La cuenta atrás...
jueves 12.jun.2014 por David Picazo 7 Comentarios
Tengo sobre la mesa Ritournelle de la faim, de Le Clézio. La novela que publicó en el 2008, cuando le dieron el Nobel de Literatura. Meses después, el 3 de enero del 2009, aterricé en París para incorporarme a esta Corresponsalía. Recuerdo que lo primero que tuve que cubrir fue un acto del ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, con su homóloga francesa, Rachida Dati. Y que, para sorpresa de muchos, aquella convocatoria suscitó gran interés entre los medios locales, al significar la primera comparecencia de Dati - símbolo de la integración y del aperturismo de entonces de Sarkozy - tras dar a luz y apenas disfrutar de baja maternal. Algo que suscitó no pocas críticas entre los defensores de los derechos de las mujeres.
Es decir, política y morbo... Puede servir como ejemplo de lo que en ocasiones ocurre en este país. Enfermos sexuales aparte como Dominique Strauss-Kahn, hemos tenido desde el idilio y boda de Nicolas Sarkozy con Carla Bruni, a los presuntos abusos de la debilidad mental de la millonaria Bettencourt, o los más recientes romances de Hollande con la periodista Valérie Trierweiler y la actriz Julie Gayet. Poder y amor que se entrecruzan en las noches de París: Francia es así...
De los antes citados, no queda ninguno. Con la excepción de François Hollande, que 2 años después de su victoria sabe perfectamente que no saldrá reelegido. En mi caso, también ha empezado la cuenta atrás... El 30 de junio vuelvo a Madrid, después de 5 años y medio en los que he disfrutado tanto de Sarkozy como de Hollande, la verdad. Aunque sobre todo de una ciudad dura a veces, competitiva siempre, pero con la que te reconcilias irremediablemente cada vez que sale el sol. Esos días, con el cielo azul, he tenido la sensación de encontrarme en la ciudad más maravillosa del mundo. Esos días, no me ha extrañado que los parisinos se sientan el ombligo del mundo. Esos días, lo único que he lamentado es que sean a la vez un poquito snobs...
El libro de Le Clézio nos lleva al París ocupado, a un París que - como otras grandes ciudades, y de manera más o menos desordenada - apenas ha cambiado desde sus orígenes. Ése es quizá uno de los mayores problemas de este país: sus dificultades para actualizarse, para moverse, para reformarlo. Sin embargo, al mismo tiempo, y sin querer ser una incongruencia, es una de sus mejores señas de identidad: la revolución inscrita en el ADN de los franceses, su resistencia, su a veces exagerada insatisfacción... su orgullo por ser como son, sin querer que nadie les cambie...
Y sobre algo muy manido, créanme: de verdad, los españoles les caemos bien... De acuerdo, vale, no quiero ponerme sentimental ni pesado, lo sé... Perdón... ¡y gracias!