FELIÇ COMENÇAMENT DE 7ª TEMPORADA!
lunes 12.sep.2016 por Rosa Gil 0 Comentarios
Hola Wonderlinians.
Una arrancada brillant!
Noves incorporacions, 1 guanyador, 10 finalistes i 2 relats destacats! Impressionant!
Comencem:
GUANYADOR:
Pueblo con mar, Ernesto Ortega.
Cuando los últimos
veraneantes decidían marcharse, entre todos les ayudábamos a hacer las
maletas y a cargarlas en las bacas de los coches, si era necesario. Nos
abrazábamos a ellos y salíamos a despedirlos a la nacional, diciéndoles
adiós con la mano, hasta que desaparecían en el horizonte. Entonces,
nos quitábamos esas absurdas camisetas hawaianas, recogíamos las
conchas y los cangrejos, desmontábamos los castillos, desinflábamos las
palmeras, enrollábamos la arena de la playa como si fuese una alfombra,
tapábamos el mar con una lona, apagábamos el sol y colgábamos el cartel
de cerrado por vacaciones a la entrada del pueblo.
FINALISTES: 10
Celos Profesionales,Manuel Montesinos
Aquel diminuto ser tenía las patas manchadas de sangre. Insistía en su inocencia, pero a vista de microscopio distinguimos fragmentos de piel y pelo de la mujer barbuda que apareció muerta y rapada.
En sus antenas excitadas, se localizaron restos del tejido que había unido desde su nacimiento a las hermanas siamesas ahora, en paradero desconocido y entre su palpo labial se detectaron por láser despojos y fibras de pluma del pollo sin cabeza.
El circo tuvo que cerrar el mismo día de la inauguración en nuestro pueblo y sobre el hombre pulga recayó todo el peso de la ley.
El falso silencio, Pedro Carrasco
Los cambios se fueron produciendo muy deprisa, como si hubiesen estado esperando todos juntos para realizarse, como el voraz apetito de conocimientos del mal estudiante que deja todo para el último momento. No había forma de detenerse delante de cada uno de ellos. Tal era la velocidad, que el impacto de uno tapaba inmediatamente las consecuencias del anterior. Hasta que, de repente, todo se paró, todo se tranquilizó, el silencio comenzó su reinado. Bueno, el falso silencio que se podía obtener bajo los cartones que acababa de colocarse encima, con las reglas que le ofrecía el tetris del fracaso absoluto.
El regalo, Lola Sanabria
Ayer fue mi cumpleaños. Vinieron mis hijos y también mis nietos. Una excepción, pero dadas las circunstancias, seguro que los obligaron. Ellos creen que los necesito, pero no es así. En cuanto se fueron, lo recogí todo y me fui a mi sillón y puse la radio. Justo a tiempo de escuchar tu dedicatoria, Manuel. Y nuestra canción tirando del hilo de los recuerdos. Aquel verano bañándonos en la laguna, la ropa mojada, nuestras risas, el primer beso. No sé cuántos años habrás dejado dispuesto tu regalo, seguro que tantos como me queden de vida. Tú siempre cuidaste los detalles.
En la calle lle veinticruatro tro, Miguel Ibáñez
Cada día al caer el sol, hay niñas que no se van casa. Tienen un pintalabios que se encontraron, casi agotado, tirado en la acera, y lo usan para disfrazar las sonrisas que, a veces, dibujan fingidas en el aire. Aparentan ser mujeres, sosteniendo un cigarrillo entre los dedos, exhalando torpemente el humo, entornando los ojos, mirando al vacío. Guardan a Mickey Mouse en un minúsculo bolso. Sueñan que los monstruos no existen.
Pero cuando nadie las mira, aprovechan y juegan a hacer palmas, entonando canciones sin alzar apenas la voz, en la distancia; cada una apostada en su esquina.
La Gárgola, Luís San José López
Una porción del paisaje desapareció de repente, como si alguien hubiera quitado una tesela del mosaico que componía la ciudad. Poco después ocurrió lo mismo con otra buena porción, y después con otra, y otra, haciendo desaparecer casas, animales y personas. Diríase que alguien estuviera jugando a desmontar el gigantesco puzle de la vida. Solo se escuchaba un chasquido seco, un breve fogonazo y un pequeño hálito de asombro de quienes parecían aguardar con resignación su turno.
Mientras, Capa, encaramado en su azotea, como una gárgola omnipotente, se afanaba en guardar todas las imágenes posibles en su flamante cámara fotográfica.
Nadie, Mei Moran
Los hermanos lo traían al retortero. Le habían enseñado a deslizar la mano en bolsillos ajenos. Las hermanas lo camelaban con caramelos de anís, a llevar los recados a los novios. Con su madre era angelote, dado a llantinas. Mientras ella vivió se sujetó a vivir en el caserón. Hasta aquel día, en el que la buena mujer se encomendara al cielo. Se echó luego al monte, entre frutas, diarreas y huevecillos, que cogía prestados a las aves de nido bajo. Duró algo. Al final lo encontraron aterido en la cueva grande, abrazado a un tabardo raído de mangas bobas.
Sucesión, Nicolás Jarque
Tras la muerte de su padre, el rey, y de su hermano mayor, el príncipe heredero, el trono le correspondía a él. Por eso le subieron al estrado ante la algarabía del pueblo. Le instaron a que dedicase unas palabras para el recuerdo, su pequeña impronta para la historia. Apenas pronunció cuatro frases emocionadas y la plaza lo acalló con sus vítores encendidos. Entre dos miembros de la guardia real lo acomodaron en su aposento y, con la misma ceremonia utilizada con sus antecesores, le ajustaron una corona dorada, le agacharon la cabeza y la guillotina hizo el resto. Siguiente.
Etílico Equinoccio, Toni Mascarell
A las diez, cierran los bares; y yo, como siempre, a cambio de que me sirvan la última copa: hago equilibrios en barra, como un etílico acróbata, entregando así mi vida. Cuando me desmeleno, al regresar a casa, nunca llevo suelto. Arrestado por la noche -en un equinoccio que consume los días-, retomo las cabinas por el camino; y, afanando una llamada que nunca llegará, lanzo una moneda -de dos caras- al aire, en la que siempre sale cruz: porque, después de introducirla -en la ranura para monedas-, tiro de la palanca con la esperanza de que salga triple bar.
Transparente, Juan Carlos Ferrer
Presionó la boina con ambas manos. Se abrochó el botón del cuello de la camisa. Comprobó que la cincha sujetaba perfectamente el pantalón de pana. Acarició el bastón de avellano. Sobre la mesa se apilaban las cuestiones a tratar en el pleno: El mulo de Ceferino que mordió a Eustaquio en circunstancias poco claras. El acoso psicológico de Adolfo, el hipocondriaco, a la boticaria y la era de la Frasca, atacada por el pulgón. En su ayuntamiento no había comisiones oscuras, cajas B, ni sobresueldos. La única corrupción conocida emanaba de las granjas de gorrinos en las afueras del pueblo.
Cita de altura, Angel Sainz
Todos los sábados por la mañana los reserva para tender en la azotea comunitaria. Al vivir solo no tiene mucha colada. A menudo desdobla ropa limpia del armario y la introduce en la lavadora. El caso es no faltar. Igual de puntual, ella aparece con su silla plegable y un libro. Tras saludarse como vecinos corteses, él se marcha.
Otro sábado, el mismo horario. La tormenta violenta le hace dudar. Sube pasados unos minutos. La encuentra allí, empapada, con las páginas convertidas en pasta de papel. Ambos saben que hoy será diferente. Omiten el habitual “buenos días”. Hablan los labios.
Però com dèiem...hi ha molt més: 2 relats destacats per la seva poesia i per la història d'un petó.
VERSO A VERSO, Carles Quílez
VERSO A VERSO
No lo hizo tanto por aburrimiento,
sino para pasar él un mejor rato,
que decidió hacer sin más un relato
de cien palabras. Fue así, y yo no miento.
Tuvo, sí, sus ratos de sufrimiento,
en que no parecía muy sensato
lograr su empeño en poético formato,
mas persistió y no mostró abatimiento.
Y así fue que en la insomne noche fría
logró con no poca maña el gran reto
y, es claro, también con mucha alegría,
de armar su este cuento escueto y discreto,
con rimas que en las aulas de poesía
desde ha años los poetas llaman soneto.
HISTORIA DE UN BESO EN 100 PALABRAS, José Manuel Dorrego
La única condición que pongo a mis relatos es que tengan justo cien palabras. Así siempre quedan precisos y sin florituras. Es cierto que, a veces, la falta de palabras me impide terminar la trama. Si no me quedan vocablos para narrar cómo descubren a un homicida, dejo libre al asesino y tampoco pasa nada. Otras veces, la falta de palabras tiene su parte positiva. Ayer escribí un relato en el que dos amantes comenzaron a besarse cuando llevaba 98 palabras; como ya no tenía espacio para deshacer el beso los dejé ahí, fundidos, con los labios pegados, besándose eternamente.