Todo lo que mueve Facebook es mastodóntico. El precio fijado para su salida a bolsa, esta mañana, equivale a valorar la empresa en unos 82.000 millones de euros. Significa que la red social vale en el mercado casi lo mismo que Telefónica y el Banco Santander juntos. Tiene 845 millones de usuarios, nunca se cansa y sus usuarios generan millones de comentarios y fotografías cada día.
Hasta ahora, las preocupaciones con respecto a Facebook se centran en las polémicas con respecto a la privacidad y la recolección de datos. Pero su capacidad para redefinir nuestro concepto de identidad y satisfacción personal es mucho más preocupante. E igualmente mastodóntica.
A pesar de que las redes sociales, como Facebook o Twitter, nos permiten estar más conectados que nunca, nunca hemos estado más solos, ni hemos sido más narcisistas. Esta es la tesis de un interesante ensayo de Stephen Marche en la revista The Atlantic del tipo que nunca, jamás de los jamases, se lee en la prensa española, para nuestra desgracia.
“Vivimos en una acelerada contradicción: cuanto más conectados, más solos estamos”, señala Marche. El autor apunta a la paradoja de que las redes sociales podrían estar contribuyendo al aislamiento que querían conquistar, y explica por qué. Entre otras cosas: es la calidad y no la cantidad de interacciones con otros lo que importa. Por otra parte, la soledad es un estado psicológico, independiente de las condiciones de fuera.
“En el mundo occidental, los médicos han comenzado a hablar abiertamente de una epidemia de soledad”, dice Marche. Y, aunque se refiere principalmente al planeta americano, cabe sospechar que los satélites no andamos tan lejos. Allí, al igual que aquí, crecen como setas los psicólogos, trabajadores sociales, terapeutas de todo pelaje, coaches. Un montón de profesionales que se ganan la vida procurando alivio de una versión u otra de la soledad, un mal con nefastas consecuencias para la salud. Si te sientes solo tienes más posibilidades de estar obeso, padecer depresiones y desajustes hormonales, insomnio, y, en suma, morir antes.
Pero volvamos al tema que nos ocupa, cuyos orígenes están mucho más atrás. Ya en el 1998 comenzó a hablarse de la “paradoja de internet”: hay más oportunidades para contactar pero una gran falta de contacto humano. De ahí podemos saltar a la pregunta del huevo y la gallina: ¿produce soledad internet, o la gente solitaria se siente atraída a la red?
Un estudio elaborado en Australia hace cuatro años podría tener la respuesta. Titulado ¿Quién usa Facebook?, esta investigación muestra, entre otras cosas, la tendencia de los individuos neuróticos y solitarios a pasar más horas en Facebook que los individuos no solitarios.
John Cacioppo, autor del libro Loneliness (Soledad), cree que la gente traslada traslada a Facebook sus amistades, así como sus sentimientos de conexión o soledad. La profundidad de tu red social fuera de Facebook es lo que determina la profundidad de la red social dentro, y no al revés. En esta transferencia, lo que ocurre es que Facebook no destruye amistades, pero tampoco las crea. En un experimento, Cacioppo estudió la conexión entre la soledad de los individuos y la frecuencia con que interactuaban online. El resultado es que cuanto más grande sea la proporción de interacciones frente a frente, menos soledad experimentas. Y viceversa: a mayor interacción online, mayor soledad.
Si las redes sociales te sirven para organizar un partido de fútbol entre tus amigos, eso es saludable. Si usas las redes sociales en lugar de jugar al fútbol, eso es no saludable.
La otra cara de la moneda de la soledad es el narcisismo, cuyo crecimiento es similar al de aquella, y su correlación con Facebook es significativa: "Facebook nos niega un placer cuya profundidad habíamos subestimado: la posibilidad de olvidarnos de nosotros mismos durante un rato, la posibilidad de desconectar".