Guanyadors del trimestre
sábado 2.jul.2016 por Rosa Gil 0 Comentarios
El trimestre acaba, i toca proclamar guanyadors. El premi se l'endú aquest cop el Carles Quílez, que ens va captivar amb el seu Hombre cangrejo. Per a ell és el curs d'escriptura de microrrelats a l'Escola d'Escriptura!
No us perdeu, però, els accèssits, tots ells boníssims.
Guanyador trimestral:
El hombre cangrejo. Carles Quilez.
El despido le transformó.
Primero, mientras escuchaba las gélidas explicaciones del gerente, se formó un caparazón que le endureció.
Después brotaron de su cabeza unas antenas que le permitieron percibir la realidad de forma más nítida y lo importante que podía llegar a ser el dinero. Al cabo de unos meses, tras terminársele el paro y empezar a revolver contenedores, sus manos se convirtieron en unas enormes pinzas.
Luego todo fue ir hacia atrás, hasta el día que perdió la casa. Entonces marchó a la playa y se enterró en la arena para dormir. La metamorfosis se había completado definitivamente.
Accesits:
Expiación, Lola Sanabria.
Desde jovencita. Levantaba la mirada de la costura y observaba la caída de la tarde preñada de vencejos que parecían ir a estrellarse contra el brocal del pozo. Luego remontaban. Disfrutaba con tanta belleza. Entonces recordaba las palabras del cura, duras como mármol, contra los pecados de la carne, y agachaba la cabeza, cogía la aguja y el hilo y se daba una puntada o dos en la piel de un dedo de la mano. Ahora lleva los brazos cosidos en negro, desde las muñecas a los hombros. Y no hay ser humano que quiera toda su vida de penitencia.
Recuerdos, Angel Saiz
No podíamos saberlo, pero esa tarde iba a ser la última en la que seríamos niños, algo que ni la guerra había conseguido. Jugamos a remover la tierra para buscar tesoros. Michel, cómo no, encontró una insignia de infantería; también, inevitablemente, los ojos entregados de Eveline. Al caer la tarde encendimos una hoguera. Un disparo inesperado, surgido de no se sabe dónde, atravesó la frente de mi amigo.
Cada vez que llega esa fecha las arrugas de Eveline se llenan de lagrimones. Yo, a escondidas, acaricio el casquillo del proyectil que arrojé al fuego hace setenta años, cuando nadie miraba.
Retraso, Mar Horno.
Le encontraron un trabajo de vigilante nocturno en una fábrica de frigoríficos. De madrugada, le gusta tomar leche caliente en la sala de pruebas donde los aparatos son puestos a funcionar para comprobar su resistencia. Al principio no notó nada. Luego empezó a oír que algunos emitían sonidos acuosos, balidos narvales, cantos cetáceos. Otros parecían responderles. Su madre le dice que imagine que son ballenas blancas varadas en el suelo del almacén, tristes por no poder emigrar para parir a sus ballenatos. Como si él aún fuese un niño. Como si no supiera que todavía no es época de cría.