LA LECTURA...LA CULTURA COMO SALVACIÓN
sábado 20.oct.2018 por Rosa Gil 0 Comentarios
Muchísimas felicidades a Lola Sanabria por su relato ganador "Trastornos". Felicidades a los 6 finalistas!
L'ART D'ESCRIURE 20 OCTUBRE 2018
GANADOR
TRASTORNOS, Lola Sanabria
Comenzó hacía años, tantos como llevaba jubilado. Unía el canto de las manos por los dedos meñiques, las subía hasta la altura de los ojos y paseaba por el parque durante horas. Al principio, algunos le preguntaban qué estaba haciendo. Él se paraba y los miraba sorprendido. « ¿No lo veis? ¡Estoy leyendo!», contestaba. Después de un tiempo, nadie volvió a preguntarle. Comentaban que estaba loco y evitaban acercársele, como si pudiera contagiarlos. Ellos hacían lo que había que hacer: reventar palomas con pan hinchado y clamar por un caudillo que metiera en vereda a tantos jóvenes y mujeres descarriados.
FINALISTAS: 6
ALTEZAS Y DONCELLAS, Isidro Moreno
Las jóvenes doncellas, ataviadas con sus más lindas ropas, desfilaban en su paseo dominical hacia la alameda, en la ribera del río.
Los domingos, los sapos exhibían su figura y su croar dejándose ver por la misma ribera.
La hermosa joven capturó un hermoso sapo que, aunque verde, la observaba con grandes ojos.
El hermoso y gallardo sapo, con su afinado croar, su mirada lasciva y su apuesta pose de príncipe azul, se dejó atrapar por la joven doncella.
Tras un largo beso, lo acostó bajo su almohada y, dormida, esperó al alba.
Cuando despertó, el sapo todavía estaba allí.
ÁRBOLES, Gabriel Pérez Martínez
Por mi trabajo de jardinera, siempre llevaba barro en las botas, tanto que los meses que te fuiste por trabajo, no quise barrer la casa para que la tierra cubriera el suelo. Creció entonces un roble en el cuarto del niño y en el nuestro, una higuera. Yo te esperaba subida a sus ramas mientras nuestro hijo dormía. Llegó el otoño y entraron cumulonimbos por el teléfono. Estuvo lloviendo durante dos semanas y perdieron sus pétalos las begonias del salón. Llegaste en diciembre. Nos encantó que aparecieras con un árbol de Navidad, aunque olieras a perfume. Pero era de plástico.
DON JUAN HASTA LA MUERTE, Luis San José
Puedo escribir la historia más triste imaginable. Decirte, por ejemplo, que solo queda silencio en este lado de la tapia. Que, al otro lado, me consta que hay gente que se abraza y yo no puedo ofrecerte más que unas manos descarnadas. Que bajo esta piedra de granito sigue latiendo un alma empeñada en recitarte a Neruda en esta noche estrellada. Puedo decirte que te quiero como si estuviera vivo, que necesito tenerte y abrazarte en una noche tan larga. Puedo… quiero decirte que te espero… para que devuelvas a tu marido el puñal que se olvidó en mi espalda.
EN HORAS BAJAS, Marta Navarro
Desde que murió nada ha salido bien. Tan ilusionado como estaba con su nueva condición, tantos trucos como había aprendido, tantos ensayos y al fin... ¡un fiasco total! eso ha resultado. ¿Para esto tanto esfuerzo? refunfuña con amargura, al filo del más sobrenatural ataque de nervios que podáis imaginar. Pese a todo él es un profesional y noche tras noche −esperanzado, infatigable− continúa intentándolo. Apariciones espectrales, rechinar de dientes, espeluznantes chirridos... Pero ocurre que ya nadie cree en los fantasmas y así no hay modo de trabajar. Y sabe que no es su culpa pero ¡ay! es tanta su vergüenza...
LA ESPERA, María José Viz
La niña, con ese único ojo en la frente emitiendo luces de colores, resultaba exótica. Ella no tenía la culpa de que sus progenitores la hubiesen traído de su planeta, Dibo, y la hubiesen dejado en aquel paisaje tan terrenal. Jamás los perdonaría, aunque viniesen arrepentidos, con sus antenas dobladas y sus rostros azulados, su pierna en el estómago y la tercera oreja en la frente. X2O, con tenacidad férrea, hizo la puesta a punto de su ojo luminoso. Cortó gruesos troncos y rompió grandes ventanales con la potente luz. Luego, se sentó a esperar, comiendo una manzana.
VACILANTE, Calamanda Nevado
Me gusta acariciar el tronco de los árboles en otoño, mirar el cielo a través de sus enormes copas doradas disfrazadas de amarillo, y disfrutar del amable espectáculo
de tus ojos si me miran diferente. Me he rendido como una adolescente; de nada protesto, ni de tu engaño, ni de hacerme rabiar nombrándola en sueños, tampoco huyo. Ando mansa por fuera, por dentro reventando sangre, como el viento del mar dormido, los caballos en la dehesa, y esas mujeres en las esquinas; transfiguradas por su oficio, sintiéndose cansadas, delgadas, gordas o rotas. Ahogadas por la desigualdad de este Edén mustio.