6 posts de noviembre 2010

Fiesta de pobres en El Gallinero

El día de los derechos de los niños debería de ser cada día. Como todos los días de... que se suceden en el calendario para recordarnos la necesidad de cambiar el mundo injusto en que vivimos. Una conmemoración que a penas sirve para sembrar los periódicos con artículos sobre la infancia y los telediarios con imágenes de criaturas desvalidas en distintos rincones del planeta. Sin embargo no hace falta ir muy lejos para retratar criaturas que viven en la miseria y crecen entre basuras. Hay 300 en el poblado gitano de El Gallinero --permanentemente cercado por la policía-- a solo doce kilómetros de la madrileña Puerta del Sol.

Frente a todos los actos institucionales, destaca la celebración del día de los derechos de los niños organizada por un puñado de voluntarios que se esfuerzan en realizar las elementales tareas sociales que no cumplen el Estado, la Comunidad de Madrid ni ayuntamiento alguno en El Gallinero.


Semanas atrás se contaba en este blog la visita particular que efectuaron a El Gallinero el Vicepresidente del Consejo Asesor de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Jean Ziegler, y el misionero español en Etiopía, Ángel Olaran , guiados por el cura de la iglesia vallecana de San Carlos Borromeo, Javi Baeza. Quienes deseen conocer pesonalmente ese rincón vergonzoso de Madrid tienen ahora una magnífica ocasión de hacerlo, participando en la jornada de fiesta del sábado 20 de octubre, desde las nueve de la mañana hasta entrada la noche.

A las 09.00 se colocarán columpios, balancines y toboganes infantiles. A las 11.00 habrá un pasacalles entre las chabolas. Al medio día, talleres de dibujo y escultura, disfraces y decoración de elementos urbanos. A las 13.00, música y baile. Después se leerá un manifiesto y se servirá una olla popular con paella y sarmale (una comida típica de Rumanía, parecida a los rollitos chinos y vietnamitas). A las 16.00, juegos, carreras de sacos, gymkana. Y tras la merienda, justo antes del atardecer, magosto (hogueras y castañas asadas). Finalmente, al llegar la noche, fuegos artificiales.

Una fiesta de pobres para enriquecer el corazón y la mente. Se puede ir en coche por la carretera de Valencia hasta Valdemingómez. O en la línea 339 de autobuses desde la plaza de Conde Casal. ¡Estáis todos invitados!

La barbarie de Medinaceli

Un año más, en el pueblo castellano de Medinaceli se ha vuelto a torturar a un animal como forma de celebrar las fiestas locales. Una vez más la crueldad, la brutalidad, la insensibilidad y la incultura se han disfrazado de tradición bárbara, para vergüenza de un país que trata de desprenderse de los restos de un pasado que le dio fama de despiadado, sanguinario y atrasado en sus costumbres.

Medinaceli es una muestra de la España negra. La imagen de un toro aterrado por el fuego prendido en sus astas retrata la catadura moral de quienes disfrutan con estos actos salvajes y, sobre todo, de quienes los organizan, amparan y financian desde el Ayuntamiento, la Diputación o la Junta. El sufrimiento de un animal no puede considerarse festivo. Ni tampoco cabe defenderlo como supuesta tradición. Porque las tradiciones hay que depurarlas con arreglo a la sensibilidad de los tiempos actuales. Y los residuos de la vieja barbarie deben de ser abolidos, sometidos a los avances sociales de la moral y la ética sobre los bajos instintos.

Para protestar se puede escribir a las autoridades locales en [email protected] y a la Junta de Castilla y León, cuya dirección habilitada para las quejas es [email protected]. También cabe sumarse a las iniciativas de la organización animalista PACMA, que el próximo día 28 presentará 18.000 firmas en la Delegación Territorial de la Junta de Castilla y León en Soria, en nombre de FAACE (Fight Against Animal Cruelty in Europe) contra la tortura anual de un toro: http://www.pacma.es/n/10848/18_000_firmas_contra_el_toro_jubilo.

Lo que resulta más complicado es hacer llegar apoyo a los vecinos de Medinaceli que nos llaman o escriben a los periodistas pidiendo que denunciemos el vergonzoso espectáculo de los sádicos festejos, explicándonos que ellos no se atreven a manifestar en público su rechazo. Porque algunos que lo han hecho han sufrido amenazas e insultos, y en algunos casos han encontrado sus coches rayados o con las ruedas pinchadas.

Nadie llorará por Massera


El almirante Emilio Massera, una de las figuras más siniestras de la política argentina, ha muerto en la cama de un hospital militar. Ello convierte a su propio fallecimiento en la última injusticia cometida durante su larga y sucia vida. Porque Massera debería de haber muerto en prisión tras haber pasado las últimas décadas encarcelado, si no lo hubieran impedido, primero, las aberrantes --y, por ello, derogadas-- leyes de perdón político y, después, un muy precario estado de salud mental sobre el que siempre recayeron sospechas.

Que Massera fue un monstruo se deduce de la lectura de cualquier biografía desapasionada, incluso de las hagiografías escritas sobre su figura política. Apodado el Almirante Cero, fue el más ambicioso, despiadado, y perverso de los miembros de la Junta Militar argentina que ejecutó la mayor represión de la historia argentina. Su cinismo no tuvo límites. Se arrogó el derecho de decidir sobre la vida y la muerte de miles de secuestrados políticos. Y lo ejerció con la aplastante seguridad que le daba contar con la bendición de la jerarquía católica. Jugaba al tenis con el nuncio, Pío Laghi. Se reunía con los obispos y comulgaba de sus manos. Organizaba misas de Navidad, a las que asistían juntos torturadores y torturados, en la Escuela de Mecánica de la Armada.

La vida privada de Massera tampoco transcurrió conforme a la moral católica. Mujeriego, utilizó su impunidad para asesinar al marido de una de sus amantes, cuyo cadáver arrojó por la borda de un yate. Se enriqueció con el latrocinio sobre los bienes de las víctimas de la dictadura y, cediendo a su pasión por la hípica, llegó a apoderarse de quince caballos de carreras pertenecientes al abogado Conrado Gómez, secuestrado por la Marina. En su oficina de la calle Cerrito se hicieron grandes negocios ilegales, como las ventas de armas al tirano nicaragüense Anastasio Somoza y a la dictadura de Pinochet.

Massera soñaba con un ser un segundo Perón y, tras la dictadura, convertirse en presidente electo de Argentina. Nunca entendió sus propios límites ni el repudio popular que generaba su figura. Soberbio patológico, carecía de pudor alguno por su bajo nivel intelectual. Así no vaciló en descalificar a Freud porque agrede el espacio sagrado del fuero íntimo; y se atrevió a refutar la teoría de la relatividad, acusando a Einstein de poner en crisis la condición estática de la materia.

Ha muerto entubado, rodeado de médicos y uniformes militares. La buena noticia es que hay uno menos en el abundante censo mundial de canallas. La mala, que no haya consumido varias décadas de su vida en la cárcel. Nadie llorará por él. Ni siquiera su familia.

Derechos Humanos, objetos inútiles

(Desde Nueva York)

Estos días, antes y después de las urnas del martes, en los Estados Unidos se habla mucho de política, más aún de economía, y también algo de moral. Pero nada de ética. Y menos todavía de derechos humanos. Las que fueron banderas regeneradoras de Obama han caído en el olvido, arrumbadas en el armario de los objetos políticamente incómodos e inútiles.

Todo indica que las promesas de poner fin a los atropellos cometidos por la CIA el Pentágono contra los Derechos Humanos en distintas partes del mundo quedarán incumplidas. Guantánamo vuelve a ser la mayor evidencia: Obama anunció que lo cerraría en el plazo de un año y han pasado dos. Cerca de doscientos hombres permanecen encarcelados sin juicio en sus instalaciones, en condiciones inhumanas y contraviniendo todas las convenciones internacionales. Pero ya casi nadie habla de ello.

Michael Ratner, presidente del Centro de Derechos Constitucionales --una de las organizaciones más activas y respetadas en el empeño de imponer no ya la ética, sino el sentido común en la lucha contra el terrorismo-- esbozaba ayer un somero balance con amargura y pesimismo: ‘Continúan las detenciones y las entregas clandestinas de prisioneros (las denominadas extraordinary renditions), sigue habiendo denuncias de torturas, continúan abiertas cárceles como la de Bagram donde no se permite la inspección de la Cruz Roja, se ha multiplicado el número de mercenarios (los denominados contratistas civiles de seguridad) pertenecientes a las mismas empresas denunciadas por abusos que han cambiado de nombre, y Guantánamo permanece en un callejón sin salida.’

No cabe duda de que Obama llegó a la Casa Blanca lleno de buenas intenciones. Y que restablecer los valores éticos perdidos bajo la presidencia de Bush era uno de sus objetivos inmediatos. Pero no tardó en darse cuenta de que la tarea no era fácil. Los USA se han convertido en un estado de seguridad, con su gobierno limitado políticamente por la metodología de las agencias de inteligencia y los militares. Un sometimiento aún más implacable que el impuesto sobre la gestión económica por las grandes corporaciones financieras.

Obama nunca contó con un respaldo completo de su propio partido en materia de Derechos Humanos. Buena parte de los demócratas cierran filas junto a los republicanos cuando se mencionan esos delicados asuntos. Ahora, en sus horas bajas, el presidente sabe que habrá de aplazar sine die algunas de las promesas que dos años atrás ilusionaron al mundo con un cambio ético en las actitudes imperiales. En este país los derechos humanos no son electoralmente rentables y constituyen un enorme estorbo político.


Las elecciones y las pelotas

(Desde Nueva York)

Las encuestas auguran pésimos resultados para Obama en los recuentos de votos de esta noche. Dicen los analistas políticos que será la expresión de un castigo en las urnas de quienes esperaban imposibles milagros obrados por el primer inquilino negro de la Casa Blanca. Y también fruto de una reacción de la vieja derecha norteamericana, crecida tras su fracaso en los elecciones de 2008. Aunque el propio Obama se haya esforzado durante los últimos días en paliar la anunciada derrota, la verdad es que los demócratas no parecen demasiado nerviosos. Ayer me explicaba Luís Miranda, asesor del Partido Demócrata que, si este pierde el control de la Cámara de Representantes, al menos Obama tendrá a quien culpar de que sus promesas queden incumplidas, de cara al largo batallar político que queda hasta las presidenciales de 2012.

Mal síntoma para la salud política estadounidense es que el mayor mitin de toda la campaña electoral lo hayan protagonizado dos famosos humoristas --Jon Stewart y Stephen Colbert-- que pedían cordura y caricaturizaban a esa nueva/vieja derechona republicana del Tea Party, reclamando irónicamente que este país recupere el miedo: que viva y que vote atenazado por el temor a sus viejos fantasmas para no perder las esencias reaccionarias que caracterizan a la llamada América profunda, rancia y retrógrada.

Mal síntoma es también que los discursos más jaleados sean los que gritan esos nuevos/viejos figurones --con quienes Esperanza Aguirre declara sentirse identificada-- que nos obsequian continuamente con mensajes bárbaros difíciles de tomar en serio. Pareciera que los principales activistas políticos de este país fueran analfabetos. Y más allá de sus aberrantes argumentos contra las garantías sociales del estado, un día se oye la voz de Christine O’Donnell (candidata republicana al Senado por Delaware) perorando sobre los horrores de la masturbación. Y otro es su correligionario Carl Pasquale Paladino (candidato republicano a gobernador de Nueva York) quien, arremete contra los homosexuales o le espeta a su rival, el demócrata Andrew Cuomo, que no tiene pelotas (balls, en inglés) para enfrentarse dialécticamente con él. Claro que su líder ideológica, la inefable Sarah Palin, quiso ser aún más rotunda y utilizó la palabra española cojones, mucho menos ambigua que la inglesa balls, para definir las carencias que reprochaba a Obama. Cuestiones de elegancia personal y de estilo político.

Lo peor es que detrás de estos muñegotes groseros se ocultan los más poderosos y despiadados grupos de capital --las gigantescas corporaciones económicas que Jean Ziegler denomina nuevos amos del mundo-- decididos a incrementar su control sobre los principales instrumentos políticos de los estados Unidos. Ello explica que el gasto en propaganda electoral haya sobrepasado los 3.000 millones de dólares según cálculos de la empresa consultora Kantar Media.


La vergüenza del Hilton

(Desde Nueva York)

El Hilton de Times Square es uno de los hoteles mejor situados de Nueva York: en la calle 42, en pleno corazón de la Gran Manzana. Sus habitaciones son amplias y el servicio, esmerado. Sin embargo hay algo en esta y en las demás confortables posadas de la cadena Hilton que resulta sumamente incómodo a sus huéspedes mejor informados. Un defecto ético que los amos del negocio se niegan a subsanar. Y es que Hilton ha rechazado firmar el Código de Conducta para la Protección de los Niños frente a la Explotación Sexual en el Turismo y el Transporte.

Este Código fue propuesto a la industria turística por la ECPAT, una red mundial que agrupa a organizaciones e individuos dedicados a combatir la explotación sexual de niños y adolescentes. El texto se encuentra en www.ecpat.net. Y su aceptación implica que los hoteles capaciten a sus empleados para que detecten los casos de prostitucion y/o abusos sexuales, para que sepan cómo y dónde denunciarlos de manera eficaz, y también para que presten apoyo inmediato a las víctimas del tráfico de menores y mujeres.

La colaboración de los hoteleros resulta esencial en la lucha contra tan repugnante negocio, ya que sus establecimientos son los principales escenarios donde se consuma la trata. Cerca de un millar de empresas han adoptado el Código sin mayores dilaciones, entre ellas algunas cadenas de prestigio mundial como Radisson. Pero el coloso Hilton, que opera en 77 países, se resiste a asumirlo pese a que hacerlo serviría para paliar la mala fama de sus locales en Irlanda y China, cuyos escándalos le han valido miles de cartas de protesta de sus clientes habituales. Su negativa es una vergüenza intolerable. (Quienes deseen firmar la petición para que la cadena Hilton rectifique pueden hacerlo en www.avaaz.org/es)

Vicente Romero


Vicente Romero es uno de los reporteros más veteranos de TVE. Desde este blog cuenta sus viajes a los lugares donde viven los más desfavorecidos del mundo. Si hace falta izar una bandera de palabras para definir contenidos e intenciones, puede servir el verso de José Martí que da título a este blog.
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