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Dinosaurio

    lunes 5.may.2014    por Natalia Martín Cantero    4 Comentarios

Dice Alicia, la de El país de las maravillas, que cada mañana antes del desayuno piensa en seis cosas imposibles. Eso está muy bien, sobre todo si se trata de conseguir que los animales hablen y los gatos sonrían. Pero para mí que lo que hay que hacer antes del café es olvidar cosas, y cuantas más mejor. Eso es lo que pienso tras releer Dinosaurio, un micro relato del estadounidense Bruce Holland Rogers que nos habla de hasta qué punto nos marca lo que nos dicen de pequeñitos y de cómo lo que creemos –o dejamos de creer– nos acompañará para siempre.

Esta es la historia (traduzco del inglés):  

Cuando era muy joven, agitaba los brazos, rechinaba los dientes en sus grandes mandíbulas y andaba pataleando tan fuerte por la casa que los platos temblaban en los armarios. “Oh, por amor de Dios”, decía su madre. “¡No eres un dinosaurio! ¡Eres un ser humano!” Como no era un dinosaurio, durante un tiempo pensó que podría ser un pirata. “En serio”, le dijo entonces su padre, “¿Qué es lo que deseas ser?” Un bombero, pues. O policía. O soldado. Algún tipo de héroe. Pero en el instituto le dijeron que se le daban bien los números. ¿Quizá podría ser un buen profesor de matemáticas? Eso era respetable. ¿O un contable? Podría ganar bastante dinero con eso. Parecía una buena idea ganar dinero, ahora que estaba pensando en crear una familia. Así que era un contable, a pesar de que algunas veces notaba que esto le hacía, en fin, pequeño. E incluso se sintió más pequeño todavía cuando ya no era contable, sino contable jubilado. Todavía peor, un contable jubilado que olvidaba cosas. Olvidaba sacar la basura, olvidaba tomarse sus medicinas, olvidaba encender su audífono. Cada día parecía que olvidaba más cosas, cosas importantes, como cuál de sus hijos vivía en San Francisco o cuál de sus hijos estaba casado o divorciado.

Entonces llegó el día en el que estaba paseando alrededor del lago, y se olvidó de lo que su madre le había dicho. Olvidó que no era un dinosaurio. Y se quedó en medio del sol brillante, parpadeando sus ojos de dinosaurio, sintiendo el calor en su piel de dinosaurio, observando el jugueteo de las libélulas a la orilla agua. DinosaurioCuando no estamos apegados a lo que creemos que somos, la vida se mueve a través de nosotros, somos su instrumento — James Baraz 

Natalia Martín Cantero    5.may.2014 11:52    

4 Comentarios

Escondía cosas antes de dormir. A la mañana siguiente, no es que olvidara dónde las había escondido, sino que no recordaba siquiera que las había escondido. Siendo así, para su raciocinio: alguien se las había quitado. En la habitación de al lado dormía uno de sus hijos, el que más le cuidaba porque vivía con él. Así que el hombre, padre y abuelo pensó que su hijo le robaba las cosas por la noche mientras él dormía. Otros dos hijos venían de día a verle y a cuidarlo también. Y a ellos se atrevió a confesar sus sospechas: “vuestro hermano me quita las cosas cuando estoy durmiendo”. Después las sospechas se convirtieron en acusaciones directas al hijo que lo cuidaba: “jamás pensé que ibas a tener tan poca vergüenza. Eso es ser malo, robarle a un padre, ¿me quieres decir dónde está mi correa?”. La correa es uno de los muchos ejemplos o cosas que se perdían de vista, para el padre que su hijo la robaba, para el hijo que el padre la escondía y no se acordaba.

Su hijo prefería seguirle la corriente en todo lo que podía, pero a veces no podía, y le decía: “papá, no escondas las cosas, si quieres tener una buena vejez, no escondas las cosas, déjalas a la vista”. Después buscaba o reponía el objeto “robado”. La casa era grande con mucho mobiliario, ropas, adornos, et…, así que el hijo no siempre encontraba lo que escondía el padre. Con la correa, por ejemplo, tuvo que comprarle otra. Una correa nueva… Pero, si el hijo le había robado una correa usada también lo haría, o más lo haría, con la nueva, así que mejor esconderla… A la mañana siguiente comenzaba la historia de nuevo, la del hijo ladrón. Después del almuerzo, sin embargo, el padre le contaba al hijo aventuras de su juventud. Historias que el hijo había escuchado veinte o treinta veces, pero solía disimular como si fuera la primera vez.

También pasaba que después de la cena el hijo se iba al saloncito, conectaba el ordenador y navegaba por la Red, mientras el padre veía la televisión en el salón grande. A veces, cuando más metido estaba el hijo en internet, leyendo o escribiendo, aparecía el padre y le increpaba: “¿Me quieres decir ya dónde está mi correa? Anda hijo, jamás pensé que fueras tan malo?”. Y lo decía con la cara encendida y la mirada desprendiendo bastante ira. El hijo solía reír, quizás como solución para no perder la perspectiva más digna, pero el padre, al verlo reír, más se encendía. Menos mal que se iba rápido por donde había aparecido, muy enfadado, como diciendo “me voy para no liarla”. Y, ya desconcentrado de lo que estaba haciendo, al hijo le daba por pensar.

Olvidaba al padre encendido de ira llamándolo ladrón de correas o de cinturones para pantalones y de otros objetos. Pensaba que aquel hombre de 83 años era el más honesto y honrado que había conocido en su vida, la persona que siempre le había dado sin esperar nada a cambio, el mejor de todos los hombres, su padre. Entonces agradecía a la vida que lo hubiera elegido a él para cuidarlo, nadie como él tendría más paciencia, más cariño y mejor dedicación. Se sentía una persona con buena suerte por poder cuidar de su padre con la memoria tan desgastada. En ocasiones se daba ánimos recordando una escena de pocos días atrás, en un funeral de un familiar muy cercano, donde el padre no reconocía a muchos de sus sobrinos (sí a sus nietos e hijos), en un momento dado se sintió agobiado entre tanta gente “desconocida” y empezó a preguntar por el hijo que le cuidaba, ¡por el ladrón de correas! El hijo apareció y quedó más tranquilo, esto le llenó de satisfacción. Qué inmensa suerte, poder estar entre lo último que olvida un gran hombre en esta vida.

Y un corazón jamás olvida, ante un gesto de cariño siempre reacciona con cariño, aunque sea ante un ladrón de correas pidiendo perdón…
;-)

martes 6 may 2014, 16:31

Escondía cosas antes de dormir. A la mañana siguiente, no es que olvidara dónde las había escondido, sino que no recordaba siquiera que las había escondido. Siendo así, para su raciocinio: alguien se las había quitado. En la habitación de al lado dormía uno de sus hijos, el que más le cuidaba porque vivía con él. Así que el hombre, padre y abuelo pensó que su hijo le robaba las cosas por la noche mientras él dormía. Otros dos hijos venían de día a verle y a cuidarlo también. Y a ellos se atrevió a confesar sus sospechas: “vuestro hermano me quita las cosas cuando estoy durmiendo”. Después las sospechas se convirtieron en acusaciones directas al hijo que lo cuidaba: “jamás pensé que ibas a tener tan poca vergüenza. Eso es ser malo, robarle a un padre, ¿me quieres decir dónde está mi correa?”. La correa es uno de los muchos ejemplos o cosas que se perdían de vista, para el padre que su hijo la robaba, para el hijo que el padre la escondía y no se acordaba.

Su hijo prefería seguirle la corriente en todo lo que podía, pero a veces no podía, y le decía: “papá, no escondas las cosas, si quieres tener una buena vejez, no escondas las cosas, déjalas a la vista”. Después buscaba o reponía el objeto “robado”. La casa era grande con mucho mobiliario, ropas, adornos, et…, así que el hijo no siempre encontraba lo que escondía el padre. Con la correa, por ejemplo, tuvo que comprarle otra. Una correa nueva… Pero, si el hijo le había robado una correa usada también lo haría, o más lo haría, con la nueva, así que mejor esconderla… A la mañana siguiente comenzaba la historia de nuevo, la del hijo ladrón. Después del almuerzo, sin embargo, el padre le contaba al hijo aventuras de su juventud. Historias que el hijo había escuchado veinte o treinta veces, pero solía disimular como si fuera la primera vez.

También pasaba que después de la cena el hijo se iba al saloncito, conectaba el ordenador y navegaba por la Red, mientras el padre veía la televisión en el salón grande. A veces, cuando más metido estaba el hijo en internet, leyendo o escribiendo, aparecía el padre y le increpaba: “¿Me quieres decir ya dónde está mi correa? Anda hijo, jamás pensé que fueras tan malo?”. Y lo decía con la cara encendida y la mirada desprendiendo bastante ira. El hijo solía reír, quizás como solución para no perder la perspectiva más digna, pero el padre, al verlo reír, más se encendía. Menos mal que se iba rápido por donde había aparecido, muy enfadado, como diciendo “me voy para no liarla”. Y, ya desconcentrado de lo que estaba haciendo, al hijo le daba por pensar.

Olvidaba al padre encendido de ira llamándolo ladrón de correas o de cinturones para pantalones y de otros objetos. Pensaba que aquel hombre de 83 años era el más honesto y honrado que había conocido en su vida, la persona que siempre le había dado sin esperar nada a cambio, el mejor de todos los hombres, su padre. Entonces agradecía a la vida que lo hubiera elegido a él para cuidarlo, nadie como él tendría más paciencia, más cariño y mejor dedicación. Se sentía una persona con buena suerte por poder cuidar de su padre con la memoria tan desgastada. En ocasiones se daba ánimos recordando una escena de pocos días atrás, en un funeral de un familiar muy cercano, donde el padre no reconocía a muchos de sus sobrinos (sí a sus nietos e hijos), en un momento dado se sintió agobiado entre tanta gente “desconocida” y empezó a preguntar por el hijo que le cuidaba, ¡por el ladrón de correas! El hijo apareció y quedó más tranquilo, esto le llenó de satisfacción. Qué inmensa suerte, poder estar entre lo último que olvida un gran hombre en esta vida.

Y un corazón jamás olvida, ante un gesto de cariño siempre reacciona con cariño, aunque sea ante un ladrón de correas pidiendo perdón…

;-)

martes 6 may 2014, 16:36

Namaste Gracias:D
http://www.youtube.com/watch?v=QLNNIz_PBIc

Gracias Madre y PachaMamáÄ). Feliz :Dias Y Flores Madre_MÜjer Mëxico y LatinoÄmerikäÄ). Gracias Natalia.

Con todo nÜestro Amor, Gracias Maestros MaestrÄs, Amig@s Y ÜNCOA :D

...es Ün Regalo De AMOR....para tod@s ...todo)

Gracias Blogs.

ÄMÄ...AMA....amaD.... Sólo hay (t)tiempo para amar,y aprender ...ÄHORA,,,Hoy es el :Dia )

SalÜdos mmmmm ...GRACIAS ....y GRACIAS Rtve,R3,RNE,RadioClasica y Blogs,,,,y Üned... etc etc:)

sábado 10 may 2014, 21:54

Gracias con retraso, CiudadanoNick, por este relato de olvidos y corazones!

Y más sobre dinosaurios: http://blog.rtve.es/vueltayvuelta/2010/09/el-drag%C3%B3n-y-el-dinosaurio.html

Un abrazo y buen fin de semana,
Natalia

viernes 6 jun 2014, 11:58

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Natalia Martín Cantero

Bio Vuelta y Vuelta

Este blog ha dado tanta vueltas como su autora. De Madrid a Pekín y vuelta. Hablo de bienestar integral: si lo consigues, me cuentas cómo.
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