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Los dos ladrillos

    viernes 6.sep.2013    por Natalia Martín Cantero    11 Comentarios

Si eres de los que, al irse de vacaciones a un lugar paradisiaco lo primero en que repara es que el café con leche del desayuno no está a la temperatura adecuada; o nada más entrar en una habitación recién decorada se fija en que el color de las cortinas no es exactamente el mismo que el de la colcha, o en esas motas de polvo sobre la repisa; si eres de los que, cuando te presentan a una persona atractiva automáticamente escaneas su rostro o su vestimenta en busca de una nariz demasiado grande, o unos zapatos mal conjuntados… Si eres de esos, bienvenido al club. A mí me lo recuerdan en casa cuando tiendo a fijarme únicamente “en los dos ladrillos malos”.

Veamos:

El monje budista australiano Ajahn Brahm incluye en su libro de pequeñas historias con moraleja una anécdota que me está siendo muy útil estos días. Este hombre, que nunca en su vida había trabajado con las manos (era profesor de física antes de hacerse monje) tuvo que levantar las paredes de su monasterio en Perth (Australia), junto con otros monjes. Sin presupuesto para pagar a un constructor, aprendió a colocar ladrillos con paciencia y determinación. “Como monje, tenía paciencia y todo el tiempo del mundo”, escribe. “Me aseguré de que cada ladrillo quedase perfecto, sin importarme cuánto tardaba. Cuando terminé mi primera pared y me alejé unos pasos para contemplarla, me di cuenta de que me había equivocado con dos ladrillos. Todos los demás estaban perfectamente alineados, pero esos dos estaban un poco inclinados. ¡Estropeaban toda la pared! Para entonces, el cemento ya estaba demasiado duro como para poder sacar los dos ladrillos, así que pedí al abad permiso para echar la pared abajo y comenzar de nuevo. El abad, claro, dijo que no”.

“Cuando mostraba las obras a los primeros visitantes”, prosigue Brahm, “siempre tratataba de evitar mi primera pared de ladrillos. Hasta que un día, tres o cuatro meses después de haber terminado la obra, estaba caminando con un visitante que reparó en ella. ‘Qué pared tan bonita´, dijo mi visitante. ´Señor´, respondí sorprendido. ´¿Se ha olvidado las gafas en el coche? ¿No se da cuenta de que esos dos ladrillos mal puestos estropean toda la pared?´”

“Lo que dijo después cambió mi perspectiva sobre esa pared, sobre mí mismo, y sobre muchos otros aspectos de la vida. ´Sí, puedo ver esos dos ladrillos mal puestos. Pero también puedo ver los otros 998 buenos´”.

Me quedé estupefacto. Por primera vez en más de tres meses, fui capaz de ver otros ladrillos en esa pared, además de los dos errores. Por encima, por debajo, a la izquierda y a la derecha de los ladrillos malos había ladrillos buenos, perfectos. Y lo que es más, los ladrillos buenos eran muchos, muchos más que los malos”, concluye Brahm.   

Estas últimas semanas, desde que dejé Pekín, vivo en mi casa recién terminada de construir en un pequeño pueblecito castellano. Mi estancia favorita es la cocina, hecha a la medida por un buen amigo carpintero que vive en la zona. Las encimeras son de madera de enebro, tan bella en ese despliegue de tonos rojizos como olorosa, y cuando entras en la casa –en especial si se ha mantenido cerrada durante algún tiempo– te invade un aroma de enebro que ya asocio con un hogar acogedor. Al abrir los armarios para coger un plato o un vaso igualmente te topas con ese ambientador natural. Es, así lo veo yo, una cocina llena de vida.

El caso es que el otro día llegó de visita un familiar tan manitas como gruñón. Nada más entrar en la cocina, reparó inmediatamente en el acabado desigual de las puertas, en una ranura por donde según él podría colarse la suciedad y en otras pequeñas imperfecciones en las que yo ni siquiera me había fijado.

Podríamos hablar de cómo la realidad es algo vivo, mientras que la perfección está muerta, y de cómo, desde este punto de vista, lo imperfecto es más deseable. Pero lo que más me interesa de esta anécdota es cómo resalta las maravillas (y los estragos) de los que es capaz la atención. ¿En qué te fijas? ¿En los dos ladrillos mal puestos o en los 998 restantes? 

Natalia Martín Cantero    6.sep.2013 13:27    

11 Comentarios

Me fijo en las baldosas amarillas que llevan a Oz ; jajajaajajajaajaj

viernes 6 sep 2013, 13:43

Hola, hace tiempo que no te leía y no entraba en los blogs, solo leo a Pepe Cervera, Anna Bosch y a ti...
Solo comentaré al respecto, los perfeccionistas nunca pueden estar felices pues el mundo es imperfecto.

Ayer leyendo, me metí en el significado de CINICO, PUES no es lo mismo hoy en dia que hace dos milenios y pico cuando la escuela de los cinicos en Grecia, y leyendo a Diogenes y sus experiencias, os dejo lo que le pasó con el filosofo del Rey, Diogenes que vivia de la caridad o limosna o el mecenazco de ricos o nuevos ricos, un día de esos que nada tenía para comer, alguien le ofrecio un simple plato de lentejas, y el filosofo del Rey pasó, lo vió y le dijo, ----con lo ingenioso y genial filosofo que eres podrias comer lo que te placiera, que tonto, que cínico ( en griego es Kiot o algo asi y se traduce por perro ) QUE Eres----Diogenes le respondió- se apreciaras las lentejas como yo no tendrías que ser filosofo de nadie.

posdata: Yo no soy cínico ni en la acepción moderna ni en la griega, que es la que me gusta, pero como Sopenhauer soy algo debil y claudico ante el sibaritismo,

un saludo a todos y toditas los amigos que nos leemos y nos escribimos....

sábado 7 sep 2013, 06:41

Bonitas historias!.
Saludos,ya un poco fresquitos.


sábado 7 sep 2013, 10:15

Preciosa historia, Natalia, ésta que en este post nos traes. En principio no creo que sea un tema de valoración lógica o razonada, incluso en la estética, sino más bien parece una cuestión de sentimientos. Si una persona te cae mal, por muy poco imperfecto que sea, le sacarás muchos defectos. Y a la inversa, si te cae bien, por muy imperfecto que sea, resaltarás sus cualidades, que aunque sean pocas parecerán muchas.

lunes 9 sep 2013, 14:42

En cuanto a la pared del "albañil" y monje budista Ajahn Brahm parece que en principio se dejó llevar por la estética. Aunque difícil es percibir o describir una ética en una pared. La misión de una pared de mamposteria o de piedras es sujetar un techo, que puede ser una cubierta transitable o no. A estas paredes se llaman muros de carga. Pero cuando hay pilares, de hormígón armado o de ladrillos macizos, las paredes sólo sirven para "abrigar" o aislar el ambiente interior del exterior.... Huy que me estoy enrollando y he de almorzar.

Volveré. Y saludos para tomasin, (8) y M.
;-)

lunes 9 sep 2013, 14:57

@Tomasín, gracias por pasarte por aquí. Hacía tiempo que no te leía.

@(8) y M.: Os devuelvo los saludos camino de Oz.

@CiudadanoNick: Lo que comentas es cierto, sobre todo para los que tendemos a verlo todo en blanco o negro. Así que a la atención seguramente deberemos sumar un poco de ecuanimidad.

Un saludo y feliz comienzo de semana,
Natalia

lunes 9 sep 2013, 16:26

Sin duda Cnick, es cuestión de sentimientos...y depende de detalles chiquitos, contamos el cuento dependiendo de cómo nos fue en la feria....Hola tomasin muchos vinos sin saludarte...SALUD.

¿En qué me fijo?...en la forma de "PARCHAR" sin botar el muro...

¿Dos ladrillos desalineados? Es como eso de la paja en el ojo propio ...y la VIGA de enebro en el...

Es como tratar de encontrar el "TA" que sobra en la nota que nos ofrece la editora...y no disfrutar del mensaje. Se parece a intentar descubrir que el ENEBRO es Toxico o Aromático en Bebidas espirituosas.. y oloroso en el hogar.

Algunas personas padecemos el doloroso trauma de (intentar) ser perfeccionistas... en mi abultada cadena de errores, descubrí, que mejor que botar la muralla es "conocer" los trucos del oficio que nos permiten parchar "Con Gracia" los dos ladrillos con fallo y picando un poquito por aquí y parchando otro poquito por allá, solo en la superficie, se puede arreglar al fallo de manera bastante digna y lo rematamos con unos puntitos de pintura...y eso sirve para casi todo tipo de empresas (en la vida) ...antes de derribar la muralla podemos estudiar cómo se puede parchar.

Una de las pocas obras humanas que no soporta los fallos, por minúsculos que sean, es la música, un violín desafinado se escucha, pero como me enseñaron en una nota anterior con tres cuerdas también se puede tocar depende del virtuosismo.... Al final son pocos los fallos irrecuperables, pero existen.

martes 10 sep 2013, 01:01

¡Un placer leer tus notas!
¡Cariños!

miércoles 11 sep 2013, 17:06

Apreciada Natalia
Precioso tu escrito,como siempre.Me alegro que estés en tu casa nueva y que la disfrutes.
Yo también veo enseguida los dos ladrillos mal puestos, pero el conjunto es verdad que supera el error.
Saludos a todos los comentaristas y encantada de reencontrarnos.

jueves 12 sep 2013, 09:28

Sí, señor Lobo, la música "canta" a la perfección cualquier error.

Sí, Natalia, aunque fíjate que cita acabo de encontrar en "blanco y negro":

"Vale más un diamante con defecto, que un pedrusco sin ninguno". Jose A. Hernandis.

Hola A.M.
;-)

jueves 12 sep 2013, 20:58

Edgardo y A.M., qué bueno teneros por aquí de nuevo! Un saludo y buen fin de semana, Natalia

viernes 13 sep 2013, 10:45

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Este blog ha dado tanta vueltas como su autora. De Madrid a Pekín y vuelta. Hablo de bienestar integral: si lo consigues, me cuentas cómo.
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