Has comenzado el año con la intención de sentarte diariamente a meditar, practicar Tai Chi, escribir tus memorias o aprender a tocar el saxo. Pero tienes la nevera vacía, la ITV de tu coche expiró hace un mes, tu hijo necesita gafas nuevas (en clase ya no sabe dónde sentarse) y tienes 125 correos electrónicos sin leer, la mayoría de tus compañeros de trabajo. Así que aparcas tu proyecto creativo/musical/saludable hasta el día siguiente. Y así.
Las posibilidades de que aquello que viene bien de verdad, como alguna de las actividades del párrafo anterior, se quede enterrado en el fragor del día a día van creciendo en enero, a pesar de las buenas intenciones, tal y como lo hacen días. Salvo que estemos muy, muy atentos, lo urgente aparcará lo importante. Por eso me gusta el plan en seis pasos de Anna Cushman para establecer y mantener una práctica de cualquier cosa, desde el yoga y la meditación, a escribir una novela
1.Ten claras las intenciones.
¿Para qué quieres aprender a tocar el saxo? ¿A tu edad? Tener muy claras las razones y escribirlas puede ser de gran ayuda cuando te entren dudas del tipo ¿yo, a mi edad, tocando el saxo? Cuanto más específico seas, mejor. Para mí, por ejemplo, la práctica de yoga, la actividad a la que soy más fiel desde hace más tiempo, me permite descansar en el centro cada vez que me escapo hacia el pasado o huyo hacia el futuro, porque el cuerpo, al que vuelves con una práctica como esta (hay muchas otras, a cada uno la suya) sólo sabe vivir en el presente. Por experiencia tengo muy claro, además, que si no practico con diligencia mi cuerpo pronto comenzará a protestar con pequeños dolores de espalda o de caderas. Si no escucho, estas molestias se transformarán en un incordio que me impedirá hacer vida normal. Este conocimiento es lo que, entre otras cosas, me impulsa a practicar casi cada día.
2.Establece un recordatorio
Ligar la actividad que se quiere iniciar a algo concreto es una gran ayuda. Lo más sencillo es fijar un momento: voy a meditar de 7 a 7.30 de la mañana, por ejemplo, antes de que se levanten las personas con las que convivo (yo esto nunca lo he conseguido). También puede ser un recordatorio ligado a una actividad. En mi caso, los días que trabajo desde casa suelo hacer 45 o 60 minutos de yoga tras dos o tres de horas de actividad mental, tipo escribir un artículo o preparar una clase. Lo escribo en el calendario del PC y así establezco el compromiso conmigo misma.
3.Haz preparativos
Asegúrate de que tienes todo lo que necesitas a mano, para que su ausencia no sirva de excusa. Durante algún tiempo, uno de mis pretextos favoritos para no practicar en casa era el desorden en la habitación o los ruidos alrededor. Así que me propuse practicar por la mañana, cuando estaba sola, y mantener un espacio siempre recogido. Estos días con la práctica ya integrada y un bebé alrededor he aprendido a abstraerme y podría practicar en medio de la autopista. No así con la práctica de meditación, para mí mucho más difícil de mantener. Por eso siempre tengo cerca lo que considero necesario, como una manta para el frío o un vaso de agua. Y aún así muchas veces me falta algo que se convierte en la excusa para dejar de meditar.
4.Sigue un plan prefijado
Para que no te entren dudas a mitad de camino, es importante tener claro de antemano lo que vas a hacer con la mayor exactitud posible, y durante cuánto tiempo. En mi caso, tengo la inmensa ayuda de YogaGlo, un sitio online de yoga al que estoy suscrita desde 2009, tal y como contaba aquí. Me propongo hacer 60 minutos de yoga, casi siempre del mismo estilo y de la misma intensidad, y lo cumplo.
5.Recompénsate a ti mismo.
Aunque la práctica debería ser su propia recompensa, en un empeño nuevo la recompensa puede convertirse en un empujoncillo valioso, siempre que no vaya contra el espíritu de la actividad en sí, claro. Sirve algo sencillo, como prepararse una taza de té o café una vez has terminado o comprarse un pequeño capricho.
6. Monitoriza tu progreso.
Mantener un registro ayuda a tomar más responsabilidad de lo que has hecho o dejado de hacer. Puedes usar una agenda bonita para ir apuntando las mejoras, o si lo prefieres bajarte a una de las apps disponibles para monitorizar los hábitos (con el grave inconveniente de que acecharán las sirenas de Whatsapp; yo prefiero lápiz y papel). Tampoco hay que fustigarse si se falla un día.
Como dice Cushman, “a partir de pequeños cambios en la rutina, tu vida entera puede cambiar de rumbo. Recuerda disfrutar del viaje”.
Otros posts relacionados en este blog:
Abajo los propósitos, arriba las intenciones. ¿Qué ocurriría si, en lugar de medir los éxitos por lo que consigues o no consigues, dieses similar o mayor prioridad a una forma de vivir respetuosa con tus valores?
Las diez excusas más comunes para romper los buenos hábitos. Si cambiamos nuestros hábitos, cambiaremos nuestro destino.
La trampa de "una sola vez" y otras excusas para no cambiar de hábitos (II)
Cómo acabar con las excusas que nos impiden cambiar de hábitos. Al igual que ocurre con los propósitos de Año Nuevo las excusas de siempre suelen estar al acecho para frenar empeños de transformación. Los cambios son una amenaza para el ego, que ve cómo peligra su territorio.
Seis hábitos para ganar en gratitud. La gratitud tiene un impacto sobre el sistema inmune y el cardiovascular. Y, como acaban de probar los investigadores, también tiene un impacto sobre el cerebro. Parece existir un hilo conductor que opera tanto a través de los pequeños actos de gratitud, como abrir la puerta a alguien, como de los grandes, como donar un riñón.
Lunes y miércoles, yoga en Los Ángeles. Todos los lunes y miércoles, temprano por la mañana, me pongo una malla y una camiseta, me recojo el pelo en una coleta, despliego mi esterilla azul de yoga y me dispongo a seguir las instrucciones de mi profe preferida del estudio YogaGlo de Los Ángeles.
En Twitter @nataliamartin