Oriente Próximo es una región histórica próxima al Mediterráneo a la que también se llama Asia Occidental o Oriente Medio indistintamente. A lo largo de su historia, el Oriente Próximo ha sido un emplazamiento clave estratégico, económico, político, cultural y religioso. Esta región fue en su momento -nada más y nada menos- que la cuna de la civilización, del desarrollo neolítico, de la Edad de los Metales, la agricultura, la domesticación de animales y la escritura. En la actualidad, la región se ha expandido con varios países que se separaron de la antigua Unión Soviética, y está conformada por Arabia Saudí, Baréin, Chipre, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Irán, Israel, Palestina, Jordania, Kuwait, Líbano, Omán, Catar, Siria, Turquía, Yemen, Georgia, Armenia y Azerbaiyán.
Mapa de la zona de Oriente Medio antes de la anexión de los
países que se escindieron de la Unión Soviética
Con toda esta mezcla de culturas, recursos naturales e intereses coloniales, no es de extrañar que esta sea considerada una de las zonas más calientes del planeta (en un doble sentido, porque hace mucho calor y por las guerras entre diferentes países), un territorio en constante conflicto. Varias obras audiovisuales -documentales, reportajes y películas de ficción- han abordado y documentado los diferentes conflictos que ha vivido esta zona árida del planeta en el devenir de los tiempos. Ya solamente el juego que plantea la religión, el pasado de Egipcio o la relación entre los árabes, judíos y los palestinos, llenarían horas y horas de cualquier forma de expresión narrativa.
Quiero destacar en este punto, y antes de centrarnos en lo que está ocurriendo en Siria -el objetivo de esta serie-, una película documental que me impactó bastante hace años: Vals con Bashir (Ari Folman, 2008). En esta obra, la animación se trabaja de forma magistral (Globo de Oro a la mejor película en lengua no inglesa, César a la mejor película extranjera, nominada al Óscar a la mejor película de habla no inglesa y al BAFTA a la mejor película de animación). Esa película cambió alguna cosa en su momento y puso de moda la animación más allá de la ficción. De alguna manera, se entendió que la animación en el documental podía documentar de otra manera los hechos, quizás poniendo un velo intermedio para que las imágenes reales no fueran tan duras y crueles.
Película Vals con Bashir (2008)
Folman, el director, fue soldado de infantería en las Fuerzas de Defensa de Israel con solo 19 años, experiencia que le marcó profundamente para el resto de su vida. Aunque lo había guardado en lo más oscuro de su corazón, todo lo que presenció y las atrocidades que cometieron los ejércitos de Israel al invadir el Líbano en 1982 le había marcado de un modo profundo. La narrativa animada recrea, en el inicio de la película, un encuentro de Folman con un amigo en un bar, el cual le cuenta que sufre pesadillas que parecen estar relacionadas con algo que sucedió en la Guerra del Líbano, en la que Folman también estuvo pero parece tener amnesia al respecto. De amigo en amigo, de historia en historia, el protagonista (y director de la película) va atando cabos y al final todo el conjunto y su periplo se traduce en un emotivo esfuerzo por recuperar su memoria sobre los hechos ocurridos en el Líbano años atrás.
La animación, desde que esta película y otras mostraran su potencial en el campo documental, también ha sido utilizada en formatos interactivos y transmedia en otras zonas de conflicto del mundo, como por ejemplo en Colombia. Buena prueba de ello son los documentales transmedia Cuentos de Viejos (HierroAnimación, Piaggiodematei y Señal Colombia, 2013) y 4 ríos (Elder Manuel Tobar, Orgánica Digital, 2014).
Ambos proyectos reflexionan sobre la memoria histórica a partir del uso de la animación. La memoria histórica en Colombia pasa forzosamente por el conflicto armado y el narcotráfico, y en estos dos exponentes la animación replica algunas escenas y las hace más digeribles dada su crudeza, al igual que sucede con la película de Folman y otras creaciones que usan la animación como base narrativa.
4 ríos, proyecto documental transmedia colombiano
Vamos ahora, en este primer post contextual, a analizar la situación que se vive en Siria en la actualidad. De acuerdo con cifras recientes de Amnistía Internacional, después de 4 años de cruda guerra y conflicto, más de 4 millones de sirios han tenido que abandonar forzosamente su país y su hogar para llegar a países colindantes como Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto. Líbano, con más de un millón, Jordania, con 628.000, Turquía, con casi 2 millones, Irak, con 250.000 y Egipto con 135.000 refugiados son los principales destinos elegidos por los sirios debido a su proximidad y buena predisposición a acoger damnificados de la guerra civil que acecha a este país durante los últimos años. Y aunque la ONU se ha esforzado en ayudar a los que se quedaron en el país a nivel humanitario, la mayoría de los refugiados sirios de Líbano reciben sólo unos 10 euros al mes para su supervivencia.
Mapa con datos sobre los refugiados sirios en febrero de 2015 (Acnur - Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados)
Pero ¿cuál es el origen de este conflicto en particular? Pues no es nada sencillo ni claro de entender, como acostumbra a caracterizar a los problemas del oriente próximo. De eso me di cuenta cuando fui invitado el pasado junio a Israel, y especialmente cuando caminaba por la ciudad antigua de Jerusalem. La religión, especialmente, ha marcado un pulso muy importante en estos países entre diversos credos, llegando al fanatismo y violencia en muchos casos.
En el caso del conflicto sirio, el conflicto enfrenta al gobierno y a sus Fuerzas Armadas con diversos grupos rebeldes de la oposición, cuyo objetivo es acabar con el poder que atesora el presidente Bashar Al-Asad desde el año 2000. La situación es compleja porque hay muchas facciones que apoyan a los dos bandos: por un lado, la república islámica de Iran y el movimiento libanés Hezbolá respaldan al gobierno de al-Assad, mientras que los Estados árabes del Golfo como Qatar y Arabia Saudí están a favor de la oposición. En la mayor parte de las zonas donde el gobierno ha perdido el control, los diferentes grupos rebeldes islamistas -como el Estado Islamico y Al Nusra- aplican la Sharia, la ley islámica que se ha caracterizado por el desprecio de las libertades, la democracia y los derechos humanos.
El conflicto de Siria se cuenta con más de 220.000 víctimas, pero lo más apremiante ahora son los casi 13 millones de personas que necesitan urgentemente ayuda humanitaria dentro de Siria. Estos fríos datos son los que diferentes organismos del mundo manejan, pero la realidad es que ésta es una de estas realidades que necesita ser vivida y experimentada para ser contada. Parece muy lejos pero está más cerca de lo que nos imaginamos... Como el que no ha ido nunca a una guerra, no ha sufrido un accidente grave o una enfermedad, entre otras desgracias, nos es difícil enfatizar con toda esa gente desde la distancia, desde nuestros confortables aposentos occidentales donde observamos impasiblemente como la guerra y la miseria se imponen sobre la vida, e incluso nos atrevemos a opinar sobre ello.
Para empezar con una inmersión a nivel audiovisual sobre la vida de los refugiados, recomendamos District Zero, un documental que narra el viaje de exiliados políticos a través de sus dispositivos móviles. Dirigido por Pablo Iraburu, Jorge Fernández y Pablo Tosco, y en coordinación por la Comisión Europea e Intermón Oxfam en España, el documental se estrenará en el prestigioso festival de cine de San Sebastián, que se celebrará entre el 18 y el 26 de septiembre.
Esta poderosa historia recupera la memoria histórica de los refugiados sirios a partir de un dispositivo que ha sido destruido pero que contiene la semilla del recuerdo. En los próximos posts entraremos de lleno en proyectos interactivos que abordan este conflicto que tiene Europa aterrada, preocupada por si no va a poder contener semejante avalancha de inmigrantes. Y este es el objetivo de esta serie en particular: que estos proyectos nos puedan poner un poco en la piel de esta gente, y con ello tomar conciencia que debemos contribuir -en la medida de nuestras posibilidades- para ayudarles y hacerles su vida un poco mejor.
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