Mi padre, de Javier Puchades, ganador de la semana
sábado 14.may.2016 por Rosa Gil 0 Comentarios
Un padre muy especial, el del relato ganador de la semana...
GUANYADOR:
Mi padre. Javier Puchades
A mi padre y a mí nos gusta cazar mariposas. Nos gusta cazar mariposas y gamusinos y lagartijas y moscas.
A mi padre y a mí nos gusta hacer todas las cosas juntos.
Mi padre es el mejor, siempre está conmigo, dispuesto a jugar y que nos lo pasemos bien. Cuando quiero algo él está ahí, así es mi padre.
Exploramos todo, miramos todo, y cuando estamos cansados nos tumbamos en la hierba, miramos el cielo y hacemos monigotes con las nubes.
Mis compañeros tienen amigos imaginarios para pasárselo bien, yo tengo a mi padre, soy la envidia del orfanato.
FINALISTES:
Deseo Cumplido, Rafa Olivares
Me lo había repetido muchas veces, como si temiera que lo fuera a olvidar. Incluso dedicó sus últimas palabras a recordármelo una vez más. Siempre quiso ser incinerado y que sus cenizas terminaran en el mar. Durante el velatorio mi voluntad estaba confusa. Desprecios, humillaciones y agravios parpadeaban por mi mente como las luces de una feria desde un carrusel. Y me hacían dudar. Finalmente, en deferencia a los muchos años de resignación, decidí atender su deseo; después de todo nunca he sido rencorosa. A la vuelta del tanatorio, aboqué la urna en el inodoro y tiré de la cadena.
Elecciones, Iñaki Goitia
Las voces que escucha Sasha son absurdas, contradictorias y contingentes. Como la vida misma, que siente languidecer sentado sobre la cornisa de la azotea. Como ese señor que cruza la calle con un aire tan pagado de sí mismo que conduce a cualquiera al hastío. O ese vecino que espía impasible a todo el mundo, como si su condición de miserable no resultase de una decisión arbitraria. Hoy, al igual que todos los días, Sasha enciende un pitillo y da una calada interminable mientras se debate entre el miedo atroz a caerse y la arrebatadora tentación de arrojarse al vacío.
Tiritas, Paloma Hidalgo
Cuando te rompen, huyes. Huyes de los amigos porque no lo son, y de los enemigos porque lo son. También de los vecinos, siempre tan prestos a prestarte sal, y de tu sombra, que te recuerda cómo eres. Ya lejos de todo, sin salir de tu habitación, curas con más o menos destreza, parcheas, entablillas, suturas, y esperas que las tiritas agarren. Cuando duele, intentas convencerte de que tiene que doler, aunque la mayoría de las veces no te engañas, porque miras hacia dentro, a otros desgarros, a otras cicatrices, y confirmas que lo que más duele es la soledad.