A GALOPAR...A GALOPAR....
sábado 30.sep.2017 por Rosa Gil 0 Comentarios
Son buenos tiempos para galopar. El problema es cuando nos interrumpen el galope. Es un buen ejercicio que le ha valido el premio a Mikel Aboitz por "Caer del caballo". Felicidades también a los tres finalistas.
GANADOR
CAER DEL CABALLO, Mikel Aboitiz
«La inquisición no tardará en llegar», me susurró Juana preocupada. Cabalgaba a pelo, apretando los dientes. Yo me ceñía a ella dejando que llevara las riendas. Éramos jinetes fugitivos en misión nocturna: coronar el monte huyendo del Santo Oficio. ¡Voto a bríos que habíamos de lograrlo! La noche velaba los contornos pero intuíamos cercana la cumbre. Dejé escapar un grito de júbilo anticipado. Sedientos y sudorosos, galopábamos con la respiración desbocada, cuando a punto de alcanzar la cima, fuimos sorprendidos: «¿Mamá, papá, que hacéis? ¡Tengo pis! »
FINALISTAS
MATRIOSKAS, Belén Sáenz
Deberías habértelo pensado dos veces antes de salir así vestida. Eso dijo Virtudes cuando le conté que me habían violado. Virtudes, mi amiga. Entonces tenía maneras de madre, experta en reprimendas y tiritas del alma. Intenté distanciarme para no ver reflejada mi culpa en sus ojos de ternera, pero alguna vez tuve necesidad de refugiarme bajo su ala. Un día me sorprendió ver que llevaba anillo de casada. Apenas empezaba a abultarle el vientre y ya había perdido aquel envoltorio maternal suyo. Nunca me hablaste de tu novio, no me invitaste a la boda, le reproché. Ella escondió la mirada.
MIRADA PERDIDA, Carles Quílez
Cuando la orquestra empezó a tocar un pasodoble, los jóvenes del pueblo que momentos antes enloquecían con la canción del verano, aprovecharon el cambio de tercio para reponer fuerzas en la barra del bar. Delante del escenario quedó solamente Antonio, ataviado, como todas las noches de Fiesta Mayor, con su vestido rojo y un chal. Bailaba con el brazo izquierdo extendido, abrazando a un bailarín imaginario. Tenía los ojos cerrados, para evadirse de las miradas de sus vecinos.
De haberlos abierto, quizás habría visto que Jacinto, el panadero, también le observaba, mientras se balanceaba, sonriente, al compás de la música.
QUINTO B, Marta Navarro
El mismo piso. De nuevo. Y ya eran tres los asaltos que aquel agosto había sufrido, algo ciertamente excesivo incluso para tal mes. Como siempre puerta de par en par, cajones desvalijados, libros por el suelo, nada, al parecer, que echar en falta. Un halo de misterio envolvía sin remedio a su inquilina. ¿Qué escondía aquella anciana y quién lo buscaba con tanta tenacidad? Desplomada en su sillón, rodeada de policías, ella temblaba, no de miedo sino de emoción. Debía acabar con semejante desatino -lo sabía- pero tanto le pesaba la soledad... Y tan divertida resultaba siempre su pequeña picardía...