Adúlteras
En una civilización antropológicamente marcadqa por el machismo, ellas han llevado la lepra del repudio y la cólera pública hasta sus últimas consecuencias. Hoy son lapidadas en algunas partes de la tierra.
Lo he dicho en algún comentario anterior: los "ismos" me producen urticaria. La violencia de género que ejercen ellos es abominable. Cuando la fuerza se impone a la razón, caminamos en sentido inverso a la evolución. Pero también se me inflama la inteligencia cuando escucho arengas del tipo " ven con nosotras que, somos mujeres, nos entendemos", o si a alguien se le ocurre establecer "la cuota femenina" como si el talento, la valía y la aptitud hubiera que repartirlos entre ellas y ellos a partes iguales en un ejercicio de absurda justicia. De echo, en algunos lugares, si se echa una mirada alrededor y con una reflexión " políticamente incorrecta", se empiece a pensar en la necesidad de la "cuota masculina" para buscar el incoherente equilibrio de los cupos.
¿Por qué una adúltera es apedreada? No hay razónpara explicar eso que hoy ocurre áquí cerca y nos indigna. Antes sucedía aquí mismo. Las religiones tienen demasiado que ver con ello.
En una necrópolis del siglo XIII cerca de Livorno ( norte de Italia) ha aparecido un cadáver con clavos enla boca. Era una mujer. Adúltera, añaden algunos expertos que citan cómo en aquella època los textos del antiguo testamento eran tan conocidos como hoy las cancioens de Lady Gaga. En uno de sus pasajes se cita :" et sicuit in sexto ( remedio) clavis oris ponitur in arca cordis. Ahí se refiere a los clavos en la boca en relación con las faltas del sexto mandamiento.
No debemos medir esas actuaciones con los parámetros de hoy, dicen los científicos. Sin embargo, no dejan de ser unos hechos crueles realizados con saña y siempre sobre el ser físicamente más débil. Es un principio de los animales. Las cuotas son cosa de las personas. Hemos pasado de calificar de "buscona " a la que denunciaba abusos al linchamiento público al que es acusado sin necesidad de juicio.
La verdad os hará libres, decía San Juan. Pero, ¿qué verdad? ¿Hay una única? Mientras no sepamos responder a esa pregunta seguiremos poniendo cuotas a la vida como apósitos para curar una metástasis, actuando con saña contra el débil y reclamando absurdas uniones de género