Seguimos con la serie sobre la obra de Jonathan Harris (#4). Otro proyecto interesante de la que consideramos como primera época es Cowbird. Aquí, en 2011 y con 31 años, intentó emular una especie de red social pero con el acento puesto en las emociones. Era difícil competir contra el gigante de Facebook, y aunque tampoco era su intención, el éxito que obtuvo fue importante con esta propuesta. Harris define el proyecto como "una biblioteca pública de la experiencia humana". Consiste en una comunidad de contadores de historias que comparten sus historias personales y que propone un estilo tipo 'slow info', es decir, contar cosas de manera más relajada que el mundo frenético de los tweets y las redes sociales.
La propuesta de Harris es gratuita (¡y sin anuncios!), y actualmente cuenta con 66.570 autores de 185 países, los cuales han contado 86,386 historias sobre 28,215 temas concretos. Y eso es otros aspecto clave de la obra de Harris: que es capaz de diseñar o utilizar herramientas para medir el tráfico y la información.
Después de ensayar con la fotografía, este proyecto unió los conceptos de historias emocionales con las redes sociales y el poder del control de los datos. Y esta línea es como un hilo conductor a lo largo de su trayectoria artística. La diferencia con otras redes sociales, en el caso de Cowbird, es que Harris edificó esta red social él solito, es decir, lo hizo todo él (no probar de hacer en casa...). El control de los datos y como visualizarlos de una manera que los humanos podamos entender era un aspecto que ya venía ocupando la cabeza de Harris desde varios años atrás. Prueba de ello es que en 2006 sorprendió al mundo quizás con su primer gran hit: We feel fine (2006).
Años antes de We feel fine, Harris había empezado una solitaria carrera en 2002 con proyectos que ya anunciaban un gran futuro, como sus Sketchbooks, la digitalización de sus cuadernos de dibujo con tan solo 22 años y que ya daban fe de la descomunal imaginación de este artista: insectos muertos, plantas, acuarelas, dibujos, escritos, monedas, y una variedad de otros materiales efímeros. Es decir, que si Harris hubiera sido pintor, tampoco hubiera pasado nada y se hubiera ganado igual de bien la vida que siendo creador audiovisual e interactivo (o no, pero eso nunca lo sabremos).
El hecho de bocetar debió contribuir a su proceso imaginativo, pero sobretodo a empezar a organizar y distribuir la información para que esta fuera más accesible y descifrable para la mente humana. Eso no tarea para nada fácil y seguramente esos primeros bocetos le ayudaron a lo que serían sus principales proyectos relacionados con el Big Data.
Siguiendo con sus obras en un contexto universitario, se empezó a interesar por la visualización de la información o la gestión del Big Data a nivel de empresas, y empezó a aceptar pequeñas propuestas como Information Maps, una serie de infografías sobre diversas cuestiones, encargado por el Archivo Internacional de Redes (INA) de la Universidad de Princeton.
INA es una alianza mundial de científicos que creen que la geografía se está convirtiendo cada vez más irrelevante y por ellos está desarrollando una nueva forma de mapear el mundo, basado en las transacciones globales en lugar de la geografía. Estas imágenes son algunos de los resultados, además de la web del proyecto.
La realidad es que, lo analicemos por donde lo analicemos, en su corta existencia Harris posee un trayectoria de obras que, a simple vista, firmaría cualquier productor a los 50 o 60 años. Algunos de los temas que ha abarcado son la adicción a Internet, el trabajo sexual, la caza de ballenas, el anonimato, la mitología, la felicidad, el abuso de las noticias o como entendemos el propio lenguaje.
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