Ulm, wir kommen!!!
miércoles 24.jun.2015 por Carolina Jaque 1 Comentarios
Estoy emocionada. Después de 10 meses, vamos a volver a Alemania, esta vez, de visita, y me muero de ganas. Tengo ganas de ver a la gente, de comer salchichas y Bretzel, de pasear por la plaza de la catedral (y quizá por fin subir hasta arriba del todo. Más de dos años y medio viviendo allí y no encontré el día. A ver si ahora en una semana se alinean los astros).
Como ya ha quedado constatado, soy un poco sentimental. El tema es que, además de serlo con las personas, lo soy con los lugares. Dos años después de terminar mi Erasmus en Florencia, volví a esa maravillosa ciudad a visitar a unos amigos. Al cruzar el Arno y ver el Ponte Vecchio en la distancia, me puse a llorar como una tonta. Y lo mismo me pasa con los comienzos, me gusta pensar en cómo será mi vida por esas calles que piso por primera vez.
Estoy segura de que me emocionaré al recorrer el Fischerviertel, el barrio de los pescadores, al pasear por el Friedrichsau, un parque a orillas del Danubio, o al sentarme tranquilamente en uno de los lagos (a ver si el clima lo permite) que tantísimo eché de menos en Manila. Y es que, me emociono al ver lugares donde he sido feliz. Recuerdo ahora la letra de esa canción: "En Macondo comprendí, que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver..." A mi me encanta volver, aunque sé que me emocionaré al recordar lo vivido, al ver a los amigos, cómo han cambiado sus vidas...
Me parece que fue ayer cundo comimos con un amigo en un restaurante griego de la ciudad el día antes de irnos, cuando fui a visitar a una amiga que acababa de tener un bebé al que pude conocer de milagro, cuando hicimos nuestra comida de despedida, cuando no pudimos decir adiós en el marco de la puerta porque nos quedamos sin voz...
Me costó mucho, muchísimo, irme de Ulm. Y aunque sé que volver de visita no tiene nada que ver, me gusta pensar que existe la posibilidad de mantener el vínculo, de hacer que nuestros hijos no se olviden del todo del nombre de los otros, del idioma, y de todas esas cosas que conforman el estilo de vida de Alemania y del que nos llevamos un cachito. Recuerdo cómo me sorprendió que los niños por merienda tomaran esos lazos de pan como si fueran lo más rico del mundo y cómo acabó por ser lo mejor que podía subir a casa del supermercado, cómo me encantaba que los niños se llenaran de barro hasta las cejas y salieran de casa a jugar hiciera el tiempo que hiciera. Creo que ya he comentado alguna vez que vivir en distintos lugares para mí significa llevarte algo de cada uno de ellos, echarlo en falta, intentar incorporarlo a tu vida. Creo que cuando conoces distintos sitios, formas diferentes de hacer las cosas, es imposible que alguna te convenza al 100%.
Pues bien, Ulm, allá vamos. El primer fin de semana nos daremos un baño de amistades, y después durante la semana mis hijos volverán a la guardería a la que iban, para ver a sus amigos (y a un montón de niños nuevos), a sus profes, y para recordar ese idioma del demonio que durante un tiempo fue su segunda lengua. Yo me dedicaré a ver a la gente, a pasear... No sé, ya os contaré a la vuelta. Bis dann.
LEONARDO ENRIZ dijo
Hola ,por casualidad me tope con este articulo ,mencionando a la
Ciudad de ULM y trajo a mi memoria que alla por el año 1981
estuve (junto a mi esposa y nuestro hijo) en ese amable lugar de
ALEMANIA - lo que mas recuerdo -EL RIO DANUBIO y especialmente
la GRAN CATEDRAL de ULM la que visitamos varias veces y subimos hasta mas arriba de su CAMPANARIO , en el tope un singular MIRADOR de donde se puede observar toda la ciudad
Tengo muy buenas fotografias. Le agradezco que hoy 15 de JULIO
2015 me recuerde ese lejano (para mi) lugar