El prisionero de la Casa Blanca
El informe anual de Human Rights Watch (HRW, una de las más prestigiosas organizaciones internacionales de derechos humanos) describe la figura política de Obama como una esperanza frustrada. El balance que traza de su gestión es demoledor: desde el fracaso en sus intenciones de cerrar la cárcel ilegal de Guantánamo hasta su incapacidad para limitar las 'abrumadoras disparidades raciales' en el sistema penal, pasando por las injusticias en el trato a la inmigración y los abusos en la represión del terrorismo.
Uno de los muchos reproches de HRW a Obama es que no ha creado una comisión investigadora de los abusos contra los derechos humanos cometidos por el gobierno de su antecesor, George W. Bush. Unos delitos que permanecen impunes 'pese a la abrumadora evidencia de que altos funcionarios de la administración Bush aprobaron métodos ilegales de interrogatorio mediante tortura y otros malos tratos.'
Obama no ha dado pasos eficaces en contra de la pena de muerte, vigente en 35 de los estados de la Unión. Tampoco ha impulsado límites a la barbarie jurídica que significa la imposición de cadena perpetua a delincuentes menores de edad, situación en que se encuentran 2.574 jóvenes sin posibilidad de conseguir la libertad condicional. (Solo un paso positivo: la Corte Suprema redujo en 2010 esta pena a los casos de homicidio).
Otros borrones en el balance de derechos humanos de la presidencia de Obama son la situación penosa --malos tratos, marginación, discriminación-- de una multitud de inmigrantes, y un tan clamoroso como impune incumplimiento de la normativa laboral, lo que permite la explotación de niños como peones agrícolas con jornadas de más de diez horas diarias.
El incumplimiento de sus promesas electorales más llamativas y su pasividad en temas sociales tan escandalosos retrata a Barak Omaba como un político cuya gestión está hipotecada a la conveniencia de las grandes corporaciones económicas y a los intereses militares. Muy lejos de ser 'el hombre más poderoso del mundo', como define la mitología política norteamericana a su presidente, Obama se ha convertido en el Prisionero de la Casa Blanca. El cinturón de hierro que forman el Pentágono, las grandes agencias de seguridad, y las principales entidades económicas asfixia su gobierno.
Durante mi recién concluido periplo por Etiopía con el programa 'Buscamundos', he vuelto a comprobar la adoración africana por la figura de Obama. Es el político extranjero que más esperanzas concita. Pero la única base real de ese carisma africano es el color de su piel. Si no consigue imprimir un giro a su gestión, quedará en la historia como el primer presidente negro de Norteamérica. Una anécdota, finalmente.