CUANDO PARECE QUE NO PASA NADA...Y PASA TODO
sábado 13.ene.2018 por Rosa Gil 0 Comentarios
Muchas felicidades a Juan Carlos Ferrer por Barrio, primer relato ganador semanal del primer trimestre del 2018. Felicidades a los 7 finalistas!
L'ART D'ESCRIURE 13 GENER 2018
GUANYADOR
Barrio, Juan Carlos Ferrer
Camina rápido, con el saco de tela a su espalda, como un Papá Noel africano. En esa humilde mercancía está su modo de vida. En la misma acera una mujer vende plantas y flores junto a otra sentada en una silla de mimbre ofreciendo ajos. Un anciano en silencio, junto a un cartel de cartón, pide ayuda, pensando tal vez en una infancia tan lejana como sus recuerdos felices. Hay en el mercadillo un puesto de calendarios, con una imagen del Cristo de los pobres. Un hombre moreno ofrece pilas baratas y una niña de ojos rasgados lo contempla todo.
FINALISTES:
Chiquito, pero...; Mª del Rosario Val
Nació como una culebrilla de agua, sietemesino, con un kilo novecientos y treinta centímetros de largo. Se aferró con ahínco a la vida y a las tetas de su madre. En la guardería fue el más bajito. Durante la EGB el repetidor más retaco y añoso. Al grito de «tonto el último» galopaba al recreo. En su casa cortaba el bacalao, en la calle era un buscavidas. Con los amigos sacaba pecho, con las chicas metía tripa. Su sueño, hacer la mili pero al no dar la talla vendió su alma al diablo. Se hizo matón, en honor al dicho.
Inercia, José Manuel Dorrego
Salió todo a la primera. En un solo plano/secuencia y tras el grito de ¡Acción! interpretamos el asalto al puente, la invasión del pueblo, la toma de rehenes y la celebración de nuestra heroica gesta. Luego, el director pretendía que todo terminase allí con un vulgar ¡Corten! Naturalmente, le hicimos caso omiso. Fue Solomon quien le descerrajó un tiro en el gaznate. Luego,proseguimos nuestra marcha.
Ahora, sedientos de gloria y sangre, vamos camino de siguiente pueblo dispuestos a arrasarlo. Y que no se les ocurra: que no venga otro tipo de fuera a decirnos cuando tenemos que cortar
SALIDA DE EMERGENCIA, Lola Sanabria
Baja la escalera deslizándose a horcajadas sobre la barandilla, sin hacer caso de sus advertencias. Siempre raja un tetrabrik de leche, dejando un camino blanco desde el supermercado a su casa, a pesar de las broncas. Atranca la puerta de su habitación con una silla. Se pone los auriculares para no escuchar los golpes ni las voces airadas de sus padres. Pero todo se cuela y le llega. Mira el reloj. Hace un mes, diez minutos. Esta semana, cinco. Hoy solo les dará cien segundos. Si no se callan, saldrá por la ventana y salpicará de rojo su vía láctea.
Los coches circulan como búfalos en una estampida. Mientras, en la acera, aguardo a que el hombrecillo verde me permita moverme.
Miro al otro lado de la avenida; veo a mi marido. Va de la mano de una joven; se besan. Luego, cuando advierten que estoy enfrente, ella se camufla entre una pandilla de chicas que también quiere cruzar. Me hago la tonta, como otras veces; sonrío. Cuando él yergue su mano como si yo fuera la profesora que pasa lista, piso el asfalto. El semáforo continúa rojo, pero me ha parecido escuchar el pitido que avisa a los ciegos.
Cierra los ojos y siente el latido de cada uno de sus músculos, se funden con la roca para coronar otro de sus ochomiles. En la cima despliega unas poderosas alas de halcón y planea blandamente hasta el valle soleado. De un salto sube a la moto, se abraza a la cintura de Ana y ríe con las cosquillas de su melena y la brisa en el rostro hasta que se termina la gasolina. Entonces abre los ojos para su mayor reto, acercar la mejilla al pulsador de la cama para pedir a la enfermera que le cambie de postura.
El nuevo vecino se sintió fuera de lugar, casi desamparado. Debido a su natural prudencia nadie le prestaba atención. La joven del tercero se sentó a su lado. Tardaron poco en congeniar, fruto de una complicidad sin necesidad de palabras, ajenos a aquel infierno verbal.
Tras un tenso “ruegos y preguntas”, los propietarios abandonaban el local, demasiado crispados para percatarse de las ropas en el suelo y los cuerpos abrazados.
Traspasa el umbral del diminuto comercio de Consuelo, conocido coloquialmente como “las páginas amarillas”. Allí todo se sabe, intuye, fabula o pregunta directamente. Los artículos a comprar son lo de menos, aquello importante es la charla, la investigación vecinal y el uso de una murmuración despiadada. El novio de Rigoberta, es la última novedad y por tanto, principal tema a tratar en este gélido viernes. Las noticias le llegan tan frescas como recién salidas del rotativo. Cuando te adentras allí no puedes salir, como en aquella película de Buñuel, pero por miedo a ser tú el centro de las críticas.