Helmut Kohl: el gigante en silla de ruedas
sábado 17.jun.2017 por Miguel-Ángel-Berlin 8 Comentarios
Apreté el timbre de su casa en Ludwigshafen un poco nervioso. Conocía la fama de rudo, impaciente y autoritario de Helmut Kohl, así que estaba en tensión.
Todavía no podía creerme que lo tuviera ante mí: Helmut Kohl, el todopoderoso ex-canciller de Alemania, que llevaba 15 años retirado de la política, sin conceder entrevistas, a parte de algún texto o escasas preguntas respondidas por correo. ¡Me había concedido una entrevista! Bueno, a mí no, a Televisión Española, naturalmente.
Preparaba un reportaje especial sobre los 25 años de la caída del Muro y habíamos hecho la solicitud de entrevista sin ninguna esperanza. Pero había que pedirla de todas formas. Y el destino nos deparó una doble carambola. Para conseguirla tuvimos que firmar un papel en el que figuraban alunas condiciones que me hicieron dudar. Pero estaba claro que el papel estaba muy estudiado para que nadie pudiera decir que se imponían condiciones en contra de la libertad de prensa: simplemente, trataban de proteger jurídicamente la intimidad y la buena fama del ex-canciller de Alemania y me ponían limitaciones a la hora de utilizar el material en diversos medios, algo sobre lo que yo no tenía ni la menor intención.
Cualquier periódico, radio o televisión del mundo, hubiera convertido aquello en un acontecimiento. Un medio alemán lo hubiera elevado a la categoría de acontecimiento histórico.
Nos abrió la puerta una mujer del servicio y, a los pocos segundos, acudió la mujer de Helmut Kohl, Maike Kohl-Richter, que nos dijo que en unos minutos "der Bundeskanzler" estaría con nosotros.
La casa de Helmut Kohl es un chaletito de clase media, funcional y sin pretensiones. Una mezcla de muebles antiguos y modernos, cuadros y fotos, libros y estatuillas, componían un ambiente que a mí me pareció un poco frío, sin alma de hogar, pero confortable y en cierto modo acogedor.
A los pocos minutos entró Helmut Kohl en la silla de ruedas empujada por su mujer. Cuando Helmut Kohl me dio la mano desapareció mi tensión. No sé por qué, pero tuve la impresión de que aquel hombre de la silla de ruedas ya no era "gigante negro" que pintaban las crónicas.
Durante una media hora compartimos café y pastel en el porche del jardín, al lado de un bloque del muro de Berlín. Maike Kohl-Richter quería saber cómo iba a plantear la entrevista, algo, por lo demás, lógico.
Helmut Kohl tenía entonces 84 años, pero conservaba un apetito fenomenal. Hacía 5 años había caído por las escaleras y sufrido un golpe en la cabeza que le dejó secuelas de movimiento y en el habla. Me costaba entenderlo, pero su mujer nos ayudaba cuando veía que no le entendíamos. Para la entrevista contaba con que quedaba grabado y se podìa "reboninar" las veces que quisiera.
Allí, delante del café, nos contó lo mucho que apreciaba a "mein Freund" Felipe González. Tuve la impresión de que España y los españoles le caíamos bien, aunque no me pareció que fuera un "experto" en España.
Finalmente, empezamos la entrevista. La había preparado a conciencia: su mujer me dijo que procurara no hacerla muy larga, para no cansarlo, pero no me había puesto limitaciones claras. Aquel hombre era un monumento de la historia alemana y europea y había que aprovechar.
Le pregunté por los días de la caída del Muro, por su programa de 10 puntos (Kohl-Protokoll) para la reunificación alemana, de sus encuentros con Gorbachov en la dacha para convencerlo de que una Alemania reunificada no sería un peligro para Rusia, de la desconfianza de Mitterrand, de cómo lo convenció de que una Alemania reunificada no sería un peligro para Francia, sino todo lo contrario, de la tozudez de Margaret Thatcher, de la cercanía y normalidad de americano medio de Georg Bush, al que convenció de la Alemania reunificada no sería un peligro para el mundo y, por supuesto, de su agradecimiento a Felipe González por su apoyo sin fisuras la reunificación.
Kohl hablaba con pasión de aquel año entre la caída del Muro y la reunificación alemana. Sabía que en aquellos meses se había convertido en una figura histórica. El no tuvo realmente ningún papel en la caída del Muro. Desde su oficina en la cancillería de Bonn no pudo percibir lo que se estaba fraguando en Berlín Este. Pero entre Noviembre de 1989 y Octubre de 1990 Kohl había sido el político correcto en el cargo preciso en el momento oportuno, como ha dicho Angela Merkel.
Lo que sí me sorprendió es que hablaba con tanta pasión de Europa y de la Unión Europea como de la reunificación alemana. En 2014 la crisis de la idea de Europa era ya el plato del día en la prensa. Y delante de mí tenía a un alemán, y no un alemán cualquiera, que defendía a Europa con pasión.
Kohl estaba obsesionado con la Guerra Mundial. "Tuve la suerte de nacer tarde", había dicho. Tenía apenas 10 años cuando estalló la guerra y se salvó por los pelos de ser llamado a filas, de formar parte de algún batallón de adolescentes arrastrados por la vorágine del nazismo.
Vivió la postguerra como adolescente y Helmut Kohl sabía que, si se quería evitar otra guerra en Europa, había que convertir el Mercado Común Europeo en una Unión política. El se veía como ciudadano europeo "un alemán europeo y un europeo alemán" y quería una "Alemania europea y no una Europa alemana". Hay que saber algo de historia para comprender la trascendencia de afirmaciones aparentemente simples como esas en boca de un canciller de Alemania: hoy día damos muchas cosas por sobreentendidas sin darnos cuenta de lo que significan hasta que las perdemos.
Yo me sentía cada vez más eufórico: llevaba ya más de una hora de entrevista con Helmut Kohl, canciller de la República Federal de Alemania, una de las figuras claves del último cuarto del siglo XX.
Hasta que hice la pregunta maldita:
-"Fue el Euro el precio a pagar por la reunificación alemana"?
-"Sí. Yo había hablado con Francois Mittterrand..."
Y en ese momento, Maike Kohl-Richter, saltó de detrás de la cámara, se puso delante del objetivo y exclamó:
-"¡Bundeskanzler! ¿Qué estás diciendo? Tú siempre me has dicho a mí que eso no fue así...
A lo largo de la hora de entrevista Frau Kohl-Richter había interrumpido numerosas veces las respuestas de Kohl para hacer "precisiones". Evidentemente, Helmut Kohl, a sus 84 años, tenía lagunas de memoria. Oir ejemplo, cuando me dijo que la noche del 9 de Noviembre de 1989, que le pilló en Varsovia, volvió inmediatamente a Berlín, cuando en realidad, hizo una escala en Hamburgo para valorar la seguridad de aparecer en Berlín, en el balcón del Ayuntamiento de Schöneberg junto a Willy Brandt. Pero a mi me parecieron "lapsus" comprensibles en una persona de edad avanzada. La cabeza de Kohl funcionaba bien, a pesar de la impresión que daba su lengua estropajosa.
Maike Kohl-Richter nos había hecho saber que ella -y sólo ella- era la guardiana del legado del Canciller. Que no iba a permitir que se emitiera algo que pudiera suponer una mancha en su legado histórico. Y yo lo entendí en el sentido de que, si tenía algún lapsus de memoria como aquellos, era perfectamente legítimo evitarlo.
Pero aquello no parecía un "lapsus" de memoria. La afirmación de que "Sí, el Euro fue el precio que Alemania pagó por la reunificación" en boca de Helmut Kohl, en plena crisis existencial del Euro, con varios países al borde del rescate, hubiera sido una bomba política de primera magnitud.
Fuera de sí, Maike Kohl-Richter nos exigió en ese momento borrar todo lo que habíamos grabado. Todo. Desde el principio hasta el final. No saldríamos de aquella casa sin haber borrado todo delante de ella. Y si no lo hacíamos en ese preciso instante, las consecuencias serían gravísimas.
Maike Kohl-Richter se consideraba la guardiana del legado del "Bundeskanzler" para la historia y no iba a permitir eso.
Intenté tranquilizarla, decirle que no emitiríamos la respuesta, que podíamos volver a preguntar, que no podía hacernos aquello después de lo interesante que había sido la entrevista. Le prometí que le dejaría ver el programa antes de emitirse para que comprobara que no estaba aquella respuesta, pero que no podíamos borrar sólo aquella parte porque era un clip completo. Que podíamos hacerlo en la oficina, editando delante de ella. Por un momento me pareció que iba a acceder. Pero no. Volvió sobre sí misma y dijo que no se podía arriesgar a que algún día, años después, apareciera aquella respuesta en "en you tube" o en cualquier otro lado.
"No sé qué le pasa hoy", nos decía. Debe estar muy cansado. La entrevista se ha prolongado demasiado. LLevábamos ya cerca de 2 horas en su casa.
Nos propuso repetir la entrevista al día siguiente. Naturalmente, accedí aliviado. Después de lo que había pasado, ya sabía a lo que me arriesgaba.
Pero no podía renunciar a esa segunda oportunidad.
Al día siguiente volvimos a casa de Helmut Kohl y repetimos casi las mismas preguntas (yo no quería provocar la ira de Fran Kohl cambiando las preguntas). La entrevista fue un calco de la del día anterior. Kohl repetía las mismas respuestas (como si las tuviera aprendidas, como si las hubiera escrito varias veces), Frau Kohl interrumpía nuevamente algunas respuestas cuando observaba algún mínimo y nimio "lapsus", o cuando no estaba de acuerdo con la respuesta.
Cuando volví a hacer la pregunta, "¿Fue el Euro el precio que tuvo que pagar Alemania por la reunificación?" yo me esperaba una respuesta diferente. Pero la respuesta de Helmut Kohl, fue la misma.
-Sí. Yo había hablado con Francos Mitterrand...
Fin de la entrevista. Frau Kohl se puso delante de la cámara otra vez y le echó al gran Helmut Kohl, al Canciller de Reunificación, una bronca monumental. "Que eso no es lo que me has contado, lo que has escrito, lo que hemos hablado... Porque tú siempre has dicho que..."
Otra vez la orden fatídica: "¡Borren todo delante de mí inmediatamente o, si no, aténganse a las consecuencias!".
Yo sabía que Frau Kohl estaba preparando el último libro de memorias de Helmut Kohl, que presentó al año siguiente. Sabía que Heribert Swchan estaba a punto de publicar otro libro con conversaciones grabadas en cinta con Helmut Kohl y que Frau Kohl quería impedirlo por todos los medios. Schwan ha sido condenado a pagar 1 millón de Euros por no tener autorización para publicar esas cintas.
Sabía que los hijos de Helmut Kohl llevaban años denunciando que su padre estaba "secuestrado" por su segunda mujer.
De repente, todo me encajó.
Salí de casa de Helmut Kohl con una decepción profesional demoledora. Y no pude menos que sentir compasión de aquel gran hombre que yo había conocido como un amable anciano con altibajos intelectuales. Helmut Kohl, en su ancianidad, no era ya más que un gigante en silla de ruedas.
Me imaginé su vida en la plenitud política: entregado en cuerpo y alma (un cuerpo muy grande y un alma también muy grande) a la política. Pero que había olvidado a su familia, como denunciaban sus hijos. Me acordé de su primer mujer, Hannelore, violada por los rusos, con una extraña enfermedad de alergia a la luz del sol, con depresiones, que acabó suicidándose.
Ahora tenía delante de mí al gran, al todopoderoso, Helmut Kohl, "protegido", "cuidado", "mimado" "tutelado" por una mujer 34 años más joven que él, una de sus antiguas colaboradoras.
No he leído el último libro de Helmut Kohl. No me interesa.
P.D.-En algún disco duro debo tener la foto con Helmut Kohl ante el bloque del Muro de Berlín. No soy mitómano, pero intentaré encotrarla y guardarla. Al fin y al cabo, Helmut Kohl fue un gigante de la historia.