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Los inocentes, de Paz Montserrat, guanyador de la setmana

    sábado 7.nov.2015    por Rosa Gil    0 Comentarios

Aquesta setmana, Paz Montserrat és la guanyadora del concurs. Podeu tornar a escoltar la secció i llegir tots els textos aquí sota!

 

L'ART D'ESCRIURE 7 NOV

 

Relat guanyador: Los inocentes , de Paz Montserrat

 

Cada vez que el benefactor holandés visitaba la aldea etíope, los nativos lo envolvían en una vibrante espiral de cánticos, máscaras y gestos hospitalarios que  proporcionaban un sentido rotundo a su vida. Después regresaba al frío azulado de su país. Dirigir su empresa no era más que un insulso paréntesis entre viaje y viaje.

Un otoño, en un gesto de extrema coherencia, decidió deshacerse de todo y marcharse a vivir entre esos seres auténticos e inocentes.

Al principio lo acogieron. Después se dieron cuenta. Desde entonces mendiga por las calles polvorientas, pálido y absurdo como una sombra o un espejismo.

 

Finalistes: 

A corazón abierto de Raquel Lozano

Un hombre de traje negro, sin guantes de latex ni mascarilla, se encarga de la intervención. Con pericia y de un solo tajo en el tórax, consigue una hendidura lo suficientemente amplia para que su ayudante me extraiga el corazón sin fisura alguna. Con brusquedad se llevan la poesía y llenan la oquedad con guijarros.

El silencio se queda ronco, dócil, humilde, atronador.

Justo antes de producirse el eclipse, he sentido un cosquilleo en el pecho, ruido en el pedregal. Una lapa se ha adherido a mí.

 Juntos somos ahora acantilado, escenario de suicidios, estrado donde recitar versos de amor.

 

Aburrimiento Imperial. Rafa Olivares

La noticia corrió, como pluma que lleva el vendaval, de uno a otro confín. De boca en boca, a lomos de cabalgadura, llevaba consigo la honda preocupación y el inmarcesible desasosiego, cuando no la pesarosa pesadumbre. El Emperador estaba aburrido. Plegarias, votos y ofrendas se elevaron desde pagodas y templos rogando a los antepasados por el fin de tan desdichada amenaza. Los Mandarines enviaron a sus mejores curanderos, sabios y estudiosos a la Ciudad Prohibida portando pócimas o conjuros maravillosos contra el tedio imperial. Cualquier fórmula debía ser probada. Los súbditos ya no disponían de ánimo para otra Gran Muralla.

 

Enamoradiza, Alberto Moreno Sánchez

Cuando le tuvo a solas en la hierba, apresó su rostro y le robó un largo beso.

-  Adonis mío, la gallardía de tu torso y el candor de tu mirada ralentizan el tiempo y cautivan mi turbio alma hasta desarmarla. Satisfaz la llamada de mi desenfrenado corazón y surca junto a mí los avatares de esta yerma existencia. Aplaca mi sed y rastrearemos el vórtice de la locura hasta que tú y yo…

El chico se zafó como pudo de ella y huyó despavorido hacia los bancos del parque:

- Mamá, esa niña me ha chupado… ¡y dice palabrotas!

 

Los cuernos de mi marido, Placido Romero

Mi marido estaba fuera de sí cuando me mostró los cuernos que le habían salido en la frente. Me pidió explicaciones a voces. Los rocé con la punta de los dedos. Sólo se me ocurrió decirle que le hacían muy atractivo. Me acerqué a él. Le di un largo beso para callarle. Nos fundimos en un abrazo. Acabamos haciéndolo en el suelo del salón.

Después del esfuerzo, se quedó dormido. Aproveché para mirar con más atención los cuernos. Eran ridículamente pequeños, minúsculos. Decidí que a mi marido le sentarían mejor unos cuernos más grandes.

 

Mobiliario urbano, Angel Sáiz

Terminé por acostumbrarme a trabajar en un turno antinatural, de hecho, era el horario perfecto para mi carácter inadaptado, aunque no soportaba que los de mantenimiento de carreteras me desviaran cada noche. Comprendía que su actividad transcurriese durante las horas de menor tráfico, pero resultaba muy molesto que siempre estuvieran en este túnel. Agotada la paciencia, derribé los pivotes naranjas con los que cortaban el paso. Enseguida me indicaron que detuviese el coche. Uno de los muros presentaba una grieta donde encajé perfectamente. Desde entonces sólo tengo palabras de agradecimiento hacia ellos. Al fin he conseguido integrarme en esta ciudad.

 

Profesionalidad. Iñaki Goitia Lucas

–¡Qué poca puntería! –grita un espectador tras cada intento del lanzador de cuchillos.

El murmullo que sigue a cada provocación es tal que acabaría con los nervios de acero del mejor especialista. El lanzador, aunque visiblemente molesto, trata de hacer oídos sordos, pero tras el séptimo intento ya no puede dominarse.

–¿Acaso usted lo haría mejor?

El espectador no se lo piensa dos veces. Ante el desconcierto general, baja desde las gradas hasta el centro de la pista y le arrebata el último cuchillo.

–¡Apártese y aprenda! –le replica mientras el público contiene la respiración–. ¡Uno y al corazón!

 

 

Rosa Gil    7.nov.2015 16:12    

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Rosa Gil

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