LOS OJOS DEL PÚBLICO
El Canal 24h ha comenzado a emitir una pequeña serie de documentales, como homenaje a seis grandes camarógrafos de TVE. Tiene un título poco atractivo, que tal vez pretenda ser una referencia culta a Dziga Vertov: ‘El ojo en la noticia’. Pero vale la pena esforzarse en localizar este breve espacio en la parrilla del 24h, para conocer a media docena de operadores, y escucharles contando algo de lo mucho que vivieron durante sus años de brillante trabajo en los informativos de TVE: Evaristo Canete, Jesús Mata, José Luís Márquez, Miguel Ángel Martínez, Laureano González y Paco Custodio.
Son sólo seis episodios, con apenas un cuarto de hora de duración. La idea habría dado para mucho más, jugando con el magnífico legado que esos compañeros dejaron en los archivos, a base de imágenes espléndidas de situaciones conmovedoras y momentos históricos. Pero, al menos, la miniserie se ha hecho y se emite como un reconocimiento de la importancia de sus figuras personales y, sobre todo, de su oficio, en la historia de la televisión.
El primer capítulo, estrenado el pasado viernes, estuvo dedicado a Evaristo Canete, y seguirán los protagonizados por Jesús Mata y José Luís Márquez. Con los tres he tenido el privilegio de trabajar mucho y durante muchos años, casi siempre en circunstancias difíciles. Canete, intuitivo, construyendo como nadie los planos/secuencia; Mata, metódico, haciendo magia con la luz y enfatizando con los encuadres; Márquez, obstinado, con pulso firme en los peores momentos. Tres estilos distintos de rodar, con un resultado final magnífico. Junto a ellos hubo siempre ayudantes a su altura: el inolvidable Antonio Gálvez (a quien tanto hemos llorado), Fermín Rodríguez, José Martínez, Carlos Días Oliván...
Más allá del placer que supone escuchar a unos tipos cargados de experiencias intensas, la serie paga parte de una vieja deuda de la televisión con quienes son los ojos del público. Los espectadores suelen conocer a los plumillas, porque aparecemos en imagen. Y casi nunca son conscientes de que ello no sería posible sin los camarógrafos, aunque unos fugaces rótulos los mencionen. El enviado especial de televisión no es un individuo, sino un equipo, aunque solo tenga un rostro. Lo que manda --lo que debería de mandar-- es siempre la imagen. Los corresponsales podemos quedarnos a escribir en el hotel, pero los operadores tienen que salir a rodar. Ellos son los que realmente se juegan la vida en los momentos de mayor tensión. Son las cámaras, no los bolígrafos, las que recogen los hechos criminales que se intenta censurar. Por eso, los fusiles apuntan siempre a los operadores.