2 posts de mayo 2011

Basureros sin fronteras

Las instalaciones de las organizaciones de ayuda humanitaria en Puerto Príncipe están rodeadas de gigantescos montones de basura. Ambulatorios, comedores infantiles, colegios... todos tienen en común la vecindad de desperdicios orgánicos que nadie se ocupa de retirar, o de aguas negras que escapan de una red de colectores obstruidos desde hace años. La capital de Haití es un inmenso estercolero, una constelación de focos infecciosos, una gigantesca colmena de nidos de ratas.

A escasos metros de un centro de atención a niños desnutridos en el barrio de Champ Aviation, una legión de ratas rebusca entre la basura. Pediatras, enfermeros y funcionarios internacionales aparentan desconocer su existencia. Será que su trabajo empieza y termina en la puerta del barracón donde pesan, miden, alimentan y vacunan a las criaturas del barrio. (Por cierto, sin aprovechar la ocasión para higienizarlas) ¿Termina también su responsabilidad cuando los desvalidos cruzan esa frontera y regresan al infierno donde malviven? La cámara de Buscamundos filmó a una madre que acababa de salir con su hijo de pocos meses y lo puso a defecar en el suelo, a un par de metros escasos de la puerta. Para limpiarlo empleó uno de los guantes utilizados y desechado por los enfermeros, que extrajo del cubo de basura del ambulatorio. Cubo que nadie había precintado, pese a contener residuos sanitarios, envases médicos y jeringuillas.

La basura forma parte del paisaje. Los cooperantes parecen haberse acostumbrado a convivir con ella y efectúan su trabajo como si no despreocupase su agobiante presencia. Pese a la incontestable evidencia de que la falta de higiene es la raíz de numerosas enfermedades, las ONG no se han planteado su urgencia ni han sabido articular una respuesta eficaz. Durante los últimos meses, la actividad de palas mecánicas y camiones ha logrado escombrar gran parte de los edificios derribados por el terremoto, dejando calles y solares limpios de cascotes. Sin embargo no se han llevado las montañas de basura. No estaba previsto hacerlo.

Desde que Bernard Kouchner tuvo el acierto de apellidar Sin Fronteras a la organización de ayuda médica que había fundado, numerosas ONG han adoptado el mismo nombre para definir su voluntad internacionalista: Farmacéuticos Sin Fronteras, Veterinarios Sin Fronteras, Bomberos Sin Fronteras, Payasos sin Fronteras y un largo etcétera en el que figuran incontables especialidades y ámbitos de acción. Falta, sin embargo, una: Basureros Sin Fronteras.

Porque tampoco bastaría con retirar los residuos. Sería como limitarse a cambiarlos de sitio. Hacen falta especialistas en la gestión de los desperdicios. Y hay que crear una mínima estructura para deshacerse racionalmente de la basura. Para evitar que contamine y para reciclarla en la medida de lo posible. Todo ello requiere planes específicos, medios, personal y presupuestos.

Si no fuera por la descoordinación entre las grandes agencias de Naciones Unidas, cabría esperar que articularan un servicio común de recogida y eliminación de basuras que invaden los barrios donde trabajan, amenazando la precaria salud de sus habitantes. Lo grave es que ninguna de ellas, por separado, trate de paliar la suciedad que rodea a sus propias instalaciones.

Especial 'No te olvides de Haití' en RTVE.es

Víctimas privilegiadas

Parece que los medios de comunicación hubieran descubierto la pobreza crónica de Haití a partir del terremoto. Y que este hubiera sacudido las conciencias. Sin embargo las carencias absolutas, el atraso y la falta de horizontes que los haitianos sufren eran ya intolerables desde mucho antes. Y a nadie parecía importarle demasiado.

En Japón se puede hablar de reconstrucción. En Haití, no. Que Japón vuelva a estar como un día antes del terremoto es una meta deseable y alcanzable. Pretender que Haití recupere lo que tenía, resultaría un despropósito. Porque la inmensa mayoría de su población malvivía en una situación de miseria extrema.

Las pobres gentes que no sufrieron directamente los daños del terremoto, no tardaron en descubrir que la ayuda humanitaria que llegaba del extranjero convertía a muchas de las víctimas en privilegiados. Las tiendas de campaña impermeables, en campos de acogida dotados de saneamientos, de agua potable y de luz eléctrica --y, sobretodo, los repartos de alimentos-- suponían unas condiciones de vida más dignas que las de muchos barrios de Puerto Príncipe, donde miles de familias carecían de esos bienes elementales.

Las organizaciones internacionales que llegaron a Haití hace un año y cuatro meses, como respuesta inmediata a la tragedia del terremoto, preparan ya su ‘estrategia de salida’. Es decir, debaten como abandonar el infierno social haitiano, una vez cumplido su deber de ayuda puntual para paliar los efectos del seísmo. No pueden quedarse, reemplazando al Estado haitiano donde este no llega, y aportando los recursos de que carece el país. Porque hay otros países en una situación semejante. Pero tampoco pueden marcharse cerrando los ojos ante una realidad amarga, insoportable.

Haití ha hecho visible el problema mundial de la extrema pobreza. O, con palabras más precisas, las consecuencias del orden económico criminal vigente en el mundo. La ayuda, siempre urgente e irrenunciable, acaba siendo un parche. Un remedio parcial y provisional, cuyo último efecto es tranquilizar nuestras conciencia y perpetuar la desigualdad.

Vicente Romero


Vicente Romero es uno de los reporteros más veteranos de TVE. Desde este blog cuenta sus viajes a los lugares donde viven los más desfavorecidos del mundo. Si hace falta izar una bandera de palabras para definir contenidos e intenciones, puede servir el verso de José Martí que da título a este blog.
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