Home, sweet home

    jueves 1.oct.2015    por Carolina Jaque    0 Comentarios

Después de más de cinco meses viviendo en casa ajena gracias a la caridad familiar, ayer, por fin, ¡¡¡entramos en nuestra casa!!! ¡Qué momento!

Hace seis años que nos mudamos a esa casa, éramos dos. Casi dos años después salimos de ella rumbo al extranjero, dos adultos, decididos a vivir la experiencia, y un pequeño, al que nadie le había preguntado. Hoy, somos cuatro. No sólo hemos cambiado nosotros, también la casa, por la que los años no han pasado, ni mucho menos, en balde. Pero, por muy machacada que esté, es la nuestra. Es la encimera que elegimos después de mucho debatir sobre mármol, silestone, madera..., es la campana que  ralló la chica que cuidaba de nuestro bebé, la habitación que coloreamos con gotas de pintura, ilusionados, es el pasillo que pintamos como pudimos...

Y en ella estamos, de nuevo. Por fin volveremos a sentarnos en nuestro sofá, a comer en esa mesa que tanto nos  gusta, a plantar hierbas en la pequeña terracita... ¡Qué ganas!

Y que ganas de que lleguen nuestras cosas, y que los niños vuelvan a vivir ese momento genial que es para ellos la mudanza. ¿Se acordarán de todo lo que tienen después de cinco meses? Las bicicletas, los legos, los puzzles, los libros, el ajedrez... Creo que ni siquiera yo me acuerdo de todo. Hace, además, un año y medio que guardamos en cajas nuestra ropa de invierno. Redescubriremos gorros, bufandas, calcetines... Creo que voy incluso a desear que llegue el frío para ponérmelo todo. 

Eso sí, tenemos por delante unos días de muchísimo trabajo: desempaquetar, lavar, ordenar, comprar lo que falte, tirar lo que sobre...  Ains, qué emoción. Creo que ya lo he comentado alguna vez, pero soy muy emotiva con las cosas y, aún más, con los espacios. Por eso para mi volver a casa no es sólo recuperar un lugar para nosotros, la privacidad, las cosas... es reencontrarme con un momento de mi vida distinto, en el que veía las cosas de otra manera, tenía menos experiencia, pero precisamente esa inexperiencia conservaba mejor mi optimismo. Y a ese optimismo espero poder entregarme en los próximos meses y, por qué no, años. 

Por ahora a remangarse, que ha llegado el momento de currar. Optimismo, emoción, felicidad, energía, no me abandonéis en los próximos días. Nervios, tristezas, iras, sabed que no sois bien acogidos en nuestro nuevo hogar. Podéis haceros presentes, pero no monopolizarlo ¿está clarito?

Carolina Jaque    1.oct.2015 14:56    

Ulm, wir kommen!!!

    miércoles 24.jun.2015    por Carolina Jaque    1 Comentarios

Estoy emocionada. Después de 10 meses, vamos a volver a Alemania, esta vez, de visita, y me muero de ganas. Tengo ganas de ver a la gente, de comer salchichas y Bretzel, de pasear por la plaza de la catedral (y quizá por fin subir hasta arriba del todo. Más de dos años y medio viviendo allí y no encontré el día. A ver si ahora en una semana se alinean los astros).

Como ya ha quedado constatado, soy un poco sentimental. El tema es que, además de serlo con las personas, lo soy con los lugares. Dos años después de terminar mi Erasmus en Florencia, volví a esa maravillosa ciudad a visitar a unos amigos. Al cruzar el Arno y ver el Ponte Vecchio en la distancia, me puse a llorar como una tonta. Y lo mismo me pasa con los comienzos, me gusta pensar en cómo será mi vida por esas calles que piso por primera vez.

Estoy segura de que me emocionaré al recorrer el Fischerviertel, el barrio de los pescadores, al pasear por el Friedrichsau, un parque a orillas del Danubio, o al sentarme tranquilamente en uno de los lagos (a ver si el clima lo permite) que tantísimo eché de menos en Manila. Y es que, me emociono al ver lugares donde he sido feliz. Recuerdo ahora la letra de esa canción: "En Macondo comprendí, que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver..." A mi me encanta volver, aunque sé que me emocionaré al recordar lo vivido, al ver a los amigos, cómo han cambiado sus vidas...

Me parece que fue ayer cundo comimos con un amigo en un restaurante griego de la ciudad el día antes de irnos, cuando fui a visitar a una amiga que acababa de tener un bebé al que pude conocer de milagro, cuando hicimos nuestra comida de despedida, cuando no pudimos decir adiós en el marco de la puerta porque nos quedamos sin voz...

Me costó mucho, muchísimo, irme de Ulm. Y aunque sé que volver de visita no tiene nada que ver, me gusta pensar que existe la posibilidad de mantener el vínculo, de hacer que nuestros hijos no se olviden del todo del nombre de los otros, del idioma, y de todas esas cosas que conforman el estilo de vida de Alemania y del que nos llevamos un cachito. Recuerdo cómo me sorprendió que los niños por merienda tomaran esos lazos de pan como si fueran lo más rico del mundo y cómo acabó por ser lo mejor que podía subir a casa del supermercado, cómo me encantaba que los niños se llenaran de barro hasta las cejas y salieran de casa a jugar hiciera el tiempo que hiciera. Creo que ya he comentado alguna vez que vivir en distintos lugares para mí significa llevarte algo de cada uno de ellos, echarlo en falta, intentar incorporarlo a tu vida. Creo que cuando conoces distintos sitios, formas diferentes de hacer las cosas, es imposible que alguna te convenza al 100%.

Pues bien, Ulm, allá vamos. El primer fin de semana nos daremos un baño de amistades, y después durante la semana mis hijos volverán a la guardería a la que iban, para ver a sus amigos (y a un montón de niños nuevos), a sus profes, y para recordar ese idioma del demonio que durante un tiempo fue su segunda lengua. Yo me dedicaré a ver a la gente, a pasear... No sé, ya os contaré a la vuelta. Bis dann.

Carolina Jaque   24.jun.2015 23:49    

Camino al cole

    viernes 19.jun.2015    por Carolina Jaque    0 Comentarios

En las últimas semanas en Madrid me cruzo por las mañanas con muchos niños que van al cole. Algunos tendrán unos 12 años y muchos van con hermanos o vecinos (no me he parado a preguntarles la relación que los une), pero todos van con padres. Y no me refiero a niños que van en coche porque sus padres siguen después camino del  trabajo en automóvil, sino a chicos que parece que van andando desde casa (tampoco les pregunto dónde viven), y que, como mucho, cruzan algún cruce grande y varias entradas de garaje.

¿Y qué? Pensaréis algunos. Pues que eso no pasa en Ulm, y a mí me ha chocado mucho verlo aquí en Madrid. Por supuesto que en Manila ningún niño extranjero va solo al cole. Los que van andando van acompañados por padres o yayas y los que viven más lejos, o los días que llueve, o cuando hace mucho calor, pues van en coche. Pero no sé, yo pensaba que aquí en Madrid, si vivías cerca, podías ir andando al cole desde bastante pequeño. En Ulm yo creo que desde los 7 años van en grupitos de amigos, así que capaces son, porque los niños alemanes no son más listos que los nuestros. ¿No ocurre aquí porque esto es Madrid y no Ulm? ¿Es Madrid una ciudad insegura? Probablemente en comparación con Ulm, sí, claro.  ¿Cómo es en otras ciudades de España? ¿Es cuestión de falta de costumbre?

Me surgen muchas preguntas, pero sobretodo me surge un sentimiento: "me gusta más en Ulm". Me gusta que los niños vayan con amigos al cole, que tengan esa autonomía. No sé, quizá luego cuando llegue el momento cambio de idea y prefiero llevarles yo si puedo (eso con los niños pasa mucho, te hartas de opinar para después tener que tragarte tus propias palabras), pero hoy por hoy, pongo un punto positivo (y tiene muchos más) a la vida en Ulm por este motivo. No sé si he comentado que echo mucho de menos esa ciudad...

Por cierto, hoy es el último día de cole en España, así que, felices vacaciones a los escolares y ánimo con los encajes de bolillos para atender a los niños a los padres.

Carolina Jaque   19.jun.2015 10:08    

Las vueltas que da la vida

    martes 16.jun.2015    por Carolina Jaque    4 Comentarios

Mi vida, nuestra vida, ha pegado un vuelco de 360 grados en los dos últimos meses​. De pleno verano en Manila, recién llegados de un maravilloso viaje a Japón en Semana Santa, a plena primavera en Madrid, a nuestro hogar sin hogar. Después de varias semanas sin escribir, m​is siguientes entradas en el blog iban a ser un balance después de seis meses viviendo en Filipinas y las impresiones de esa visita al país del sol naciente. Ahora, escribo sobre los sentimientos al ver cómo los planes se desmoronan, sobre cómo es eso de asentar​t​e en tu ciudad y sobre ​el gusto de ​estar rodeado de la gente de siempre.
 
 Por circunstancias de la vida, tres días después de volver de Japón y con la ropa recién salida de la lavadora, me encuentro haciendo de nuevo las maletas para irnos, en principio un par de semanas, a España.
 
 Tanto Madrid como Málaga nos dieron la mejor acogida, la familia, los amigos, pero también las ciudades, nos dedicaron sus mejores sonrisas, nos abrieron los brazos. Es genial sentirse tan querido, ver que todo el mundo se alegra tanto de verte, pasear por el Retiro... Las dos primeras semanas fueron frenéticas, como siempre que haces una visita a tu ciudad. Intentas ver a todo el mundo, salir mucho, contarte muchas cosas... En esos días piensas en lo positivo que tiene vivir en España, valoras la existencia de parques, poder conducir tranquilamente, escuchar música en la radio. Pero por encima de todo valoras tener a la gente cerca.
 
 Después, nos dimos cuenta de que existía la posibilidad de que no volviéramos a la ruidosa, contaminada, húmeda, calurosa, llena de sonrisas​,​ de amigos y​ de planes Manila. Poco a poco empezamos a asumir que no volveríamos a casa. 
 
 Fue un bajón. No por la vuelta a Madrid, sino por la ruptura tan abrupta con Manila. Después de la adaptación, que no fue fácil, una vez con el inglés dominado, con todo puesto en marcha, con una vida​ construida​ allí, toca decir adiós. No, peor aún, ni siquiera hemos tenido la oportunidad de decir adiós, de dar besos y abrazos, de llorar al despedirnos de los amigos y de las profes, de hacer una fiesta, de cerrar la puerta de casa sabiendo que no volveríamos a abrirla. Nosotros, acostumbrados a buscar, ​a ​decidir y ​a ​planear, nos hemos visto empujados por las circunstancias a improvisar.
 
 Una vez más, ocho meses des​pués, volvemos a estar en precario​, con lo que nos cabía en dos maletas grandes y una de mano, lo que pensamos que necesitaríamos para dos semanas, no dos meses​. Por supuesto, no nos podemos quejar. Tenemos a la familia, que nos ha acogido en su casa, a los amigos, ​que nos hacen sentir que nunca nos hemos ido, ​que nos han dejado colchones, juguetes, ropa... Pero ahora que el calor ya aprieta, echo de menos mis sandalias, los niños sus bicis, sus pelis, sus libros... Por supuesto no es eso lo que hace que se me salten las lágrimas, sino pensar en la gente que he dejado allí, esa misma gente que, pese a que me conocía de sólo unos meses, se volcó conmigo en los momentos de bajón, ​se alegraba de haberme conocido, me escuchaban con paciencia ya fuera en inglés, alemán o italiano. Y hacía falta muuucha paciencia, eso seguro. 
 
 Pero de todo se aprende y todo es una experiencia. A partir de ahora espero poder seguir contando
​ en este blog​ cómo es esto de asentarte en tu ciudad, qué se echa de menos y qué se tiene de más, aparte de recuperar temas que se me quedaron en el tintero. Desde Madrid pienso seguir "haciendo el mundo pequeño".​

Carolina Jaque   16.jun.2015 11:11    

Cruce de culturas

    jueves 26.feb.2015    por Carolina Jaque    0 Comentarios

Miércoles pasado, 7 de la mañana, cientos de personas se dirigen a sus trabajos con marcas de ceniza en la frente. En sus mentes, cómo van a celebrar esa noche y al día siguiente el año nuevo chino. Nosotros nos unimos a esas celebraciones y pasamos la “resaca” con currywurst y spätzle. Esto es Manila, un cruce de culturas.

Manila es una ciudad en la que la mezcla es la nota dominante, no sólo hay personas muy ricas viviendo cerca de otras muy pobres, sino también cristianos que hablan mandarín y alemanes que disfrutan de sus platos típicos a 27 grados en pleno febrero. Esta es, al menos, la ciudad que estamos conociendo.

El miércoles pasado era miércoles de ceniza y era difícil no darse cuenta. En un país con un 90% de católicos, a las siete de la mañana ya eran muchos lo que habían cumplido con su compromiso del inicio de la Cuaresma. ¡Cómo me acordé de mi infancia y de los miércoles de ceniza en el cole! Pero lo curioso es que esas personas estaban muy ocupadas planeando el año nuevo chino, que se celebraba esa misma noche y al día siguiente. No sé que pensará la iglesia de iniciar la Cuaresma con desfiles por la calle, bailes de dragones y mucha, pero que mucha comida, a mi me encanta pensar que los calendarios de ambas culturas coinciden en una mezcla tan extraña.

Cartel Chinatown

El año nuevo chino no nos lo podíamos perder, claro que no. Y, como todavía estamos un poco locos o somos un poco soñadores, o inconscientes o llámalo x, nos fuimos a Chinatown a celebrar el año nuevo chino. Dejando a un lado las dos horas y media que tardamos en llegar y aparcar el coche, más la parada de la policía porque habíamos hecho un cambio de sentido antirreglamentario, más la hora y media que tardamos en volver, la experiencia estuvo bien. Vimos la cabalgata, algún que otro dragón bailando, uno era kilométrico, y comimos en un restaurante de Chinatown junto a cientos de personas. Una curiosidad, había decenas de familias allí, se notaba que se habían juntado para celebrar el año nuevo, porque estaban desde los abuelos hasta los nietos, y sin embargo, casi todos comían con cuchara y tenedor (aquí el cuchillo no se usa en la mesa porque se considera un arma). No sé, me sorprendió. En España es habitual tratar de comer con palillos en un restaurante chino, pero los descendientes chinos en Manila no parecen verlo tan importante.

Dragon chinatown

Por cierto, que nadie imagine una cabalgata como la de los Reyes Magos en Madrid, ni como nada que se pueda ver en Europa organizado por un ayuntamiento con presupuesto. Esto era más bien, como una fiesta de barrio, donde los niños de la calle con cajas en la cabeza y telas colgando congregaban a casi tanta gente como los dragones de colores que bailaban al ritmo de los tambores. De nuevo, la mezcla, niños descalzos y otros con calzado caro, todos tratando de conseguir unas gafas de cartulina con forma de cabra y unos caramelos. Había para todos.

Tras una hora y media de camino de vuelta llegamos a casa tardísimo y agotados. Como le dije a unos amigos, el año nuevo chino en Chinatown en Manila, hecho, podemos cruzar esa casilla como “actividad realizada”, no creo repitamos, aunque no me arrepiento en absoluto.

Colgantes chinos

(Atención al detalle. Las imágenes de estos "colgantes" chinos son santos católicos.)

 

Y para compensar, el fin de semana lo pasamos casi sin coger el coche (para conseguir una media decente de una hora en coche al día), así que nos dedicamos a pasear por nuestro barrio, uno de los pocos barrios, si no el único, donde se puede pasear tranquilamente por unas aceras anchas casi en perfecto estado. Y fue paseando por High Street donde encontramos una feria de Alemania.

Fiesta alemana

¡Sí señor! Currywurst y Spätle, cuyas fotos enviamos a todos los amigos porque eso había que compartirlo.

Currywurst

Fue una tarde de morriña acompañados por un amigo medio austriaco y medio español a quien supongo que estar sentado en un banco de madera con una jarra de cerveza en la mano también le traía buenos recuerdos, y de unos amigos indios que, no sé si han estado en Alemania, pero saben apreciar una buena cerveza y un plan agradable. Mientras, los niños se subían a un camión que aparentaban conducir a modo de juego. Se lo pasaron pipa haciendo que dormían después de un largo día en la carretera. Yo, con mi mentalidad europea, me apuraba porque pusieran los pies encima de la colchoneta, o tocaran la palanca de cambios, los filipinos, sonreían.

Y este próximo fin de semana, fiesta británica. No será tan emotivo, pero le daremos una oportunidad.

Carolina Jaque   26.feb.2015 04:55    

Aprendiendo "tagalo": helper, driver, maid, cooker...

    lunes 2.feb.2015    por Carolina Jaque    0 Comentarios

En mi casa siempre ha habido chica, alguien que venía una o dos veces por semana algunas horas a echar una mano con la limpieza sobretodo, y a lo mejor con la plancha. Pero esto... esto es alucinante.

La mano de obra en Filipinas es muy barata, y es posible tener a alguien 40 horas a la semana o más por unos 230 euros, menos si está interna (al fin y al cabo le estás dando un sitio para dormir, aunque las pobres trabajan como mulas).

El caso es que cuando llegamos, preguntamos por alguien que pudiera venir algunas horas a limpiar. La de la inmobiliaria nos presentó a su hermana, y hemos estado con ella hasta ahora. De los dos niños que tenía el día que la entrevistamos, le han salido en este tiempo dos más de la chistera. El último, de padre americano, así que a la chica le ha tocado la lotería si se puede decir, y se va a Estados Unidos con el mozo (de 65 años) y con la pequeñita (de dos años). A los otros tres los deja aquí. A mi me dio un vuelco el corazón cuando me enteré de que dejaba atrás a tres hijos de padre filipino del que no se sabe nada hace años, ahora parece que me estoy acostumbrando a las historias de este tipo, tan habituales por estos lares. Los niños de padre filipino no pueden vivir en Estados Unidos, y ella les puede mandar dinero desde allí y ayudarles. Pero vamos, que esta es una historia, otra es que la primera mujer de un driver le pide que vuelva porque no tiene dinero. Él ya tiene otra familia, pero el divorcio aquí es ilegal, así que nada de pensiones o acuerdos o juicios. Más, una helper pierde el trabajo porque su hermana (que trabajaba antes como helper en la misma casa) se ha liado con el señorito y el señorito no quiere tener de muchacha a la hermana de su novia. Madres solteras, familiares dependientes... Es una telenovela continua. 

Desde que estoy aquí la gente me dice que acabaré teniendo interna, que eso de nuestra intimidad, que los niños pongan y quiten la mesa, de ser yo la que vaya con ellos a la zona de juegos aunque no me apetezca nada, se me acabará pasando. Dicen que sucumbiré a la tentación de tener a alguien todo el día a tu disposición por poco dinero.

La verdad es que no lo creo, sobretodo porque ya me parece bastante lo que tengo ahora. Sentarnos después de acostar a los niños en el sofá sin tener que poner lavadoras, tender o recoger ropa, poner el lavavajillas o recogerlo, es un lujo asiático, y nunca mejor dicho. Dedicar los fines de semana a estar juntos sin perder toda una mañana en ir a comprar o  en hacer la comida, también está fenomenal. Ahora, de ahí a tener una helper para limpiar la casa, una cooker para que haga la comida en el momento, y maid para que cuide a los niños (una por niño incluso) hay un trecho. Pensar en estar por la noche en casa y que alguien ande por aquí, que recojan todo lo que tú ensucias (incluso una patata que se le cae a un niño al suelo), que se encarguen de bajar a los niños abajo mientras tú te tomas un café, me parece un exceso y un riesgo, el de acostumbrarte (aunque ya bastante es acostumbrarte a no poner lavadoras, eso es verdad). Lo del driver es otro tema, porque aunque no me gusta nada que me lleven de un sitio a otro ni tener a alguien metido en el coche cuando voy con los enanos, la opción B de tener dos coches es mucho más cara, y la de moverme sólo en taxi muy poco práctica. Por otro lado, el servicio doméstico será muy barato, pero al final sale a un pico tener a todas esas personas trabajando para ti.

Por ahora nos quedamos con la opción de una chica para todo que viene entre semana y lleva la casa, que me parece más que suficiente, vamos. Ni en España ni en Alemania soñaríamos con algo así. Por cierto que muchas de las alemanas que conozco por aquí no tienen más que una helper que va una o dos veces por semana a limpiar la casa, ellas se encargan de los niños, de comprar, de cocinar y de fregar los platos (aquí el lavavajillas no existe, “para eso está la helper”). Las alemanas no dejan de ser súper-mamás ni en el extranjero, ni aunque salga baratito.

Pero entre la súper mamá-ama de casa y yo no es que haya un trecho, es que hay un abismo, así que aquí estoy, buscando chica. Y se me da fatal, por supuesto. No sé qué preguntarles, no sé qué contarles, no me gusta decirles lo que tienen que hacer, ni cómo, ni cuándo… No sé si me están mintiendo o no en la entrevista, ni si la persona que me las ha recomendado  tiene las mismas necesidades que yo… Es una posición en la que no me gusta estar. Al final, me guío por el instinto. Y a ver si me ha funcionado. Esta semana debería empezar una chica nueva. Crucemos los dedos, porque también son habituales las historias de gente que cambia de helper o maid cada dos por tres porque un día de repente no aparecen, piden permiso para ir a su provincia y no vuelven (por supuesto no avisan), etc. 

Carolina Jaque    2.feb.2015 04:49    

De puente a Tailandia

    miércoles 21.ene.2015    por Carolina Jaque    0 Comentarios

Martes pasado, 21:30, aeropuerto de Manila. Tenemos tres días festivos decretados por la visita del Papa, lo que se convierte en cinco días libres sin necesidad de gastar vacaciones y… ¡Nos vamos a Tailandia!

En el aeropuerto tenía una sensación alucinante. “¡Me estoy yendo a Bangkok!, como el que se va a pasar un puente a, no sé, Londres como mucho. ¡Tailandia! Uno de esos destinos a los que la gente se va de luna de miel o en el viaje del año. Así, a tres horitas de avión. “Sí, Carola”, pensé acto seguido, “vives al otro lado del mundo, en el sudeste asiático, por si no te habías dado cuenta”. Un sudeste asiático que me he propuesto conocer en la medida de lo posible. Tailandia, el primer destino.

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Primeras impresiones:

1.-Bangkok no es una ciudad tan pobre como Manila, ni desde el taxi del aeropuerto al apartamento ni paseando por las calles del centro se ve la pobreza que se ve en Manila. ¿Será porque aquí está más oculta? Un poco de búsqueda y compruebo que el PIB per cápita de Tailandia es más del doble que el de Filipinas.

2.- Los tailandeses son incluso más amables que los filipinos. En los dos primeros días en Bangkok al menos cuatro personas se pararon a ayudarnos cuando sacamos el mapa. Aunque al principio yo era un poco reacia por eso de pensar que intentarían sacar tajada, en seguida distingues quien se acerca a ayudarte y quien a venderte. Y son muchos los que se acercan a ayudarte.

3.- ¿A los niños asiáticos en Occidente les hacemos tantas muecas? Pobrecitos míos, no paraban de saludarles, intentar cogerles de la mano e incluso en brazos y tratar de hacerles fotos. Habrá niños a los que les encante, pero los míos estaban abrumados con tanta atención.

 4.- No estás en tu ciudad, eres un guiri. Si bien las personas que se acercan a ayudarte son muchas, son muchas más las que intentan venderte un tour o llevarte a algún sitio en tuc tuc. Al fin y al cabo, como he comentado otras veces, no hay forma de ocultar que eres turista (aunque creo que la cara de despistados y el mapa en la mano nos delatarían en Zamora también). Pero lo malo es la sensación (más que eso, la situación real) de que te intentan timar con mucha frecuencia o, al menos, de que pagas más (el doble o el triple) por las cosas. Y no me refiero ya a los templos, donde los precios son distintos para los extranjeros, sino a todo: en el taxi hay que estar con mil ojos para que pongan el taxímetro y si hay mucho tráfico o vas lejos se niegan a ponerlo y te toca negociar, la fruta y la comida en los puestos… No sé, entiendo que la diferencia pueden ser 20 céntimos de euro, que a nosotros no nos cambia nada, pero aún así. De todas formas, estoy segura de que el país ha hecho un esfuerzo en ese sentido, porque en muchas ocasiones ponen el taxímetro directamente o ves los precios escritos en cartelitos o pizarras, lo cual te da mucha sensación de alivio. Lo turístico es muy caro, pero de eso viven. Moverte como local, en la medida de lo posible, en su transporte y en sus restaurantes o puestos en la calle es barato, lógicamente porque si no no podrían vivir. En ese sentido es curioso que he pagado por comer fuera mucho menos de lo que pago en Manila, porque aquí estoy rodeada de cadenas, restaurantes con comida importada o simplemente en zonas ricas de la ciudad donde los precios son mas europeos que filipinos.

5.- ¡Turismo, puf qué pereza!, considero que viajo bastante, al menos para ser una persona que vive en una ciudad fija, tiene un número de días de vacaciones al año y suele emplear bastantes de ellos en visitar a la familia. Pues odio hacer turismo y estar en sitios turísticos. Sé que suena engreído y lo es. Los templos de Tailandia son una maravilla y, por lo tanto, personas de todo el mundo vienen a visitarlos. Si quieres estar sola, no puedes irte a una ciudad que visitan cada año 16 millones de personas, amiga. Es verdad, pero parece que se me olvida. Cuando llego a las colas para comprar los tickets, rodeadas de puestecitos donde se vende lo que sea, cuando subo las escaleras de un templo despacito porque formo parte de una inmensa fila de gente que sube al mismo ritmo y que lucha por hacerse fotos en las que salga la menor cantidad de gente alrededor posible, siempre pienso: “Puf ¿de verdad es tan bonito para que me merezca la pena?” Y sí, lo es.

Aunque este no es un blog de viajes, tendré que contar un poquito como ha sido, más que nada, porque si no reviento.

Bangkok.

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- Templos. En la capital hemos visitado algunos de los templos más famosos: Wat Arun, Wat Po y Wat Phra Kaew y el Gran Palacio Real. Son seguramente los más bonitos. Eso sí, en la ciudad hay otros no tan turísticos que son mejores para ver la devoción de los tailandeses por Buda, cómo muestran sus respetos, hacen ofrendas, etc.

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- Chinatown. Genial. Es de agradecer salir por un rato de la zona de fotos y adentrarte en un barrio que, aunque seguro que es muy visitado por turistas, mantiene su ritmo de vida y no es sólo un photocall. Genial la mezcla de humo de unos puestos y otros, la mezcla de comida de una procedencia y otra y el bullicio. ¿Se parecerá en algo China a esto? ¡Qué ganas de ir a China!

- Barrio de mochileros. El barrio es, cuanto menos, curioso, pero podría estar en Bangkok o en cualquier otra ciudad. Mis sensaciones allí fueron extrañas. Al principio me horrorizó ver tantísimo occidental y tantísimo puesto y negocio para ellos (para nosotros quiero decir), pero después pensé que tenía su encanto porque también forma parte del Bangkok actual. La capital de Tailandia es una ciudad muy turística y eso también ha modificado la ciudad, ha creado espacios que forman parte de su esencia hoy, como los sitios de kebabs, locutorios y carnicerías halal de Lavapiés forman parte de Madrid. Aún así, me quedó un sabor agridulce de la visita.

- Parque de Lumpini. Intentamos aunar las necesidades de dos de los miembros del grupo con una incursión a la zona moderna de la ciudad para los otros miembros. Creo que los más pequeños se llevaron un buen rato de diversión y los mayores un poco de descanso. ¿La zona moderna? Queda en el “por conocer”.

Recomendación. Moverse en barco por el río cuando sea posible para evitar el tráfico. Hay barcos de línea que cubren un trayecto muy parecido al del barco turístico, aunque sin explicaciones en inglés, mucho más llenos (con las dudas sobre seguridad que eso conlleva) y mucho más baratos. It’s up to you.

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Ayutthaya. 

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 La antigua capital del país, totalmente destruida por los birmanos, está a una hora de Bangkok aproximadamente. Decidimos hacer una excursión de un día y la verdad es que merece la pena, aunque el viaje fue relámpago y me hubiera gustado verlo con más tranquilidad. El parque histórico donde están algunas de las ruinas es un lugar perfecto para dar un paseo en bici y tomarse la visita con calma. Después hay un par de templos más a visitar en otras partes de la ciudad moderna a los que se llega en tuc tuc o taxi sin mucho problema. ¡A negociar!

 

Chian Mai.

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Si creía que Bangkok era turístico, eso es porque no había visitado todavía Chian Mai. Es difícil decir si recomendaría esta ciudad. Tiene un centro cuadrado claramente delimitado por una muralla y un foso que es muy manejable tanto andando como en bici (la bici la recomiendo para padres con niños pequeños, porque es una forma rápida de moverte que permite a los niños ir descansando y entretenidos y a ti dejar de cargar con ellos a hombros). Chian Mai está lleno de templos maravillosos, de restaurantes de comida extranjera, de cafeterías con aire occidental, de motos, bicis y tuc tucs, de monjes, de turistas, y de agencias de viajes. Se echan en falta: más puestecitos de comida en la calle y más tailandeses. Es curioso porque en Europa el centro de una ciudad así sería bonito, estaría cuidado, con las casas del mismo color y estilo, etc. Esto es Asia. La ciudad en sí no es bonita, pero los templos son maravillosos. Hay tantos que, excepto en los dos o tres más turísticos, es fácil ver a monjes leyendo, instruyendo a sus alumnos o hablando con turistas. Y, por supuesto, en todas partes se ve a tailandeses haciendo sus ofrendas y mostrando sus respetos a Buda. Muy bonito el templo que está en lo alto de un monte a unos 12 kilómetros de la ciudad. Eso sí, en nuestro quinto día en Tailandia estábamos totalmente saturados de templos, Budas, inciensos y hasta el gorro de quitarnos los zapatos cada dos por tres. Por cierto que en este templo vimos a unas niñas vestidas con el traje típico de las tribus del norte pidiendo dinero para dejarse hacer fotos y enfadándose cuando no se lo daban. Lógicamente ese se ha convertido seguramente en una de sus principales fuentes de ingresos, y es lógico, pero me pareció, por un lado una forma de trabajo infantil (era domingo, no habría escuela, pero seguramente pasaron en las escaleras del templo todo el día), y por otro lado,  una pena que las tradiciones de los pueblos se queden para el turismo. Seguramente sólo es posible conocer esas formas de vida si uno se adentra en el norte, alquila un coche o una moto y se pierde por las carreteras para llegar a dónde no llegan otros extranjeros. ¿Qué me encantaría? Claro, como a muchísima gente, por eso los pueblos más cercanos a la civilización son tan visitados y se acaban convirtiendo en una especie de espectáculo para el guiri. Me alegré de no haber ido a visitar alguno de los poblados que están cerca de Chian Mai. 

En esta ciudad recomiendo los puestos en la calle de los mercados nocturnos. ¿Los mercados en sí? Pues no sé, curiosos, pero no muy distintos al Rastro diría yo. Pero los puestecillos de comida, geniales. 

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Conclusión. Me ha encantado el viaje, conocer un poquito de Tailandia, hartarme de mango sticky rice y tener un primer contacto con el budismo. Y, como siempre pasa después de un buen viaje, ya estamos pensando en los siguientes. ¡Tiembla Asia!

Carolina Jaque   21.ene.2015 07:49    

¡Viene el Papa!

    martes 13.ene.2015    por Carolina Jaque    0 Comentarios

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El tercer país con mayor número de católicos después de Brasil y Méjico está a punto de recibir la visita del Papa. Se esperan al menos 6 millones de personas, en una ciudad con entre 12 y 15 millones de habitantes según la fuente que consultes.

El reto para las autoridades del país es considerable. Por un lado está la seguridad del pontífice, existen todavía facciones islamistas en el sur del país y todos guardan en la memoria el plan para atentar contra Juan Pablo II desmantelado por la policía en su visita en 1995. Se ha decretado el estado de máxima alerta, unos 40.000 soldados y policías vigilarán la ciudad, armados con, entre otras cosas, ¡pañales para adultos para no tener que dejar su puesto ni un segundo! (sin comentarios). Por otro lado, está el riesgo de avalanchas, que puede comprometer la seguridad del pontífice y que casi seguro que compromete la seguridad de los asistentes (que también son hijos de Dios ¿no?).

En las ocasiones en que he acudido a actos multitudinarios, ya sea por trabajo o por locura colectiva, en ciudades como Madrid, Londres o Nueva York, las medidas de seguridad para hacer frente a posibles avalanchas, a la necesidad de evacuar a personas con problemas de salud, para abastecer a los asistentes con lo imprescindible (servicios públicos, lugar donde dormir, hospitales de campaña, agua…) eran increíbles. Quiero pensar que aquí también van a garantizar todo eso. Y no quiero que parezca que confío menos en los filipinos que en los españoles, ingleses o norteamericanos, pero esta ciudad es muy difícil de manejar. Con un tráfico horrible, grandes cantidades de gente por cualquier parte (como digo, entre 12 y 15 millones de habitantes), bastante caos de manera natural, y un fervor religioso que se hace notar en cualquier rincón (hasta los jeepneys llevan escritos mensajes religiosos) no es fácil imaginarse en Manila un paseo del Papa sin daños colaterales.

Recuerdo la visita del Papa Benedicto XVI a Madrid en 2011 con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud. La cantidad de gente era impresionante, el despliegue para asegurar la seguridad (valga la redundancia) no sólo del pontífice sino de los asistentes era brutal. Tengo en la memoria la imagen de Cuatro Vientos el día de la Misa y despedida, aquel recinto llenísimo de gente con áreas claramente marcadas de las que no podías salir para evitar avalanchas, los hospitales de campaña, los servicios. Miles de jóvenes, grupos de religiosos y religiosas y familias enteras habían pasado allí la noche. Pero había entre un millón y medio y dos millones, ¡aquí hablan de seis millones! Afortunadamente aquí no hará tanto calor, y las iglesias filipinas están bien organizadas por lo que me han dicho, así que espero que sean unas jornadas festivas en las que todo el mundo disfrute de la visita del Papa.

Para nosotros también lo van a ser. Se han decretado festivos estos cinco días, supongo que para evitar desplazamientos e intentar reducir el caos de la ciudad. La gente que no piensa ir a ver al Papa tampoco piensa moverse mucho de su zona ni, mucho menos, acercarse al centro. Por supuesto está el debate del coste que supone para las empresas tener que dar a los empleados jueves, viernes y lunes de fiesta, las pérdidas económicas y de productividad que eso conlleva. Pero yo ya me preocuparé de eso cuando sea empresaria. Ahora por el momento, ¡me voy de vacaciones! Gracias Papa Francisco y gobierno filipino por este regalito. Sólo espero que no me afecten las anulaciones en los vuelos y los cortes del espacio aéreo que se van a decretar los días que el pontífice use el aeropuerto.

Bangkok ¡allá vamos!

Por cierto que de camino al aeropuerto hemos visto a cientos de policías a los lados de la carretera. Dos días antes y ya están allí, algunos sentados, otros comprando comida, otros charlando, muchos tapados con pañuelos para evitar respirar tanto humo. No queda muy claro si vigilan a los cientos de vehículos que pasan ante ellos y les miran con curiosidad o si sin fans que han ido a coger sitio.

Carolina Jaque   13.ene.2015 15:10    

Navidades filipinas I: Manila

    lunes 12.ene.2015    por Carolina Jaque    1 Comentarios

Las Navidades han sido geniales puedo decir. Hemos hecho un montón de cosas diferentes y, después de tres meses viviendo aquí, creo que estas tres semanas han sido como un curso intensivo sobre el país, sobre algunas zonas, claro.

Después de mucho pensar, he decidido empezar esta serie de entradas por el final: los días en Manila. A mitad de las vacaciones pasamos unos días por aquí para celebrar fin de año, pero nos centramos en Intramuros y en el Parque Rizal, de lo que ya he hablado. Ha sido después del viaje por las islas cuando hemos sacado más tiempo para conocer la ciudad. ¿Qué tal? Pues, igual que le respondimos a un americano que nos preguntó si el paseo por el río había sido bonito, diré que ha sido interesante. Desde luego no considero que Manila sea una ciudad de la que se pueda decir que es bonita, pero sí una ciudad que invita a pensar.

  Casas verdes
Una de las cosas que hemos hecho estos días ha sido visitar el mercado de Quiapo, la zona musulmana y Chinatown. Lo hicimos con una ong local que organiza tours para financiar sus proyectos. Su tour estrella y la razón de su existencia es la visita a los slums, las zonas más pobres y marginadas de la ciudad. En los últimos años ha aumentado el número de ongs que llevan a turistas a estas zonas en distintas ciudades del mundo. Es un tema muy polémico, al que dedicaré una entrada propia. Nosotros hicimos el tour de los mercados que lo llaman.

  Planomercado

Y me encantó, el mercado era enorme y estaba lleno de gente. Se nota que a la gente le gusta comprar allí, buscar a su suke (el tendero al que siempre van, con el que les une una relación de fidelidad y que les hace precio especial), regatear, comer en los puestecillos callejeros, charlar. Me dio la sensación de estar en el mercado del pueblo de mi madre, a donde mucha gente va a echar la mañana y, por supuesto, para el que hay que ponerse mona porque es donde te encuentras a todo el mundo. Me quedé con la sensación de que la sociedad filipina es quizá parecida a la nuestra de hace unos años, cuando se vivía con calma, sin prisa, cuando la pregunta ¿cómo estás? no era retórica, sino que iba acompañada del tiempo suficiente para escuchar una respuesta sincera.

Si cierro los ojos y recuerdo las imágenes que se quedaron en mi retina de esa mañana, encuentro los paquetitos de arroz hervido en leche de coco y envuelto en hoja de plátano, 

Dulces arroz

los huevos salados, el pescado seco,

Pescado

las velas que sirven para determinados fines según su color (desde el amor, a la salud, pasando por el bienestar y los estudios)…

Velas

Recuerdo los muñequitos del Niño Jesús para los que se venden vestidos,

Muñecos jesus

los amuletos de la suerte de origen chino, los huevos de ave rebozados y fritos, las raíces cuyas infusiones lo mismo valen para los dolores de la regla como en forma de píldora del día después.

Hierbas

Me imagino ese lugar en verano con un calor sofocante, pero manteniendo su bullicio característico.

Y, de repente, al cruzar una calle, otro mundo: puestecillos de especias, ropa de mujer para ir totalmente tapada, y una gran mezquita desde la que en ese momento llamaban a la oración.  La zona musulmana. En un país mayoritariamente católico (más del 75% de la población) fue curioso entrar en una zona totalmente musulmana. Y más después de haber pasado por delante de la iglesia del Nazareno Negro, donde cientos de personas se preparaban para celebrar dos días después del día del Nazareno Negro, una procesión para la que llegan grupos de todo el país, algunos andando muchos kilómetros, y que recorre las calles de Manila durante unas 20 horas. La tradición cuenta que la imagen del Nazareno venía desde México en un barco que sufrió un incendio y quedó reducido a cenizas. La imagen se salvó, aunque quedó negra. Por cierto que la creencia dice que si tocas la imagen tendrás fortuna, así que la gente se agolpa y se suben unos a otros para tocar la imagen. Todos los años muere gente. Este año, dos.

Una vez visto el contraste entre la iglesia abarrotada de gente y la llamada a la oración desde la mezquita, pasamos por Chinatown, lugar de comercio de oro, con multitud de restaurantes chinos y puestos de amuletos. Allí también se preparaban para una fiesta, aunque distinta, el Año Nuevo Chino, que se celebra el 19 de febrero. Barrio curioso, aunque sin el encanto de otros barrios chinos.

  Contraste rio

Y del contraste de religiones pasamos al día siguiente a ver el contraste de niveles sociales. Por la mañana decidimos recorrer el Río Pasig en barco para tener otra visión de la ciudad. No es que el contraste en barco sea mayor que el que ves en coche, pero quizá la tranquilidad de la travesía hace que lo pienses más.

Chabola rio

Sales desde el centro y pasas por chabolas, ves a gente pescando y bañándose en el río marrón… Son escenas que has visto miles de veces en fotografías y en la televisión y parece que por eso te resultan familiares, pero ahora están delante de tus ojos y te hacen pensar que si hubieras nacido en esa chabola dando al río Pasig en Manila, estarías allí, descalza, intentando pescar algo en un río contaminado para dar de comer a tu familia.

Makati rio

Y las reflexiones parecen que suben la voz en tu cabeza cuando, detrás de la pobreza en primer plano, surgen los rascacielos de Makati, relucientes, poderosos, casi insultantes. Entonces te das cuenta de que es ahí donde tú has nacido (en un sentido figurado, claro) y le das gracias a la vida por ello, y te preguntas cómo serías si estuvieras al otro lado, cuál sería tu forma de ser, cómo reaccionarías y te relacionarías con tu situación. Y te planteas que deberías hacer algo para aportar un grano de justicia a este mundo tan injusto.

Por la tarde, otro baño de contrastes, pero esta vez vivido de una forma mucho más agobiante. Fuimos a ver la puesta de sol desde la bahía, y esta vez iba con niños. Motos por la acera, bicis a toda mecha, perros callejeros, cucarachas, pescado lleno de moscas en el suelo, recién pescado y esperando a ser vendido, gente quitándose piojos... Cuando estás a cargo de tus hijos todas las reflexiones enmudecen en la cabeza y dan paso al instinto de supervivencia y de protección: que no se hagan una herida aquí (y no es porque está sucio como puedes pensar en un lugar sucio en España, es porque sabes que hay un riesgo real de pillar algo), que no les muerda un perro, que no les atropelle una moto, que no se metan las manos en la boca que las tienen negras, etc. Fue una puesta de sol agobiante, aunque preciosa. Dicen que es la polución la que hace que el sol esté tan anaranjado.

  Puesta de sol

 Se hace de noche en Manila, aunque la ciudad no duerme.

Carolina Jaque   12.ene.2015 02:54    

Una Navidad diferente

    martes 23.dic.2014    por Carolina Jaque    0 Comentarios

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Este año no volvemos a casa por Navidad, sino que traemos a parte de la familia a estas calurosas tierras. Pasaremos la Navidad en un par de islitas de Filipinas. Tenemos muchas ganas de tener aquí a la family y de enseñarles algunas cositas de este país tan desconocido. 

Eso sí, van a ser unas Navidades muy distintas. Los décimos de Navidad que compartimos con amigos en España los he pagado por transferencia, no tenemos miles de cenas de Navidad, ni amigos invisibles, ni quedadas con amigos a los que solo consigues ver dos veces al año, tampoco roscón de reyes... ¡¡¡Ni niños de San Ildefonso!!! Uvas esperamos encontrar en el súper el 30 o el 31, aunque aquí esa tradición parezca de lo más rara. El otro día una amiga me preguntó si yo también hacía lo de las uvas, le dije que sí y se rió, sin mala intención, sino como algo que le parece muy curioso. Yo le aclaré que no es que lo haga yo y otros chalados, sino que en España todo el mundo como doce uvas el 31 por la noche. 

También están siendo unas Navidades sin Weihnachtsmarkt y, por tanto, sin Glühwein, sin galletitas de Navidad caseras, sin nieve, es decir, sin muñeco de nieve en el portal de al lado, sin amigos invisibles en los que adquieres un diccionario alemán-suabo, sin decoración bonita (decoración hay mucha, pero, madre mía, es terrible, no sé qué tiene el neón y las horteradas que les atraen tanto). Una Navidad sin fiesta en la Kita, y sin canción de la Weihnachtsbäckerei.

Un momento, no nos pongamos melancólicos. Van a ser distintas, sí. Por un año no pasa nada por vivir algo distinto y, además, no voy a perder el norte, ¡¡¡nos vamos a la playa!!! Van a ser geniales. Iremos a la playita, beberemos jugo de coco y batido de mango, comeremos pescado fresco, haremos snorkeling y montaremos en kayak. Se hace raro estar en manga corta mientras escuchas los villancicos, ponerte crema para el sol para ir de compras navideñas, cenar fuera el 24 y comer de cualquier manera el 25 porque te pilla de viaje, pero creo que puedo adaptarme a todo esto. 

El Papá Noel y el muñeco de nieve que hemos comprado para adornar miran de reojo al termómetro que en este momento marca 26 grados, para mirar después a su nieve artficial y a su ropa de invierno. Creo que piensan que están en el lugar equivocado. La sensación de llegar a casa y disfrutar del calorcito del hogar mientras te quitas los guantes la hemos cambiado por respirar aliviados mientras encendemos el aire acondicionado. Eso de no poder sacar la ropa a secar a la calle por miedo a que se congele se ha convertido en no poderla tender fuera porque olería a gasolina de lo lindo. Y el poner coca-colas en la terraza porque no caben más en la nevera y hay invitados, lo cabiamos por descongelar la comida en un ratito simplemente sacándola de la nevera. 

Es otra cosa, es otro mundo. Lo único que me hace estar realmente melancólica es la gente, toda la gente a la que queremos y que no "nos hemos podido traer" y, especialmente, la familia. Ya estoy echando de menos el tener la agenda apretadísima y no llegar a nada, y echaré de menos de forma increíble unas Navidades con acento sevillano, a todos mis sobris abriendo sus regalos, la pularda rellena, pasarnos la tarde montando las cosas y viendo "Qué bello es vivir".

Bueno, creo que después del segundo piña colada y de hacer snorkeling un rato, me sentiré mucho mejor. No nos echéis de menos, somos unos desagradecidos y lo sabemos.

¡Feliz Navidad a todos!

Carolina Jaque   23.dic.2014 00:38    

Haciendo el mundo pequeño

Bio Haciendo el mundo pequeño

Seguro que hoy algún español ha salido de su casa, ha dejado su barrio, sus amigos de siempre y a su familia para irse a vivir al extranjero. En 2012 fueron casi 60.000 los que hicieron las maletas. Pero ¿cómo es eso de emigrar en el siglo XXI?
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