Me había propuesto dedicar unas líneas a la guerra entre creyentes y no creyentes que se libra en los autobuses urbanos, a instancias de amables lectores. Así, de entrada, la campaña me parecía tan absurda que no se me ocurría palabra. Imagino que son muchos ya los que han apuntado que hay causas más apremiantes en las que gastarse el dinero. El descalabro de la salud pública en la Comunidad a manos de Esperanza Aguirre, por ejemplo. Pero como eso de que en boca cerrada no entran moscas no suele aplicarse a quien escribe un blog, salí a la calle en busca de los autobuses en cuestión, a ver si así me inspiraba.
Una cosa condujo a la otra y ...
Al hilo de lo de las gincanas en Madrid, esta mañana se me ocurrió salir a dar una vuelta en bicicleta por la ciudad. Es descabellado, sí, pero lo hice empujada por la energía del grupo Bici Crítica (su eslogan: usa la bici a diario, celébralo una vez al mes). Salen, por cierto, mañana, jueves, desde Cibeles, y es un espectáculo que merece la pena ver (y participar).
Una señora me atiza con el bolso y a poco me hace perder el equilibrio cuando rozo su abrigo de piel. Las aceras son para los peatones, grita. Ocurre, sin embargo, que salvo que quieran suicidarse en el carril bus, los ciclistas no tienen más opciones. Eso es lo que denuncia ...
Que si así se amortizan las obras de la M-30, que si siempre caen sobre los mismos, que si los pobres pagan el pato… Las multas por aparcamiento en Madrid son un tema recurrente en las conversaciones que, hasta ahora, no había conseguido comprender del todo: la ciudad, al fin y al cabo, me parece mucho más “ordenada” ahora que antes.
Sin embargo acabo de experimentar el asunto en carne propia y no me extraña que la gente se queje: 580 euros por aparcar en carga y descarga (con cartel medio escondido, he de decir) más 90 euros por estacionar en la zona 031 en lugar de la 032 (o sea, una calle más allá).
Total, casi 700 euros por dos descui...
Un buen día la ciudad amanece llena de vacas. A primera vista la idea resulta graciosa, y se agradece la nota de color en estas semanas de invierno tan plomizas. Los viandantes parecen encantados con ellas, desde luego. Se sacan un montón de fotos junto a las vacas, suben a sus lomos a los chiquillos –a pesar de las prohibiciones al respecto– y hay, incluso, quien opta por llevarse una vaca a casa, a pesar de vivir en un quinto sin ascensor.
Yo, que sí tengo ascensor, daría asilo a la Vaca Verónica, que es esta de aquí abajo:
La vaca se siente humillada, no hay más que mirarle a los ojos. Yo nada más verla me acordé de no sé qué marca ...
“Anda, pero si es como el castillo de Disney”, dice mi amiga G., californiana de visita en España, cuando contempla por primera vez el Alcázar de Segovia. No es la primera vez que escucho un comentario de este tipo, desde luego, pero me resulta todavía más extraño en boca de alguien cultureta y sofisticado como ella. Querrás decir que el castillo de Walt Disney se parece a nuestro Alcázar, corrigen rápidamente los segovianos que nos acompañan.
La cosa tiene poco remedio. La guía turística de G., la respetada Lonely Planet, recomienda la visita al monumento con estas palabras:
...sueña con Disneylandia en el Alcázar de Segovia...
El imag...
El Alcázar de Disneylandia, las patatas bravas o el Guernica de Picasso no son los únicos elementos de la vida española que impresionan a mi amiga G. en su visita por estas tierras. Junto a ellos (o, sin exagerar, en un más modesto cuarto o quinto lugar) se encuentran los abrigos de piel que lucen tantas señoras.
“Parece que aquí no hay ningún estigma por vestir eso, ¿no?”, preguntaba G. mientras nos abríamos paso entre un mar de pieles una tarde reciente por el centro de Cáceres.
La verdad, no lo había pensado.
Recuerdo que cuando era niña y la principal actividad del grupo de amigas consistía en recorrer la Calle Real arriba y aba...
Comienzo el año al ralentí a pesar de que, por primera vez, conseguí acabar con todas las uvas a tiempo. Se me atragantaron, claro, pero más que nada por esa publicidad de MasterCard que aparecía en varias cadenas simultáneamente mientras daban las campanadas. Si tuviera unos años más, diría que ya no respetan nada. Quizá es que me estoy haciendo un poco abuelo Cebolletas.
Menos mal que mi amiga G., de visita desde San Francisco para pasar unas semanas en España, enseguida me ha dado ideas para este post. En sus primeros días aquí ya se ha aprendido la canción del elefante sobre la tela de la araña (para los diez elefantes ya era capaz de m...