COMO NOS RECUPERAMOS DE UN RECHAZO ...O VARIOS DE UNAS CITAS A CIEGAS?
sábado 3.jun.2017 por Rosa Gil 0 Comentarios
Esa baja autoestima al saber que no quieren ni conocernos en esa cita a ciega...puede llegar a que nosotros hagamos lo mismo en la siguiente Cita? Felicidades a Miguelángel Flores por su relato ganador "La cita". Muchas felicidades a los 7 finalistas!
GANADOR
LA CITA, Miguelángel Flores
Hasta verla no sabré si buscarle la mirada a conciencia, hacer un pequeño gesto con las cejas cuando ella me mire, luego saludarla, iniciar una conversación que nos lleve al comienzo de algo, esperar que la cosa prospere, que nos afiancemos en los días sucesivos, que decidamos querernos ya para siempre y compartamos la vida, en nuestra casa, con sus lunes desabridos y sus domingos de sofá. O bien, en cuanto entre, ocultar como pueda el libro, salir con disimulo, y dejarla buscándome entre los clientes del bar, como si fuera esta vez yo el que no se hubiese presentado.
FINALISTAS
AMANTS (VALÈNCIA EN CITES), Carmen Cano
No hi havia a València dos amants com nosaltres. Cenyies el teu cos contra el meu a la barana del pont del Reial. Recorríem, bevent a glops les nits, el barri del Carme. Fugíem, en el tramvia a la Malva-Rosa, buscant el nostre refugi secret entre veles i vents. Ens amàvem des del matí a la nit, rodolant entre les ones blaves coronades d’escuma, amb l’alè perfumat de brisa i de sal.
Tot ho recorde ara, criatura dolcíssima, com si el temps no existira, gelós de la mar que envoltarà amb la seua llum aquestes cendres.
ANESTESIA, Lola Sanabria
Aquí vinimos a descansar de nuestros demonios, a acabar con ellos, me dijeron cuando ingresé. Se equivocan. Vinimos a anestesiarnos con las pastillas que nos da la enfermera Sue. El doctor Reginal dijo hace unos días que estaba muy satisfecho con mi evolución, y yo le agradecí sus palabras con una sonrisa estúpida. Todo me daba igual. Pero hoy, cuando se ha referido a mi hermana Phoebe como un capullo en plena eclosión, he tenido que clavarme las uñas en las palmas de las manos, para reprimir el impulso de ensartar con el abrecartas el ojo de este cíclope libidinoso.
GANANCIALES, Asier Susaeta
Hoy he vuelto a caer en una web de contactos en la que me di de alta hace años —una noche de copas y repentino pánico a morir solo— y que olvidé a la mañana siguiente. Ha sucedido tras pinchar en un banner y recuperar la contraseña; entonces una tal Andrea26 ha aparecido en una ventana emergente, enfurecida, y me ha recriminado que si me parece normal regresar así, como si nada. Para colmo, le ha sentado fatal que preguntase por el nombre de los niños.
En resumen: los cuatro se mudan a casa mañana y yo, a un hotel.
LA DEVORADORA, Belén Sáenz
Antonella amanece con el aliento retenido en los labios; no puede soportar el contacto de esa piel fría, de pollo crudo. En la pensión huele a sexo barato y sobras del domingo. Con un volteo de faldas pretende sacudirse los remordimientos y olvidarle, pero una persiana se abre y le dispara un rayo de sol certero. Cae fulminada, su carne de siglos se desmorona en podredumbre con una sonrisa sorprendida en sus colmillos. Y con el último latido de un corazón que no sabía que aún tenía, lamenta haber desaprovechado al primer hombre que le ha hecho olvidar quién era.
MERCADO INTERIOR , Rafa Olivares
Al tipo actual de cotización, un par de cigarrillos apenas le alcanzaría a Marito para su trueque por un tapón de orujo casero de mandarina, un escrito de alegaciones al Juez de vigilancia penitenciaria, medio rollo de papel higiénico, un cucharón más de rancho o un beso en la boca de Rosa Cruz, el travesti de la segunda galería. Sin embargo, en el corrillo de los viernes en las letrinas del patio sur, Santos «dingaman» Gonçálves ofrece en su mano izquierda un paquete entero de Ducados, mientras los dedos nerviosos de la derecha van liberando los botones de su bragueta.
OLVIDADOS, Pilar Alejos
El crujir de las hojas les recuerda lo solos que están. Duele tanto el silencio.... Una gruesa capa de polvo cubre su piel, los resguarda del frío y de la humedad, con olor a moho y a olvido.
Hace tanto que han perdido la esperanza, que se han acostumbrado a la oscuridad, ajenos al paso del tiempo. Los insectos, hambrientos, trepan a su alrededor. Ellos permanecen inmóviles, hasta que se marchan.
De repente, atraviesa la estancia un rayo de luz que hiere sus letras. Alguien viene a rescatarlos del abandono, acariciará sus páginas y renacerán a través de sus ojos.
UN METRO CUADRADO, Plácido Romero
Le rogué que me cediera un minúsculo pegujal porque me moría de hambre. Le dije que era indecente que las reses bravas pastaran en una tierra tan excelente. ¡Qué buen cereal se habría dado allí! Le amenacé, sí, con quitársela. Me afilié a un sindicato. Participé en protestas y huelgas. Sin embargo, no hubo forma de que don Rogelio diera su brazo a torcer. Me dijo que no me daría ni una hectárea, ni media fanega, nada. Mentía después de todo. Finalmente, el amo me entregó un trozo de tierra. Acabó dándome un metro cuadrado. Mío para toda la eternidad.