integrantes de ambas padecieron la despiadada explotación de talleres al servicio de marcas como Puma, Adidas, Nike, Umbro, etcétera. Y acabaron organizándose para liberarse de sus cadenas laborales y sobrevivir con dignidad.

Los tailandeses, que fundaron su cooperativa en 2003, cuentan en su página web cómo sus patronos llegaban a drogarlos. A los argentinos (y bolivianos) de La Alameda, fundada hace nueve años, los conocí meses atrás durante un reportaje para Informe Semanal. Ahora he asistido al nacimiento de No Chains gracias al inicio de los rodajes de Vagamundos, un programa de producción propia de TVE que está iniciando su andadura.

El lanzamiento de No Chains tendría que haberse visto en los telediarios de todo el mundo: los propios tejedores desfilaron primero encadenados, vistiendo ropas de marcas acusadas de imponer a la mano de obra local unas condiciones cercanas a la esclavitud. Después, al son de Sin cadenas, la canción de Los Pericos, exhibieron las remeras (cazadoras) con que han iniciado su propia línea de producción. Aún se venden en pocos sitios, pero con un precio tan atractivo como su diseño: 55 pesos, unos doce euros.

Los planes comerciales de No Chains responden a la vocación de extender su lucha contra la explotación de las grandes firmas textiles, enunciada por Gustavo Vera, dirigente de La Alameda con estas palabras: ‘a la esclavitud global creada por el capitalismo global queremos responder con una lucha global de productores y consumidores.’

Vicente Romero


Vicente Romero es uno de los reporteros más veteranos de TVE. Desde este blog cuenta sus viajes a los lugares donde viven los más desfavorecidos del mundo. Si hace falta izar una bandera de palabras para definir contenidos e intenciones, puede servir el verso de José Martí que da título a este blog.
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